Tras el después

omu



 

La vida; jamás osa despreciar,

acoge de buen grado,

tanto partes etéreas, invisibles y místicas,

como, así mismo, el acerado fuego

que suplica más leños mientras cocina.

 

   ***   ***

 

Livianas: las arrugas y las canas.

Incorruptas y explícitas: las señas.

 

 

Que marcan la longeva identidad,

así no declarando el término de la obra,

cuando en el entreacto el telón se cierra.

 

 

No cayera la mente en la indecencia,

—frente a esto— de la duda,

pues, pobre de la mente que auspiciara

su porvenir faltándole la fe.

 

 

Sumida en decadentes creencias

que, andan desentendidas de un próximo paso

abstraído del huerto corpóreo.

Que ufanas, delimitan el existir habido

en los actos y gestos,

posibles de tocarse, oírse, olerse o ver.

 

 

Por completo se yerra

al girarle la llave ocluyendo la puerta.

Tras voltear los ojos de proyectos y anhelos,

sujetando con suma tozudez,

cerraduras chirriantes y, muertes que sentencian;

 

 

al marchar, con el tiempo totalmente fijado,

a lomos de fatales conclusivas,

que anulan el respiro pre-postrero del alma,

y atrancan, el continuo irrefutable.

 

 

 

Al observar, en sendos márgenes,

las luces apagadas, el fin definitivo,

las paredes y muros desconchados,

por el goteo de un ocaso concluyente,

y un despiadado fin definitivo.

 

 

La derrota reside en aquella partida,

donde son barajadas nuestras cartas

sobre una mesa descreída.

Cual, su madera, reticentemente,

esquiva las promesas,

niega, una y otra vez, la masa de los panes

que llega a concedernos cualquier siega.

 

 

Rezagado, queda atrás,

el incesante contar de los años.

Ante tal comprensión pudo cesar;

el pesado valor de la edad.

Un rumor impregnado de antiguo

que abordó el dulce bocado del pastel

y las flamantes velas que se soplan

—unidas a deseos y felicitaciones—

junto al guiño locuaz de un cumpleaños.

 

 

Se extravía la vejez

dentro de la extensión vasta del círculo.

La inmortalidad se empeña

en plantar sabias semillas,

nos recuerden paisajes venideros

que aguardan más allá del ser carnal.

 

 

¿En cuántas ocasiones podría resultar

envuelta, con mortajas, nuestra vejez?

Si esta vida anduviera, por completo olvidada,

de que la muerte no sabe a mudez...

 

 

al contemplar litúrgicos vocablos,

y eficientes mensajes contenidos,

en la naturaleza y su graciosa mímica.

Con tan particular y esplendido diccionario

como llegar a ser capaces de dudar

del cíclico empuje y empeño de la vida.

 

 

Desde un parlanchín árbol,

se desprenden y vuelan,

las virginales hojas aún faltas de escriturar.

Hojas que caen planas o se ladean,

al son de un destino que es danza circunstancial,

en el cual, satisfecha,

la encorvada vejez rejuvenece.

 

 

Graníticas: las aguas.

Perduran más allá de las centurias

firmadas en la tierra consistente.

 

 

Fluyen embrionarias —dejándose llevar—

hasta abarcar un eje en que son derretidas.

Para, así, poder ser;

luz eterna, deambulando; como estrellas.

 

 

318-omu G.S. (Bcn-2012)

 

 

  • Autor: omu (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 4 de noviembre de 2012 a las 11:26
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 59
  • Usuario favorito de este poema: El Hombre de la Rosa.
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Comentarios2

  • gerd

    Excelente poema, me gusto mucho, muy bien llevado,te mete en su letra, vas imaginando todo lo que lees .........Bravo..........Felicidades

  • El Hombre de la Rosa

    Perfecto y hermoso poema amigo Omu
    Grata lectura tus geniales versos
    Saludos y amistad sincera



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