Alan Mills

Alan Mills es considerado por muchos como uno de los nuevos grandes poetas. Nació en Guatemala en 1979 pero su espíritu viajero lo ha llevado a vivir en diversos países, desde Argentina hasta Francia. Comenzando en el año 2002, ha publicado ocho poemarios, entre los cuales destaca “Síncopes”. Esta obra ha recibido especial atención por estar escrita en prosa, característica que, sumada a la profundidad y calidad de revolucionarias de sus líneas, ha despertado comparaciones con escritores del calibre de Arthur Rimbaud. Otros de sus libros son “Los nombres ocultos”, “Marca de agua” y “Poemas sensibles”.
En su poesía encontramos una necesidad de reivindicar, de decir lo que otros intentan callar. A través de sus escritos se percibe una personalidad fuerte aunque joven, con una amplia visión del mundo, que le permite tratar cuestiones propias de su cultura en un lenguaje accesible a nivel internacional.
Dado que este embajador latinoamericano de las letras está en constante movimiento, resulta sencillo seguir sus pasos. Ha sido entrevistado para revistas de varios países, su obra aparece en numerosas antologías y participa en muchos actos, siendo el más reciente el Festival Internacional de Poesía de Santo Domingo. Para un contacto más cotidiano con el escritor, podemos seguir su blog.

Poemas de Alan Mills

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Alan Mills:

Pensando por la tarde


Desde mi calabozo
ensimismadas
redoblan gotas
de azufre
contra el fuego.

Se encienden candiles
con el viento
me ven
borrando lágrimas
en el crisol
de la otra mesa.

Deletreo los abismos
los desfloro
uno a uno
para que el miedo
(con sus gastados espectros)
en la noche
no persista.

Noche


cuánta luz tragan las horas

en mí el llanto
de las criaturas perdidas

respirar en un insomnio
que haga de los huesos un cálido refugio

negro es el plasma de la noche
mucha la tierra que aparta a los enterrados

qué ser si no memoria
en este caos sin resguardo
del sol vivo quemante de la sangre

o la aventura del mal
o el amargo fondo de los ceniceros

la penumbra devela el origen
el nacimiento de algo antes muerto
que escapa por las rendijas de los siglos

pienso una palabra
al unísono mueren miles de hombres

nace de la muerte este susurro
que mojará los caminos de la carne

Al final de la montana


Erguido.

Parapetado a ras del cielo.

Las piedras rojas de la cumbre
encaminan pequeñas misericordias.

Un racimo de lluvia pretendió rebelarse,
sus compañeras en marabunta
lo condujeron con gravedad hacia abajo.

Mojó piedras negras.

Rapiña, carroña, qué más da;
en la cima se ve igual,
da lo mismo.

Parvadas de halcones
señorean los litorales.

Nubes desdentadas humedecen,
no aguantan la risa;
rostros que orientan hacia el fondo.

Un coyote acecha con lascivia;
el deseo es ver correr sangre
en sus tripas sedientas.

Insectos.

Relámpagos de gozo,
la agitación intensa de una rata
en el momento justo que el veneno
le devora agriamente las entrañas.

Poetas


¿Qué seremos ahora?

Enormes cóndores
que surcan los vastos empíreos
brindando su fealdad al orbe.

Camellos obstinados,
jorobados de tormentos,
cargando aguas amargas
para el susurrante desierto.

¿O es que somos paquidermos
armados de marfil
y nuestras patas son las torres
que encarcelan al miedo?

Quizás seamos perros salvajes
que embestimos en manada
doblegando medrosamente
a nuestras presas
y anunciamos con carcajadas
nuestro mutis.

O tal vez el semblante
de un jaguar enjaulado;
nuestra palabra es
su majestuosa mirada turbia
que palidece en el encierro.

Somos el parco silencio del albatros
al cesar el batir de sus alas:
extinguiéndose
ante la triste cadencia del bullicio.

Fe


A LAUREN MENDINUETA



Algunos vieron el fin
creyendo encontrar el principio.
Pero creyeron.
Así se han hecho las cosas siempre.
Y los cuerpos quieren creer
como saben hacerlo las almas
o escarbar la ausencia
hasta ver un estallido en el aire.
Un hombre desea tocar a una mujer.
Ansía arrebatarle otra labor al agua.
(Cuenta los días con rayones en los muros).
Está el cuerpo que grita
los jirones de luz abundando el olvido
la memoria de una vida futura
que existe porque ya era pensada.
Este hombre codicia esa mujer.
Su "vago ser" no acepta la pérdida.
Quiere hincarle palabras como dientes
verle la carne arrancándole sombras
sudar con ella igual a las bestias
que nada esperan y todo lo advierten.
Nadie está condenado a creer.
Pero creyendo nace un alivio
un respirar que se suaviza
y hace volver los ojos a ese soplo
que está en todas partes y espera.

Marca de agua


Lenta es la luz
cuando quiere alumbrar
los pozos de lo olvidado.
A Brodsky lo encerraron
por huevón,
por "parasitismo social"
y nadie supo entonces,
nadie sabe ahora
que muchos más quedaron
saludando muros eternamente.
Hay quienes esperan,
hay los que confían
en que sus huesos se abracen,
se froten y clamen por ellos.
Lenta es la luz y la luz es
la confirmación del abismo.
Estéril soñar con poetas apolíneos
que caminen, lloren, canten
con una marca de agua en el alma.
Inútil todo
y las bombas que amenazan
caer como cae la lluvia.