El escritor Fernando Vallejo, nacido en Medellín en 1942, ha renunciado a su nacionalidad colombiana. «Esa mala patria de Colombia ya no es la mía y no quiero volver a saber de ella», fue la dura reflexión del autor de «La virgen de los sicarios».
Residente en México desde 1971, Vallejo recibió la semana pasada la nacionalidad mexicana y ha asegurado que el resto de su vida lo pasará en ese país. En un documento que presentó a los medios, el autor mencionó una serie de situaciones relacionadas a su trabajo, que le habrían demostrado como los vínculos con su tierra natal se desvanecieron paulatinamente.
En un hecho reciente, Vallejo fue demandado por «agraviar a la religión» en un texto que publicó en la revista SoHo, lo que despertó su indignación al considerar que Colombia es el «país de la impunidad», donde asesinos «andan libres por las calles» con la «bendición del sinvergüenza de Álvaro Uribe, que han reelegido en la presidencia». Justamente, con la reelección del actual presidente, Vallejo dice haber confirmado que Colombia es «un país imbécil» y «el más asesino de la Tierra».
El escrito de Vallejo, fechado el 6 de mayo de 2007, fue difundido en la capital colombiana por la emisora radial Radio Caracol.
Fernando Vallejo nació el 24 de octubre de 1942. Ha escrito novelas como «El fuego secreto» (1987), «La virgen de los sicarios» (1994), «El desbarrancadero» (2001), «La rambla paralela» (2002) y «Mi hermano el alcalde» (2004). También publicó ensayos («La tautología darwinista» en 1998, «Manualito de imposturología física» en 2005 y «La puta de Babilonia» en 2007) y dirigió películas cinematográficas («Crónica roja» en 1977, «En la tormenta» en 1980, «Barrio de campeones» en 1983).
A lo largo de su carrera se vio envuelto en numerosas polémicas por sus opiniones sobre la Iglesia Católica, las mujeres y hasta sobre el Premio Nobel Gabriel García Márquez, a quien criticó en varias ocasiones. Graduado en biología, es un activo defensor de los derechos de los animales. Incluso donó los 100.000 dólares que obtuvo al recibir el Premio Rómulo Gallego por «El desbarrancadero» a una institución que alberga perros y gatos callejeros.