El regalo

Heberto Padilla

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He comprado estas fresas para ti.
Pensé traerte flores,
pero vi a una muchacha que mordía
fresas en plena calle,
y el jugo espeso y dulce
corría por sus labios de tal modo
que sentí que su ardor y avidez
eran como los tuyos,
imagen misma del amor.

Hemos vivido años
luchando por vientos acres,
como soplados de las ruinas;
mas siempre hubo una fruta,
la más sencilla,
y hubo siempre una flor.
De modo ue aunque no sean
lo más importante del universo,
yo sé que aumentarán el tamaño de tu alegría
lo mismo que la fiesta de esa nieve que cae.
Nuestro hijo la disuelve sonriente entre los dedos
como debe hacer Dios con nuestras vidas.
Nos hemos puesto abrigos y botas,
y nuestras pieles rojas y ateridas
son otra imagen de la Resurrección.
Criaturas de las diásporas de nuestro tiempo,
¡oh Dios, danos la fuerza para proseguir!

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