Temporal.

Alberto Navarro.

Mi alma se fue a dar un paseo por el cielo mientras mi cuerpo reposaba en una deprimente yacija.
Me fuí volando sin destino, todo estaba a mi alcance , ya que con dar un solo parpadeo me podía trasladar de un lado a otro. En cada lugar había una puerta en el cielo que tenía que abrir para poder visitar esos inexplorados lugares.Cada mundo tenía un cielo diferente al igual que sus puertas que se mantenían en lo más alto.
En el primer parpadeo me encontré con una puerta de metal delgada que tenía grabado tres espirales en fila vertical. Ésta levitaba sobre un cielo púpura con un millar de nubes amarillas,no tenía cerrojo así que sólo tuve que empujarla para entrar. Una vez dentro me dejé caer para explorar sus alrededores. El suelo era tan distinto, parecía tener vida. No tenía que caminar, el suelo seguía una especie de corriente que me daba un tour por todo ese extraño lugar. Todo era nuevo para mi, no pude reconocer nada de lo que ahí se encontraba , al menos por ese momento. Era una atmósfera inexplicable que me llenaba de curiosidad. Después de desplazarse un par de kilómetros, el suelo se detuvo dejándome en la orilla de lo que parecían ser las ruinas de una ciudad. La corriente del suelo había desaparecido así que tuve que empezar a caminar. El lugar ardía, estaba como a cincuenta y dos grados centígrados. Eso no me detuvo, seguí mi camino observado la ciudad en ruinas, sin rastros de vida. Las calles se cubrían de grandes trozos de metal acumulados por montones . Al acercarme un poco noté que esos restos de metal eran las bases de las estructuras de lo que algún día fueron las casas de esta ciudad. Estaban hechas de cobre y aluminio las ruinas revelaban que las casas estaban hechas en forma de rombo. La curiosidad se puso mis zapatos y se dirigió a las ruinas de una casa, la casa menos destruida. Al adentrarme me llevé una sorpresa ya que delante de mi había una gradilla que descendía en forma de espiral. Bajé lentamente hasta llegar al final donde se encontraba un ser humanoide sin rostro que sujetaba una hoja de aluminio que tenía una palabra escrita. Este ser no se movía, al parecer estaba momificado. Sin pensarlo guarde la hoja en mi bolsillo y salí de la casa en ruinas. Estando fuera saque la hoja y leí la palabra que tenía escrito ; "TEMPORAL" al terminar de pronunciar la última letra unos vientos inconmensurables se hicieron presentes en las ruinas de la ciudad obligándome a huir de ellas. Sin explicación alguna guardé la hoja en mi bolsillo y levité apresuradamente hacia la puerta por la que había entrado, la empuje y salí de ese lugar. Al salir, la puerta se hizo cenizas. Con muchas dudas , sí, pero con más ganas de visitar otros nuevos mundos.
Respiré profundo y parpadeé una vez más.
Al abrir los ojos delante mío pude observar una pequeña puerta triangular hecha de carbón sobre un cielo merlot que estaba repleto de un humo negro. La puerta se abriría cuando me deshiciera de la hoja de aluminio, como ya me había memorizado la palabra dejé caer la hoja. Al soltarla la puerta se abrió, era muy pequeña , solo podría pasar mi cuerpo horizontalmente . Tuve que gatear en el cielo para poder irrumpir a este nuevo lugar. Caí en picada, lo poco que pude ver mientras caía era la silueta de un gigantesco castillo hasta azotarme fuertemente contra el suelo. Me levanté algo aturdido, no podía ver nada , todo estaba cubierto de ese denso humo negro. Un turbio silbido entraba por mis tímpanos, no estaba tan lejano , asi comencé a seguirlo, tenía los ojos cerrados, el humo irritaba demasiado mis ojos . El silbido se manifestaba en mi mente como extensos fractales que trazaban el camino hacia donde esté emanaba. El suelo era pegajoso, me costaba trabajo levantar mis pies. Luego de varios pasos el silbido se escuchaba cada vez más fuerte y el suelo dejo de ser pegajoso , ahora era como si fuera a romperse con mis pasos. Decidido , abrí los ojos. Estaba sobre un puente colgante de cristal, era la entrada al castillo. El humo no era tan denso como antes, si podía mantener los ojos abiertos. Con cautela me fui acercando hacia las entrañas del castillo. Pude notar que el castillo no tenía ventanas estaba en penumbra total. Aquí fue cuando el miedo entro en mi cabeza, aunque lo hice a un lado y seguí mi camino. El silbido venía del centro del castillo, siguiendo el sonido seguí avanzando, de pronto caí en un charco inmenso, ahora estaba manchado de un líquido que no tenía la certeza de lo que era. Con temor di un paso más hasta llegar a donde emanaba el silbido. Abrí los ojos y aún seguía en plena oscuridad el castillo, repentinamente se encendió un viejo candelabro, un diminuto ser lo cargaba con sus únicos dos dedos que tenía en la mano. Aún no lo podía apreciar por completo pero estaba encorvado y silbaba con más fuerza. Levantó el candelabro y el centro del castillo se iluminó. Las paredes estaban repletas de espejos de diferentes tamaños. Mire fijamente a esa creatura , tenía espejos en vez de ojos, un silbato en vez de boca, y unas alas cortadas por la mitad. Lagrimaba sangre y silbaba incesantemente. De un cofre que tenía a su lado saco un artefacto cubierto de carbón, se delizo fugazmente hacia a mi para entregármelo. Sin saber que decir intenté abrir el obsequio pero la creatura enfadada lanzó un estruendoso silbido que me sacó volando hasta la cúspide del cielo traspasando la puerta para después volverse ceniza.
Aún estaba en shock por lo que había pasado en ese lugar. Estaba sudado y cansado. Me relajé un rato levitando en el cielo , luego abrí el obsequio, era un reloj que tenía oro en vez de arena, estaba a punto de agotarse. Lo distintivo de este reloj era que cuando el oro tocaba la otra superficie se esfumaba. No le tomé importancia , simplemente lo guarde en mi bolsillo y parpadeé por última vez .
Miré a mi al rededor , el cielo ahora era de color esmeralda, completamente despejado. En su parte más alta se encontraba una gran puerta cuadrada de madera. La puerta era corrediza, así que la deslice para entrar a un nuevo mundo.
Caí sobre una barca de plástico en un mar lleno de odio, de bajo de una tormenta absurdamente catastrófica. El capitán me daba la espalda, portaba una cogulla que me impedía ver sus rasgos. Estábamos navegando contra marea, las inusitadas olas golpeaban la barca que se inundaba por la tormenta. Sentía que tenía que escapar de ahí a cómo de lugar pero era imposible. Estaba pegado a la barca, si me intentaba parar mi piel se desprendía. Exasperado parpadeé compulsivamente para darme cuenta que ya no podía regresar a mi mundo. La puerta se había cerrado. El capitán de la barca se dió la vuelta sin mostrar su rostro, se acercó a mí y saco de mi bolsillo el reloj y lo puso en mi cara cuando el último grano de oro estaba por esfumarse. Soltó una carcajada mientras gritaba: " ¡se acabó el tiempo!". Se quitó la cogulla y mis ojos se cegaron por el destello fulminante que salió del capitán. Perdí la visibilidad por un instante, cuando recobré la vista el capitán había desaparecido , solo estaba la cogulla en la barca. Suspiré lentamente y aventé el reloj vacío al mar , después me arranqué los párpados y me hundí junto a la barca hasta tocar el fondo. Y sí , ahí morí por primera vez.

  • Autor: Alberto Navarro. (Offline Offline)
  • Publicado: 3 de julio de 2020 a las 19:54
  • Comentario del autor sobre el poema: Me encontré con una palabra polisémica al dar un paseo por el cielo.
  • Categoría: Cuento
  • Lecturas: 41
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