Caronte (Relato de las muertes)

Octavio Márquez

Empuñar el remo y sostener una lámpara suele ser difícil.

A veces se vuelven pala y estocada.

A veces eres luz y tacto cálido...

A veces eres frío en la barca. Metal y sangre.

No hay dos muertes iguales. De eso te hablaré.

De la partida. De segundos lentos que cambian y vuelcan aguas, y las hacen turbias.

Mi trabajo es ir contra la corriente. Ir contra la muerte. Tomar a la gente y llevarlos

del otro lado de la costa lo antes posible como lo hace un ladrón. Me dedico a ignorar el magnetismo de lo inevitable,

de pretender que puedo correr por siempre.

Cuando llega, se anuncia con tambores. Es un manto enorme que poco a poco se extiende. Envuelve la carne como un animal que repta y sacude los tuétanos. Te toma. Como un adulto lo hace con un infante. No hay nada que hacer. Observas la mano invisible que poco a poco transforma a un ser vivo. Es un espectáculo digno de ver. Como lo sería un nacimiento. 

A veces se siente como un relámpago que amputa la humanidad de una persona. Lo cierto es, que en cada muerte debería detenerse un poco el mundo.

No importa quien seas, cuando se detiene el reloj puedes ver al maestro actuar. El brillo se apaga lento, como una llama que se extingue y baila lento, la boca se aferra a cada aliento. Las palabras son inutiles cuando puedes ver los brazos y piernas que solían escalar árboles, los ojos que canalizaron tantas lágrimas. Ora de dicha, ora de gozo. Que vieron el primer rayo de luz, después tú eres parte de los últimos recuerdos borrosos a través de un cristal empañado. La piel que pudo reconfortar y dar amor, ahora se vuelve pálida. Santos y pecadores se transforman igual.No hay reproches. No hay sermones. Sólo una mano en el hombro y un par de ojos que se vuelven flechas contra los tuyos. Que te hablan de dios, que piden perdón. Que te suplican otro aliento. Y lentamente se vuelven un pulso débil en tus manos. Un corazón que ya no late.

Y te haces tan valioso como un hermano, como una madre que te cambia el primer pañal. Cierras los ojos que tanto buscaban seguir mirando. No hay géneros, ni tabúes que envuelvan caracteristicas anatomicas o sexuales. Eres un sacerdote de ninguna religión. El ritual es amar y ayudar a descansar a alguien que no conoces. Retirar todo vestigio de este mundo y ayudar en una última transición...a llegar al otro lado del río.

 

Octavio Márquez

 

 

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Comentarios1

  • ingrid chourio de martinez

    ¡Tus exquisitas letras me llevaron al mágico y embrujante mundo de "La divina Comedia"¡ Inmenso placer estar en tu aposento poético! ¡Gracias por compartir tu numen! Saludos desde Valencia-Venezuela.

    • Octavio Márquez

      Gracias por tu tiempo, Ingrid. Qué bueno que mis letras son de tu agrado 😀



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