EN LOS MONTES CANTÁBRICOS

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EN LOS MONTES CANTÁBRICOS

Mientras en las oscuras minas sueñas la luz

en los montes cantábricos suenan las caracolas,

trova la serenata cantándole a la gloria

que fue zurcida a tu cuerpo extraordinario.

Hija y amante de silicosis minera,

jugabas con el negro, que el campo entretejía

entre su color verde salpicando los montes

de tierra carbonilla.

Y el panorama de la inconexa tensión

te hizo gritar a los innumerables vientos,

que entraran en las mentes de personas ausentes,

y hacerlas comprender cuan largo era el camino

donde se encontrarían, estrechando sus manos

repletas de infortunio.

Pasaron por tu vida momentos infinitos

rasgaron los penachos colores relucientes,

que abrumaban tu ser tomado por los grises

y el hibrido del sol.

Y te enervó los ánimos el diecisiete cándido

que removió los aires de muchos parlamentos,

entrando en las barracas y en palacios incógnitos,

en ellos los lánguidos reforzaban los músculos

de sus brazos de acero, para luego más tarde

golpear al que crea.

 

 

Octubre treinta y cuatro, tu cuerpo se entrenó,

tu vida descubrió, mil sitios, Casas Viejas…

como moría el pueblo en el Norte y el sur,

en el Este y el Oeste, cualquier lugar de España

que era republicana.

La guerra que asoló la España que pensaba

en dar respuesta unánime al hambre del corral,

donde los gallos míseros traficaban pobreza,

sabiendo de antemano que nunca venderían

la cresta que era suya.

     Te dio emblema Madrid en la Casa de Campo,

     florecía su tierra, sus árboles esbeltos,

     entran por la retina donde acuna la aurora

que busca la igualdad, de mujeres y de hombres.

    Tuyo fue el paraninfo, también  Guadalajara,

     Jarama bello río, despides Cataluña

     y te encuentras en Rusia.

El exilio desbroza, tu fuerte corazón

quedaba repartido,  y tu ser generoso

forzado a caminar, dejándote la España

tomada por el fascio.

Europa en los albores de millones de muertos,

muchos rojos españoles, gitanos y judíos…

fueron al crematorio. Inmensidad quemados

aroma de las flores junto a su cabecera,

que prestas se ofrecían a cederle su olor,  

y encima un crucifijo con máscara antigás.

El tiempo cura heridas, restaña cicatrices,

las tuyas y las mías dejaron sus señales,

tus años en el Este pusieron sus barreras,

España te las puso cuando fuiste expulsada

     de tierras solidarias, con todo el ideario

     que a ti te transmitió formaste tu estandarte.

Y volviste a tu España, mi España también era,

la España que quedó después que se marchara,

el que hizo lo imposible por dejar prisionera,

la insigne libertad,  por la que tu luchaste

y yo que estuve aquí, mí lucha también fue.                                                                                                                       

Nombrada Presidenta de “Cortes Democráticas”,

sabiendo que mentían, que no eran las del pueblo,

eran un sucedáneo de las que tú, yo, muchos,

tanto tiempo soñamos.

Y te fuiste dejando camino sin andar

faltaba mucho tramo,  para llegar a ver

la hoz segar espigas, es por lo que las mieses

no fueron cosechadas.

Se perdió la energía buscando aquel momento,

aumentaron los míseros, se eternizan los ricos,

consolidan su clase, llenándose  su renta

y destruyen moradas, de los niños y padres

con el arma hipoteca.

¡Y esperando se quedan la llegada entre sombras,

de Dolores Ibárruri, querida Pasionaria!

 

 

  • Autor: juduve (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 7 de julio de 2015 a las 17:13
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 112
  • Usuarios favoritos de este poema: Edmundo Rodriguez, Peregrina.
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