GATOS PARDOS

Pablo Cabrera

No era el escenario

demasiado poético,

a pesar de que al fondo de mis ojos

se escuchaban los versos

de un amigo vencido.

 

Noche gélida, viernes, y de repente, un perro;

subsecuente y porfiada distracción

que me arranca el ensueño y me transporta

hasta un abrigo rojo y un cabello radiante,

a una duda noctámbula y a un dolor o desgarro

autoritariamente inesperado.

 

No supe si eras tú, si era razón el tiempo

de noches excesivas en que hube de soñarte

a fin de resarcirme del silencio,

o si el hombre a tu lado

con la chaqueta y el perfil oscuros,

que parecía creer o simulaba amarte,

era al menos posible.

 

No era el escenario

ni siquiera poético,

la luz de la terraza, el auditorio,

el testarudo barman en sus barmanerías,

y un lamento ahogado que dejó la garganta

para quedarse a solas en este corazón

que ni entiendes que exista.

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