El charco que a veces decía mentiras (Cuento)

Diaz Valero Alejandro José

Cerca de un pequeño bosque vivía una niña llamada Marcelina. Ella era una niña muy hermosa y alegre, que jugaba con las plantas y aves cuando salía a pasear algunas tardes por aquel bosque que tanto le fascinaba.


Marcelina siempre se consideró una niña hermosa, y aunque no se jactaba de su belleza, se sentía muy feliz de su hermosura. Ella pensaba siempre que todas las personas veían su belleza externa, pero su belleza interior, la de su alma y la de su corazón, sólo Dios y muy pocas personas eran capaces de verla y valorarla.

Una tarde mientras Marcelina paseaba por el bosque se detuvo en un charco que se había formado con la lluvia y que tenía forma de corazón, allí se asomó como a un mágico espejo para contemplarse, vio que era hermosa y sonreía tímidamente.


Al asomarse vio lo que toda la gente veía, una niña hermosa parada frente a un charco. ¡Oh qué charco más sincero! Se decía, refleja mi belleza y me la muestra tal cual soy. De pronto la niña siguió observando el reflejo del agua y vio que los árboles con ramajes sin hojas en pleno otoño lucían en el charco hermosamente florecidos como si estuviesen en primavera.


¡Oh!, este charco es mentiroso, refleja las cosas de otra manera, pensó Marcelina. ¿Será que yo tampoco soy hermosa y me refleja de esa manera para hacer creer que soy bella? se peguntaba curiosamente la niña. De inmediato recordó una frase que su abuela siempre decía: “Quién miente una vez, miente siempre”.


Y si su abuela era muy correcta, esa frase era verdadera, así que sí el charco estaba mintiendo al reflejar a los árboles, seguramente también lo estaba haciendo al reflejarla a ella.


Se sintió triste y abatida. De pronto escucho una voz, era un árbol de los que estaban reflejándose en el charco: ¡Perdona amiga Marcelina! Le dijo moviendo su seco ramaje, el charco es nuestro amigo y le hemos pedido que refleje nuestra imagen florecida para no estropear la tuya, que estás en plena primavera.


El charco se había negado a hacerlo, prosiguió el árbol, pero se lo he suplicado, y finalmente lo convencí de hacerlo. Él miente al reflejarnos a nosotros, pero no al reflejarte a ti. Eres una niña muy bella y no quisimos que nuestra apariencia triste afectara tu imagen.


¡Oh qué lindo! Contestó Marcelina a su amigo árbol. Te lo agradezco mucho, pero por favor dile que refleje todo como es, prefiero ver sus reflejos de otoño porque estoy segura que después del invierno vendrá la primavera y entonces serán bellos de nuevo, incluso más que las personas, porque su belleza se renueva cada año, en cambio la nuestra no. Así que por favor dile al charco que diga la verdad y que nos refleje tal como somos.


El árbol sonreído le dio la razón a la niña y habló con el charco, quién desde aquel día reflejó la verdad en sus estancadas aguas, pues había aprendido la hermosa lección que Marcelina le había dado aquella tarde de otoño.
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 Autor: Alejandro J. Díaz Valero

Derechos de Propiedad Reservados

Bajo el Número 0614-1214

Maracaibo, Venezuela

 

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Comentarios4

  • LAYA MIR MAR

    Fantástica lección de humildad, sinceridad... de belleza en lo que a veces no parece bello... en esperanza de tiempos mejores, muchas lecciones en un hermoso cuento...
    Excelente trabajo. Saludos.
    LAYA MIR MAR

  • esthelarez

    bellament esperanzador
    luminoso
    .
    Saludos

  • Beatriz Blanca

    Hermoso cuento reflejando la verdadera belleza, la del alma.
    Un saludo con afecto. Bea

  • JADE FENIX

    La belleza del alma, no la opaca nadie, siempre sale a la luz, no queda desapercibida ante nadie.
    Precioso !!!.
    Un fuerte abrazo mi querido amigo.



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