La Abuela ya no está

Nasdlo F. Real



La abuela ha partido.

Lo sé porque Dios ha puesto

las nubes más hermosas de alfombra

para darle la bienvenida en el cielo.

Lo sé por el canto de los grillos

por el vaivén al caer las hojas.

Por el viento que trae su voz

despidiéndose de aquel hombre

que la amó desde niño.

Lo sé por las estrellas que se alistan

por el otoño que ha venido

por la luna que sonríe y da luz

para iluminar su camino.

 

La abuela ya no está

sólo queda aquel sillón vacío,

la andadera en un rincón

su perfume favorito

sus lentes sobre el mueble

y en el silencio por siempre

su oración.

Ya no está, es cierto.

Y este dolor, aunque es enorme, 

es un dolor en paz, y tranquilo.

Sé que ella está con Dios

aunque su recuerdo

siempre estará conmigo.

 

Siempre rezó por mí.

La ternura de sus ojos cuando me veía llegar

me recordaba la felicidad

que sentía cuando niño

y me daba un dulce

o un juguete

mientras sonreía, y me hacía un guiño.

Las fotos a su lado, partiendo mi pastel

o aquel diciembre

en que ella me vio llorar

y me abrazaba fuertemente

delante de aquella mujer

que ella perdonó antes que yo

y nunca preguntó por qué se fue.

 

La fruta picada al despertar,

el refresco en la comida

el dulce al terminar.

Extrañaré tanto su lento andar

de la habitación a la cocina.

Su “Dios que te bendiga”

antes de irse a acostar

y cada vez que de casa me salía.

Su sonrisa con mis bromas

su silbido al enfadarse

y aquel sonido al caminar

meciendo su mandil.

Extrañaré aquellos fines de semana

cada vez que se sentaba conmigo

y comíamos juntos golosinas

mientras mirábamos un partido.

 

La abuela ya no está

mis hermanos han venido

y la extrañan tanto como yo.

Sus aventuras con ella habrán tenido

la más pequeña y el mayor.

No sé como madre qué tal haya sido

pero como abuela fue la mejor

siempre a mi lado,

siempre sonriente,

consentidora, un poco sorda

pero siempre me escuchó.

Tantos recuerdos de mi infancia;

los domingos de misa

el paseo por el zócalo

los cachitos de lotería

o las idas al circo.

Las monedas que me daba

siempre a escondidas

para comprarme un dulce

o comer sus ricas gelatinas

que ella vendía en el mercado.

Las de durazno, eran mis favoritas.

 

La abuela ya no está

y tuve que dejar pasar los días

hacerme el fuerte

como ella lo hubiese querido

para que ahora al decirlo

las lágrimas me apresen

como cuando era chiquillo,

y corría tras de ella gritando:

¡Abue, Abue!

después de hacer alguna travesura

buscando su cobijo.

Es cierto, ahora lloro

pero ella no está aquí

para llorar conmigo, y decirme

“Dios sabe por qué”.

Y mientras yo sigo mi camino

ella estará con él.

 

La abuela ya no está

pero algún día la volveré a ver

y sonreirá y yo lloraré

¡Y ella sabrá que es de felicidad

y sacará de su mandil un dulce

y me lo dará

y yo comeré

y sonreiré como un niño

y tomará mi mano

y me llevará con ella!

mientras le pregunto;

¿A dónde iremos “Abue”?

Y ella sólo me mirará

y me dirá todo con un guiño.

 

La abuela ya no está

justo ahora que,

casi todos nos hemos reunido.

Parece casualidad

que ni en su cumpleaños

ni año nuevo

ni navidad

¡Tenía que ser un funeral!

pero, bueno…

en fin, la abuela ya no está.

 

Gracias familia, por haber venido.

 

 

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  • Autor: Nasdlo F. Real (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 16 de noviembre de 2017 a las 21:34
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 85
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Comentarios1

  • Peco sin demonios

    Nunca en mi vida leí algo tan conmovedor. Mi más sentido pésame.



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