Quiero ser Relojero

Queriendo hacer tregua con el tiempo, la antigua profesión se anclaba en el transcurso de sus días tratando de mirar su condena cara a cara. Engranaje a engranaje y tuerca por tuerca perfecciona su técnica, junto su tabaco y café mira su excelente trabajo, lo mira con detenido cuidado hasta que marque las doce, sonríe un poco y mira sus anteriores creaciones, todos con el mismos sentir, todos con el mismo tempo, esa perfecta sintonía lo llena de sentimientos, los cuales intentó olvidar hace mucho tiempo, se sienta con su cena, enciende el fuego para su boca, saca un tablero y juega una partida contra el tiempo. Entre sus caladas el tiempo hace sus movimientos, y poco a poco los relojes antiguos se quedan sin cuerda, de pronto el reloj colgado en la esquina superior de la pared se detiene y como efecto dominó el resto de sus creaciones; solo queda el último que había arreglado al principio de este relato. Ríe sin parar el relojero, sabe que su tiempo a terminado, termina su partida, su café y saca otro cigarro, terminado, sale a la calle a caminar con su condena, su tiempo, mira su reloj por horas y horas, recuerda el sentir, recuerda a esa bella mujer que dejó ir por la confusión, pensó en todo aquello que olvidó. A la mañana siguiente lo encontraron bajo una lluvia tierna, el rocío había untado todo su abrigo, pero y su reloj congelado, colgaba de su bolsillo.