Vendrán otros, lo sé,
con amores de manual
y sus protocolos rígidos,
amándote a tropezones,
sin huellas ni sitio,
con la torpeza
de los que huyen
porque la vida los persigue.
Yo, en cambio,
mi torpeza fue un desvío,
un camino que se contempla,
y se bebe a sorbos lentos,
como un café que se enfría
y se nos enfría la tarde
que se arrastra y nos deja
cabizbaja y risueña.
Esa fue mi manera lenta
de quererte,
como la obstinación de un árbol
que nadie advierte
cuando deja de ser retoño.
Pero ya ves:
la prisa se agota
incluso de sus propios latidos,
y la vida quizás empiece a doler
justo donde el alma toca.
Yo te tendré de luna
en mi ventana,
y vos sentirás,
en las cuencas de tu pecho,
las jornadas muertas
de un querer paciente,
un guitarra polvorienta
rendida al olvido.
Al final uno entiende,
que a veces el amor
y la muerte comparten
la misma cama,
la misma forma de querer.
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Autor:
Carlos Baldelomar (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 3 de septiembre de 2025 a las 11:05
- Categoría: Amor
- Lecturas: 6
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