consumación

AliciaTorres

Ella era una princesa de hielo, gobernante del reino antártico, toda su vida lo único que había conocido era frío, era helado, todos a su alrededor se congelaban; la mayoría del tiempo se encontraba en su balcón viendo el cielo y preguntándose si habría algo más que el frío invernal, estaba hundida en una monotonía enorme.

Un día, una tormenta se desato en el reino, pero no una tormenta cualquiera, si no que una eléctrica, llena de estruendosos rayos y encendidos relámpagos. Por primera vez en su fría vida, sintió algo caliente en su interior, algo latente y muy rápido al ver cómo de uno de los rayos se desprendía algo, ¿Era una estrella perdida? Quizá era solo la imaginación de los habitantes y la princesa.  Pero no, no fue su imaginación, aquello que se había desprendido del rayo era, sin creérselo a primera vista; una persona, conformado por fuego en su mayor totalidad, todo lo que tocaba se quemaba a su paso, sus pisadas dejaban marcas indelebles en el suelo, y su aliento era mas cálido que el mismo sol. La princesa siguió sintiendo la misma calidez en su interior en un lugar que creía muerto mientras veía todo ese espectáculo.

 

Una mañana la princesa procedió a bajar como ya era la rutina y supervisar su reino, se pudo percatar de que parte del bosque sur estaba incendiándose poco a poco. La princesa sobresaltada corrió a apagar las llamas y quedó atónita al darse cuenta de que una persona era lo que había avivado aquel fuego
 

-¿Que es lo que eres tu?- preguntó la princesa.

-No sé quien soy ni de donde vengo, sólo puedo notar que usted se esta derritiendo en mi presencia.
Por muy raro que suene así era, la princesa se derretía lentamente, el calor de las brasas la consumían. La princesa se apartó por miedo a derretirse por completo.
Esa noche ninguno de los dos pudieron dormir, ella sintiendo poco a poco un calor fresco en su interior y él sintiendo un frío cálido en un lugar que era nuevo para él. En cómo el corazón viejo de ella y el corazón nuevo de él latían a mil por minuto ambos. ¿Era un enfermedad lo que causaba todo esto? No, eso que sentían era algo más fuerte que cualquier virus, el corazón helado de la princesa comenzaba a sentirse cálido, y toda la tempestad que contenía éste ser humano se iba disipando.

Fue así como el ser de fuego se escabulló por el castillo hasta encontrar el dormitorio de la princesa.
Asomándose con cautela para no despertar a la congelada joven procedió a levantar las sábanas que la envolvían. Ella sintió su presencia pero no dijo nada, se quedó acostada con los ojos cerrados, fingiendo estar en un sueño profundo. Él se metió debajo de las sábanas ocupando el lugar vacio de la cama y rozando por equivocación los pies de la princesa. La princesa moviendo delicadamente sus pies hacia los de él dijo:

-Acércate más, quiero sentir tu calor.

Y así fue cómo él la abrazó, podía sentir todas las gotas que se resbalaban por el cuerpo de la princesa, ella se estaba derritiendo y él, él se estaba apagando.
Aferrándose cada vez más y más, la noche prosiguió, la llama se fue apagando poco a poco y el frío se consumía cada vez más.
Esa noche la luna no quiso presenciar un acto tan doloroso, lo único que quedó al amanecer fueron unas sábanas húmedas, cenizas por doquier, dos almohadas calcinadas y un amor consumido.

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Comentarios2

  • El Hombre de la Rosa

    Una maravilla tu hermosa prosa estimada Alicia Torres...
    Un grato placer haberlo leído...
    Un abrazo de amistad...
    El Hombre de la Rosa

  • JAVIER SOLIS

    Leerte es una forma bella de vivir, hermosa narración que enfría el corazón y enciende la pasión.
    Con aprecio infinito.
    JAVIER SOLÍS

    • AliciaTorres

      muchísimas gracias por leerme, y por pensar esas cosas sobre mi y lo que escribo.
      un abrazo con cariño.



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