Economizar o adornar nuestras frases a la hora de escribir

Economizar o adornar al escribirUna de las primeras preguntas que nos hacemos al intentar comprender el camino a seguir como escritores es ¿debemos escribir igual a como hablamos? En torno a este dilema existen muchísimos puntos de vista diferentes; tal vez, todos ellos aceptables.

Algunos autores por temor a mostrarse demasiado sencillos (o en su afán de crear un universo hermético) se esfuerzan por expandir ante el lector toda una serie de recursos que han ido aprendiendo a lo largo de su carrera, e intentan asombrarlo con diccionarios andantes de gramática y semántica, demostrando cuánto han leído a lo largo de su vida. Otros, prefieren esconder toda esa sabiduría y ponen a nuestra disposición textos sencillos llenos de guiños que pueden ser sumamente excitantes para los buenos lectores, que seguro sabrán encontrar en ellos esas fuentes que los ayudarán a crecer como lectores y a apasionarse más con las letras.

Cuando cada palabra vale

Economizar o adornar los textos, ¿cuál de ambas opciones es mejor? ¿Dónde está el límite de la floritura (este término me parece bellísimo) o del ahorro en la escritura? Supongo que saber responder a esas preguntas es fundamental para ofrecer un trabajo decente.

Hace unos días encontré un artículo sobre la economización del lenguaje que me pareció muy interesante y les recomiendo. En él se ponía en evidencia lo mal que utilizamos las herramientas que tenemos para comunicarnos. Cuando debemos pagar por ellas intentamos aprovechar el servicio al máximo pero cuando disponemos de tiempo y espacio de forma gratuita nuestra forma de expresarnos pierde nitidez y claridad.

En este artículo, el autor nos invita a reflexionar sobre qué pasaría si de pronto tuviéramos que pagar por cada palabra; es decir, si las palabras adquirieran un valor económico. Creo que es un interesante dilema que nos puede servir de puntapié para introducirnos en el tema de la economización del lenguaje y la escritura. Si cuando nos sentamos a escribir partimos de la base de que cada palabra tiene un valor económico, posiblemente seamos más prudentes y aprendamos a escribir más correctamente. A lo mejor resulta una buena forma de presionarnos, ¿no les parece?

Economizar o adornar al escribir

Adornos que empañan el sentido del mensaje

Escribir o hablar bien no significa utilizar muchas y rebuscadas palabras, sino saber encontrar los términos exactos que expresen lo que deseamos. En ese sentido Borges no es un ejemplo, porque sí fue un buen escritor pero si hubiera pulido más su lenguaje seguramente habría sido único.

Algunas teorías intentan abordar el lenguaje literario como si de una cosa abstracta y lejana a nuestra realidad cotidiana se tratase; aquello que se aparta de lo normal y que se presenta con vericuetos y atajos que solamente aquellos que hayan desandado la senda de la lectura o el estudio del lenguaje pueden tomar. ¿Realmente puede escribirse bien si estamos intentando que unos pocos comprendan lo que decimos?

Cuando escuchamos o leemos un mensaje cuyo lenguaje es rebuscado o suena raro, lo primero que viene a nuestra mente es «¡qué bien escrito está esto!» y enseguida, sin atenernos a ningún tipo de escrutinio asumimos que se trata de un texto literario. De este modo la lengua (su gramática, su léxico y su sintaxis) literaria debe incluir toda serie de estructuras extrañas y formas malabarísticas. No obstante, no debemos equivocarnos.

Escribir bien no es usar muchas o pocas palabras sino utilizarlas con precisión; no sólo saber con qué palabras decir algo sino entender cuál es la forma más adecuada de combinarlas; saber cómo decir las cosas.

Economizar o adornar al escribir

Economizar pero no asesinar

En la otra cara de la moneda está la econonomización, la teoría de que cuantas menos palabras utilicemos mejor se entenderá la idea. El ahorro de todo posible término que arruine nuestro deseo de decir las cosas con diez palabras. Pero a veces el ahorro genera incoherencias e incomprensión por parte del lector y esto tampoco puede hacernos pensar que dicho mensaje se ha escrito correctamente.

Entonces, vuelvo a las preguntas del comienzo. ¿Cuál es el límite? ¿Hasta dónde debemos decir y hasta dónde, no? ¿En qué punto detenernos y dejar que sea el lector el que diga? En la respuesta a esa pregunta reside el mayor y más bello desafío de la escritura: aprender a escribir bien consiste en ahorrar y en derrochar, en cometer toda clase de faltas hacia un extremo y hacia el otro hasta poder ubicarnos en ese término medio en el que cada preposición está donde tiene que estar y no sobran ni tampoco faltan adjetivos.

Escribir bien es saber encontrar las palabras exactas para decir lo que deseamos. Supongo que la mejor forma de entender si hemos dado lo mejor de nosotros mismos en nuestros textos es pudiendo afirmar que pagaríamos por cada una de esas palabras. Quizás sería la mejor forma de asumir lo que hacemos y de estar dispuestos a cargar con las consecuencias de nuestras palabras.

Economizar o adornar al escribir

Comentarios2

  • Rapsodico

    Totalmente de acuerdo, Tes "Escribir bien es saber encontrar las palabras exactas para decir lo que deseamos".
    A mí, me gusta mucho la siguiente frase:
    W. Somerset Maugham, "Escribir con sencillez es tan difícil como escribir bien."
    Chulísimo tu artículo. Un abrazo.

  • Edna Diaz

    Me fascinó tu artículo y se nota que tu experiencia y peritaje te hacen escribir bien y dar consejos a los que amamos con vehemencia a la escritura. Nos pueden decepcionar los novios,los amigos, el trabajo,pero la literatura,no. Ahí somos dueños y amos que como dioses modernos creamos nuestros mundos y nosotros ponemos nuestras reglas y como digo yo: "Palabra,puente del pensamiento".



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