Isolda Dosamantes

Poemas de Isolda Dosamantes

Seleccionamos del listado de arriba, estos poemas de Isolda Dosamantes:

Una sirena eterna (III)


El arquero prepara su flecha hacia la presa: gacela agazapada en el rincón de unas cobijas.

Una sirena eterna (II)

Las estrellas se apagan en el grito de la asfixia, el aroma a felino emana de su piel, se tambalea la noche entre las nubes que han tiznado la luna hasta esconderla. Empiezan a inundarse lentamente del aroma del hielo derretido de sus cuerpos.

Una sirena eterna (VII)

El cazador deja libre a la presa: la ventana, la puerta, la reja de par en par, reciben el aire fresco y la luz cegadora del invierno.

Una sirena eterna (I)

Abre sus fauces en la noche que despliega una luz trémula, olor a gato invade las paredes, enrojecen sus ojos por la presencia del humo de cannãbis, que asalta ya su sangre.

Nada ha cambiado.
El mismo pantalón de hace diez años,
el agua de colonia,
la barba que desliza por mis muslos.
Sólo en el rincón más escondido de sus ojos,
hay una lágrima en silencio.


Abre sus fauces, sus uñas son garras que arañan un costado, su boca se concentra en desgajar los senos de la muchacha que mira las estrellas entrar por la rendija de una cortina que cubre la ventana.

Una sirena eterna (IV)


El arquero agita la cuerda y se enternece al ver la piel en espiral, el arquero mira los párpados de la gacela inconsciente, apuntala la flecha: su piel es cuerda de la que surge la vibración certera que desgarra el silencio con tonos agudísimos. Sus pestañas, al deslizarse por el rostro, revelan una luz brotar entre los dos. El arquero detiene la flecha y acaricia el pelambre de su presa.

Una sirena eterna (VI)

Se escuchan los autos, el ronroneo de una mujer agazapada y la respiración de un gato. El arquero moja la tela con saliva, un gallo puntual anuncia la llegada del alba.