Aurelio González Ovies es un joven poeta español que canta, que eleva su voz poética, con un marcado acento agridulce. El lirismo y la poesía de compromiso le suceden en sus versos. Sus poemas caen lentamente sobre el papel, registrando un acento poético maduro, formal. Ya ha llegado, sin lugar a dudas, a su siembra plena, su palabra.
Es muy difícil ser reconocido (¿imposible, tal vez?), hoy por hoy, en España, como un vate meritorio, sobresaliente, rotundo.
Los caminos de la literatura son amplios y se ramifican bajo la influencia de los azares o del odioso amiguismo.
Las grandes editoriales españolas buscan -casi siempre- publicar un libro de impacto, pues, la verdad sea dicha sin reparos, la venta de obras se ha convertido en un negocio. Un negocio implacable.
Lo mismo ocurre en la Argentina. No importa qué tan buen poeta seas; tus obras no verán la luz a través de las poderosas editoriales que sí promocionan textos de autoayuda y trabajos o escrituras de autores «consagrados» o bautizados con la fama mediática.
LAS DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA
Ha de decirse que Aurelio González Ovies es filólogo. Que es inteligente. Que se gana la vida enseñando, lo cual habla bien de su persona, pues la repartición de su enseñanza se multiplica mediante su sabiduría y su buena voluntad.
En charlas sobre la poesía, en torno a la expresión del verbo, él tiene el don de convocar a las imágenes, a las citas célebres, dentro de un contexto de histrionismo y cultura.
Su poesía no es hermética. Y no es que yo quiera tener en poco la poesía hermética, pero veo que lo sencillo hace buenas migas con el arte universal.
Los versos de Aurelio González Ovies son sencillos. Uno abre la puerta de sus poemas y entra a un campo, a la existencia donde la sabiduría y la brutalidad beben del vino, de la sangre del ser humano, a la vida del hombre pobre y poderoso, del sosegado y del disconforme, al amor y sus conductas, o sea, las dos caras de una misma moneda: dicha y desdicha.
Tiene el autor, como casi todos los poetas, la visión trágica de la existencia. Es que repetidamente, tal vez, la vida le fue quitando sus más preciados sueños.
Por su manera de versificar, por su modo tan -naturalmente- poético de nombrar las circunstancias que median entre la vida y la muerte, por el uso inspirado que hace de las metáforas, por esa inquietante manera suya de ir desprendiéndose de las palabras (y al mismo tiempo desprenderse de sí mismo), Aurelio González Ovies es un gran poeta de España.
Aurelio González Ovies nació en Bañugues – Asturias, en 1964. Es profesor titular de Filología Latina de la Universidad de Oviedo. Vicedecano de Filología desde 1996 hasta la actualidad.
Ha publicado: Las horas en vano, Versos para Ana sin número, En Presente (y poemas de álbum amarillo), La hora de las gaviotas, Nadie responde, Con los cinco sentidos, Tocata y Fuga.
EL MEJOR NEGOCIO
Ganar, abrir, cerrar,
perder. Hoy el encuentro
feliz. Mañana la despedida.
Todo es lo mismo
y contrario. Como la luna
y el día. Todo de luz y de
sombra. Como una noche
muy llena y una casa
tan vacía.
Tomo un sorbo. Reconozco la fe.
Amargamente sonrío:
dulce veneno, la vida.
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USTED seguro que ha sentido vergüenza alguna vez
al decir que en su cuarto caía una gotera
o que su pobre madre le hacía el bocadillo
siempre de natas con azúcar
-son cosas de la vida-.
Confieso que en mi casa el olor a humedad
era casi entrañable
y todos los domingos se comían garbanzos,
salvo en alguna fecha señalada.
Que lloré muchas veces por no querer llevar
los jerseys con coderas
o no tener un lápiz con enanito arriba.
Confieso que la ropa nos la daban los primos
que ahora son albañiles
y que nuestra familia se rompió por la herencia
de unos metros cuadrados de baldosas con taras
-son cosas de la vida-.
Que, a escondidas de todos y hasta los siete años,
tuve el chupete debajo de la almohada.
Confieso que los míos son personas sencillas:
usted sospecha que hablo de un padre que no sabe
lavarse bien los dientes,
de una mujer que escribe con mala ortografía,
de unos hermanos fieles como la misma sangre
y una casa que huele, cada vez que entro en ella,
a las húmedas manos de la melancolía.
Confieso que he nacido donde hubiera elegido
por encima de todo
cada vez que naciera.
AURELIO GONZÁLEZ OVIES