Capítulo 4 Sin sonido 25/08/17

Natalia Aleiram



Duerme en mi cama, allí serena como si nada le perturbara, yo transida, caminando de un lado a otro, el dolor del alma va y viene, ella no es el puñal, no lo es. Mi mente juega conmigo, un simple desliz me confunde.
Me encanta sentir su piel, es durazno ¿alguna vez has probado un durazno y no quieres que su sabor se marche nunca de tu boca? Así me pasa, no quiero ponerle nombre de adicción, es más como el arte que se observa y no se toca, pero quieres observar una y otra vez, saber cada de talle de esa pieza preciosa con un precio elevada que no puedes pagar.
La naturaleza la embarga, cada poro de su piel es purpura, su sudor construye un mundo paralelo en donde todo es fantasía, pero ella no lo sabe, ella no lo ve. Va corriendo de brazo en brazos, nada en suficiente, ni para ella ni para mí.
Acaricio mi propia piel imaginando que es ella, lo hago para no perturbar su calma, pero cuanto desearía que su calma se uniera a mi tormenta y danzáramos y viajáramos, estos viajes serían largos y oníricos llenos de sus paradojas y las mías, el propio mosaico perdido bajo el mar. Si continua allí, perderá su color y ¿quién se encarga de volver a pintarlo?  
Las cosas se olvidan, no me gusta el olvido, el olvido solo borra todo, el olvido se encarga de quitarle la vida a quien vivió, sin importar si su vivencia fue plena o no, sin importar si las caricias fueron tiernas o vacías, el olvido se encarga de vaciar todo, por eso le temo al olvido, me gusta recordar mis ovejas saltando mientras cantan en voces chillonas el allegretto de Tchaikovsky, Morfeo al llegar a mi habitación cantándome una canción, y sus palabras, sus palabras, no las quiero perder.
Mi cuento de hadas está conformado por pocas figuras mítica y otros demonios, los demonios no los quiero recordar, son el lado más oscuro de la historia, quiero que esta historia tenga fantasía, pasión… El sufrimiento es parte de mi pasión, lo es, lo acepto.
Dicen mil voces que eso debe cambiar, pero quien le dice al árbol que deje de crecer, para ello hay que cortarlo, hay que causarle más dolor, un dolor irreversible.

  • Autor: Natalia Aleiram (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 30 de agosto de 2017 a las 01:34
  • Categoría: Carta
  • Lecturas: 49
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