TARDE DE ARREBOLES.

juan sarmiento buelvas

 

Esa tarde degustaba una exquisita taza de café en la terraza de mi casa con un amigo, era una espléndida tarde, iluminada por un resplandeciente sol vespertino que se resistía a desaparecer del panorama y que solo hacía prever que el verano continuaría.

  De pronto, del lado oeste donde; ¡él astro rey indiscutido de todos los veranos de mi región caribe! se iba desintegrando en medio de una espesa bruma de ese atardecer que de un momento a otro se empezó a desteñir, ¡pero! sin más preámbulos empezaron a asomarse ellas, como fantasmas más allá del horizonte y se fueron apoderando de ese cielo de azul tenue en una alocada coreografía que por momentos dejaba filtrar pequeñas ráfagas como persianas entreabiertas por donde aún en su agonía se asomaba el sol como resistiéndose a morir de tristeza.  

Eran de un color gris oscuro, unas grandes, otras pequeñas, unas con figuras de ángeles que volaban y otras con figuras de dragones que danzaban por el cielo apoderándose de él, fueron acomodándose rápidamente hasta apoderarse de la bóveda celeste y todo adquirió un aspecto tétrico, casi apocalíptico en su más estricto sentido metafórico, sorprendido por ese cambio tan inesperado y repentino, tomé mi teléfono con cámara y obtuve algunas fotos donde quedaría plasmando ese atardecer que me hacía pensar que era el final de ese intenso y despiadado verano y la llegada feliz de la temporada invernal.  

Pero cual sería mi sorpresa cuando seguidamente esa tarde pesada y gris como el plomo, empezó a adquirir sorprendentes colores, como el de un corazón enamorado que late aceleradamente a punto de derramar una lluvia de arreboles y obtuve otras capturas de ese cielo sonrojado cual mejillas ruborosas de un joven que enamorado espera a su novia para rociarla con sus líquidos refrescantes cual agua de colonia natural en una velada noctambula inolvidable.  

Estas son fotos sin filtros ni ninguna clase de tecnologías usadas para resaltar capturas fotográficas.  

 

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