Lúa Betancourt

Iluminación

Si una noche me llevaras a tu mesa 
y me dieras en el cáliz de tu boca 
una fuente inagotable de nepente… 

Si pudiera lentamente dejarme llevar,  
en tus dulces aguas del olvido… 

Si me llevaras bajo la cómplice sombra de tu huerto 
para bebernos, uno a otro, hasta que quede solo Uno… 

Y si en las noches encendieras las llamas vigilantes de tus ojos… 
Nada ya sería igual. 

Guarda ese fuego 
así como nosotros guardamos la culpa,  
la ira y el remordimiento, 
como guardamos el amor con feroz recelo. 
Guárdate, 
que las victorias son insípidas cuando no cuestan, 
guárdate hasta que te ofrende el corazón de Mnemosine 
y, como una extensión de mi cuerpo, la espada roja desenvainada 
indique que podemos abrasarnos 
en el fuego delirante 
y mis pupilas puedan perderse en el cenit 
y mis ojos blancos se apaguen serenamente 
como una sábana olvidada 
en medio del anochecer.