Otro texto para nuestro taller de usos ortográficos

Otro texto para nuestro taller de usos ortográficos

Hoy toca retomar nuestros artículos sobre lenguaje; ¿están preparados?.

He recopilado en este caso algunos matices ortográficos que me resultan curiosos e imagino que alguno de ustedes pueden haberse encontrado frente a la duda de cómo debían escribirse o utilizarse. Aprovecho para recordarles que la información ofrecida en estos textos suele basarse en los archivos de la página del español urgente, Fundéu.

Encabezado de una carta formal

En primer lugar vamos a referirnos a un tema vinculado estrictamente con la grafía. Seguramente les ha ocurrido alguna vez que al escribir una carta formal y desconociendo el sexo de la persona que va a leerla se han preguntado de qué forma plasmar la ambigüedad del destinatario. Pues bien, existen dos maneras de expresarlo que son correctas y dependerá del gusto estilístico de cada uno, cuál de ellas es la que consideramos más adecuada: Estimado/a (con barra) y Estimado(a) (con paréntesis).

Para confirmar esta regla es conveniente revisar las reglas de la ortografía de la RAE. Allí leemos que la barra sirve para relacionar palabras o elementos de otro tipo con diversos propósitos.

1) Sirve para reemplazar una preposición y relacionar dos elementos, vinculándonos de forma lógica: 180 km/h (kilómetros por hora).

2) También puede servir para expresar de forma sintáctica una contradicción entre dos elementos; no para establecer una relación vinculativa sino disyuntiva entre palabras, por ejemplo. Querido/a amigo/a (querido amigo o querida amiga) La barra debe escribirse sin dejar un espacio para separar las palabras y puede reemplazarse por paréntesis Querido(a) amigo(a).

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Formas usadas del verbo aplicar poco recomendables

Pasamos ahora a una palabra que en algunos países latinoamericanos se utiliza de forma asidua pero con una acepción incorrecta y que ha sido tomada de forma calcada del inglés. Se trata del verbo aplicar como sinónimo de dañar o postularse.

Las expresiones «aplicar a» y «aplicar para» con el significado de «dañar a» u «ofrecerse para» corresponden a un mal uso que se ha vuelto tan popular que la Real Academia ha decidido incluirlo en la última versión de su diccionario de dudas; aceptando, no obstante, que se trata de un americanismo.

Ahora bien, en caso de querer aprovecharnos de alguna de estas expresiones debemos tener en cuenta que, si deseamos utilizar el verbo aplicar con el significado de afectar debemos acompañarlo de la preposición a; y si queremos utilizarlo con el significado de presentarse la preposición adecuada es para. No obstante, es importante recordar que siempre se prefieren otros verbos como afectar, perjudicar o estropear en el primer caso; y postularse, ofrecerse, optar y solicitar, en el segundo caso. Por lo tanto, si queremos cultivar un español culto, directo y comprensible es conveniente que evitemos estos americanismos.

Incorrecto: «Esta medida no aplica a los menores de edad»
Correcto: «Esta medida no afecta a los menores de edad»

Incorrecto: «He decidido aplicar para esa beca«.
Correcto: «He decidido postularme para esa beca«.

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Frases que pueden escribirse con o sin tilde

Sabemos que el lenguaje es un sistema orgánico que va modificándose con el correr de los años y que no puede tomarse como una regla de tres o como un conjunto de teorías exactas, por lo tanto, no es extraño encontrarnos con contradicciones o ambigüedades, tales como la siguiente. Según qué diccionario consultemos la frase «ni que hablar» debe o no llevar tilde «ni qué hablar«.

Según el Diccionario fraseológico del habla argentina, de Pedro Barcia y Gabriela Pauer, debería escribirse con tilde. Pero en la ortografía académica de las letras argentinas figura sin tilde. En este último caso se aclara que se trata de una locución donde el «que» funciona como conjunción y al igual que ocurre con otras similares como «ni que decir tiene» debe escribirse de forma similar. Sin embargo, la Academia también reconoce que la expresión escrita con tilde es aceptada en ciertos círculos académicos por lo que no debería considerarse errónea. ¡Cosas de la ortografía!

¡Oh, libélulas!

Cuando era niña y veíamos una libélula decíamos «Hay aguaciles; seguro que va a llover» y generalmente así ocurría.

Siempre distinguí entre el concepto de alguacil que sirve para referirse a un oficial que cumple una determinada función dentro de una estructura militar y el de aguacil, que estaba vinculado con el concepto de agua (aunque nunca fui lo suficientemente rigurosa como para analizar su etimología). Hace poco me encontré con el término «alguacil» para referirse a esos animalitos anunciadores del agua y me puse a investigar. Y, efectivamente, se puede decir de ambas formas, aunque la forma sin «l» es más utilizada en ciertos países de Latinoamérica y la otra forma aunque poco se utiliza más en España, donde en realidad se prefiere el término de libélula. Y ahora que lo pienso ¿no es acaso mucho más bonito este último? En lo personal he decidido adoptarla y ahorrarme las ambigüedades.

Y hasta aquí los temas escogidos para nuestro artículo de hoy. No se olviden de que pueden consultar las entregas anteriores de este tipo de textos en nuestro Taller Literario.

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