La luz y la amante.

Pablo Bojorque

   Entra muy fuerte esa luz. Penetra las ventanas y cualquier orificio de la casa. Es tan poderosa, como la mirada de esa mujer, que juega ser la amante.   

   Despierta todos los días, con su melena sedosa y despeinada, mientras se entonan los primeros acordes, de su canción favorita por radio. La luz que habita en la habitación, comienza acariciar su piel, envolviéndose por su cuello, bajando despacio, muy despacio por su espalda, arañando el cabello, dorado como los amaneceres de las vacaciones más soñadas. Llega hasta su cintura, y confundida, la luz comienza a distribuirse por sus caderas, envolviendo los músculos de los glúteos, pasando entre las piernas y se entrelazan en la delicada guedeja de su parte más intima. Comienza a bajar, sin poder controlar la caída, como si la gravedad influyera esta vez. Choca con sus rodillas especiales, sonoras al caminar y de protuberancias exóticas. La luz se desprende de este último tramo y muere en sus pies.

    Pensando que este es su acto final, la luz renace como el Fénix, la luz es luz y nunca deja de brillar, mientras haya magia que la haga destellar. Empieza volar, impulsándose desde el tobillo y sube directo al abdomen, donde tropieza con el ombligo, cicatriz típica de la creación. Junta más fuerzas y vuelve a saltar, despega desde el orificio, sube y sube con elegancia, como la mágica puesta de una luz brillante explosiva, como la que imaginamos del Big Bang, topándose posteriormente con los tersos y pequeños pechos de la protagonista de esta historia. Ahí es donde más se queda, juega en el esponjoso y carnoso relieve. El haz brillante no se quiere ir, aunque sin conciencia, llega trepando por el mentón, hasta los labios. Comienza a pellizcar la piel de los mismos y se enamora cuando de la boca, resuena un pasional melifluo.

   Es así como podría pasar viéndola todo el día. Sentir su perfume, mientras baila y ríe. Mientras la luz se opaca, con semejante mujer, apoderándose del universo.

   Armonioso cuerpo, tierra prometida donde me hecho a descansar, tan prohibido al no pertenecer a nadie, más que a ella.

   Ya me voy. Cierro la puerta, con la esperanza de volverla a ver un día.

 

Pablo Bojorque.

  • Autor: Pablo Bojorque (Offline Offline)
  • Publicado: 19 de abril de 2017 a las 16:32
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 29
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