Si una noche me llevaras a tu mesa
y me dieras en el cáliz de tu boca
una fuente inagotable de nepente…
Si pudiera lentamente dejarme llevar,
en tus dulces aguas del olvido…
Si me llevaras bajo la cómplice sombra de tu huerto
para bebernos, uno a otro, hasta que quede solo Uno…
Y si en las noches encendieras las llamas vigilantes de tus ojos…
Nada ya sería igual.
Guarda ese fuego
así como nosotros guardamos la culpa,
la ira y el remordimiento,
como guardamos el amor con feroz recelo.
Guárdate,
que las victorias son insípidas cuando no cuestan,
guárdate hasta que te ofrende el corazón de Mnemosine
y, como una extensión de mi cuerpo, la espada roja desenvainada
indique que podemos abrasarnos
en el fuego delirante
y mis pupilas puedan perderse en el cenit
y mis ojos blancos se apaguen serenamente
como una sábana olvidada
en medio del anochecer.
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Autor:
Lúa Betancourt (
Online)
- Publicado: 17 de agosto de 2025 a las 19:57
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 1
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