La poesía (Cenotafio personal)

Depurando la incorpórea sombra
De la ausencia hecha utopía
Desde lejos, ¡balsámica poesía! 
Tus infinitos me nombran.

Yaces en sombras yertas,
Sin brío, amaneces en cama
¡Canalla! que tanto se inflama
Por cada mirada muerta.

Te encuentro, a veces, perdida,
Entre tantas cóncavas neblinas, 
Entre noches paulatinas
Que me brinda cada una de las vidas
Que, tanto se avecinan
Como, también, otras, me olvidan.

¡Qué plantas, qué universos,
Que climas, que amoríos,
Que ausencias, que versos
Que poetas tan descoloridos!

¡Qué inopia, que nostalgia!
¿Qué nos falta y que nos sobra?
¡Qué propia la mialgia
Que en el corazón se cobra!

En silencios, se encierran las quimeras
De las más bellas amapolas;
No combina con la primavera
Dejarte tan efímera y tan sola.

Permítanme, señores, que tanto vierten
Su atención en tan banal escrito
Que atente contra un final que advierte
Tan mala imagen de éste simple erudito,

Pues no tengo prescrito ni ganas
De dar conclusión sin invocar
A las figuras literarias
Que tanto me hacen llorar.

He aquí, un cenotafio personal;

Podrás leer, inverso,
Con tu alma tan ufana
Como el texto, te reclama
Y la metáfora te esconde
Entre sus rincones tersos
Y te aseguro que de donde
Te encuentran las persianas,
No habrás vuelto en la mañana
Que es donde acaba este verso.