LOS SEÑORES DE SALBORO

Belina Fernández

Para aprender bien el idioma 

que los señores de Salboro cortejan

es indispensable amar el pan 

y dejar que el corazón hable 

por los surcos de la piel

por la carne hundida de las manos.

 

Perfuman la reunión 

con las últimas risas de la tarde

y es de recibo 

respetar la dicción de sus rasgos

su fino quiebro de poetas

el incansable todavía que los une.

 

Los señores de Salboro

saborean la gloria 

que el campo celebra

y en homenaje a sus zapatos

reviven con orgullo 

los años de sudor y rebeldía

y el contorno del humo de tabaco

perfila las cosechas 

que el corazón vendimia.

 

Los señores de Salboro 

no temen cuando miran .

Festejan la vida.

La enriquecen.

 

En las botellas de vino 

conservan sus viejas historias 

y sin que importen las certezas

acortan el camino de vuelta

(la franca dignidad del alma 

sólo sabe de pozos y de estrellas)

 

Los señores de Salboro

se despiden del café a las siete

desaceleran el paso 

detienen la conciencia en la distancia 

devuelven la mirada al infinito 

incurren en la espesura 

de lo incierto

y saben que los amigos 

y el olor de la compañía 

alrededor de una mesa 

son la más santa recompensa 

a la fatiga humana.

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