No todos mis escritos son poemas, y no todos mis poemas están registrados. (safeCreative) Por lo tanto, son regalos de mi alma para ti. Úsalos y medítalos sabiamente. Black Lyon
¡Oh, Señor!
Lleno de escapularios o biblias está el crápula moralista escrupuloso y narcisista;
Como el fariseo que ante Dios se justifica.
Bailan con la soberbia y quieren que sus limosnas resuenen por todos lados;
¡Oh, Señor, yo soy bueno! ¡Oh, Señor, yo no he pecado!
Más el Espíritu Santo les restriega en el rostro todas sus fallas;
el Guarda reafirma lo execrado, pero el fatuo arma sus entelequias teológicas.
Dice el necio: ¡Esto está permitido! ¡Esto no está permitido! ¡Esto viene en la Biblia! ¡Esto no viene en la Biblia!
La bondad se ejerce en el silencio, mas la justicia debe ser con criterio;
quien de su suplicio hace un teatro, abominable es;
idólatra, y no un santo; es lo que fue.
No sean, pues, este tipo de narcisistas:
que por sentir que conocen más a Dios,
se perciben salvos.
Se sienten llenos de gracias divinas,
e influenciados por el Espíritu;
mas no sabemos cuál espíritu.
El buen cristiano debe buscar la sabiduría,
y el principio de la sabiduría es el temor a Dios.
El buen cristiano debe sufrir humildemente,
y no creer que, por mero sufrimiento, va a salvar su alma.
Procurar la humildad es primordial:
¡Qué tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha!
No te vanaglories y ama a tu prójimo como a ti mismo.
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Autor:
Sir. Black Lyon (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 29 de mayo de 2025 a las 11:25
- Comentario del autor sobre el poema: Al igual que la catarsis en tribuna, este es una agresión al ego del autor. Muchas veces uno como cristiano piensa que ya está cerca de Dios por cumplir preceptos, pero cuando uno se escudriña bien, el Espíritu te muestra tus pecados y el porqué son tan graves. Cuando en gracia te sentías, comienzas a sentir la verdadera gracia de conversión. También corremos el riesgo de ser narcisistas que amen el suplicio para darle sentido a su vida y mostrar a todos: ¡mírenme cuánto sufro y cuánto merezco el Cielo! ¡Cuánto he hecho; qué santo soy! A simple vista no se ve el deseo de reconocimiento y soberbia, pero a veces el más 'abnegado' puede solo estar ejecutando su papel de bienhechor para obtener beneficios, alabanzas y, en secreto, sentirse superior a los demás por su grado de 'espiritualidad'. Seamos humildes, busquemos la verdadera humildad; oremos y reflexionemos. Recordemos que los demonios son expertos teólogos que pelean entre ellos mismos con grandes argumentos, estos pueden inocularnos dudas e ideas que parecen ser de influencia divina e incluso buenas, pero caemos en un error, en el error de no analizar nuestros errores. Dios nos bendiga y la Virgen nos cubra con su manto.
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: La Hechicera de las Letras
Comentarios2
Somos santos por la sangre de Cristo y su justificación. No por obras propias. Usted critica pero sin darse cuenta reafirma lo que critica.
Me imagino que es de una denominación diferente a la Católica, siempre tenemos roces con eso de 'fe y obras'. Pero el punto clave en el texto es reflexionar sobre nuestro propio estado de gracia. Si usted ya se considera salvo, poco más tenemos que hablar.
Hacemos obras no para ser justos pues ya somos justos por Cristo. Las obras nuestras dan testimonio de que somos justos.
Creo que usted no entiende muy bien que es la salvación.
¿Usted ya es salvo?
La salvación es cuando Dios traiga su ira y los cristianos sean salvos de esa ira.
Seré salvo no por mis obras sino por la justicia en Cristo y mi testimonio.
La justicia divina está siempre subordinada a la misericordia de Dios; la misericordia divina es mayor. Dios nos ha abierto las puertas del Cielo, más nada impuro puede entrar al Paraíso. ¿Por qué razón salvará Dios al hombre de su ira? Por sus obras. Y tiene razón, el testimonio per se es una acción que le redimirá.
Sus obras no lo salvan porque Dios es perfecto y para ir según sus estandares de justicia usted debe ser perfecto. Solo Cristo es perfecto.
Sino para que murió Cristo
Mateo 5:48 Somos semejanza de Dios, no somos Dios; debemos de ser perfectos conforme a nuestra naturaleza.
Cristo es el nuevo Adán, vino a abrir las puertas del Cielo a todas las almas. La preciosa sangre de Nuestro Señor es una extensión de su infinita misericordia que nos invita a acercarnos a Él.
Si. La sangre de Cristo nos limpió los pecados. Nunca podremos dejar de pecar del todo pero siempre estaremos mas cerca de ser como Cristo como evidencia que el nos compró.
La perfección de ese pasaje invita al amor a enemigos y amigos por igual.
Claro, Nuestro Señor nos abrió las puertas del Cielo, mas sino fuera por las obras, no habría juicio final y el Infierno no tendría sentido.
Con respecto al pasaje, menciona 'perfectos' como Dios es perfecto en cuanto a semejanza a lo divino. Es decir, alcanzar la santidad; estar llenos de virtudes.
No podemos ser como Dios por fuerza propia en santidad, por eso Cristo nos compró y es su sangre la que nos santifica, no obstante que seamos santos por la sangre del cordero no implica que puedo pecar libremente, o no hacer obras, debo demostrar que fui comprado y dar testimonio de que Cristo está en mi. Ya soy santo, en cuanto a justicia, ahora entra un proceso de santificación progresiva en la vida cristiana, comportándome como Hijo de Dios.
Aun así usted sabe que es imposible ser como Cristo del todo, quizás en algún momento la iglesia logre ser a la medida de Cristo, pero aún no estamos en ese período escatológico.
¡Ah! Al fin de cuentas sí importan las obras. Con respecto a lo escatológico, se hace mención debido a que es un hecho como cristianos que creemos y va a pasar.
Las obras si importan porque sin obras la fe es una fe muerta, la fe ya te compro, la sangre de Cristo te justificó y santificó, pero si con todo eso tu andas por allí comportándote mal, cosa que yo he hecho cabe decir; y andas sin darle comida al hambriento, bebida al sediento, vestido al desnudo, etc. Entonces de que te sirvió la fe, mejor te hubieras quedado en el mundo ya que no das FRUTOS.
Por sus frutos los conoceran dice Cristo.
Sí, pero incluso con todo eso, si uno anda por malos pasos a voluntad, pues va a terminar en el infierno. Por lo tanto, no basta solo la Sangre de Cristo -y no porque no sea valiosa- sino que Él nos da el libre albedrío para decidir si estar con Él o vivir lejos de Él. Ese es todo el asunto.
Si tienes razón en cuanto a que en si la sangre de Cristo te limpió tus pecados, debes dar buenos frutos y evidenciar una transformación, cambiar. A eso Cristo le dijo PERSEVERAR HASTA EL FIN.
Por ejemplo: Un cristiano aceptó la salvación pero luego apostata y abandona la fe sin regresar nunca más, pués como dice el proverbio, el perro volvió a su vómito, o la puerca lavada se volvio a revolcar en el lodo. NO le sirvió de nada que Cristo lo salvara, pues terminó despreciando la obra de Cristo en él.
La cuestión no es solo si acepto la salvación -ya son temas soteriológicos- sino que, como dice: son necesarias la obras y dar testimonio para completar esa salvación. Por eso mi insistencia: Dios nos abre las puertas del Cielo -nos libera- pero también de nosotros depende ser merecedores de esa salvación.
No es el símbolo el que purifica, sino la conciencia que lo trasciende sin maquillaje barato. El problema no es el escapulario, ni la Biblia, ni el templo, sino cuando se usan como espejo para admirarse, en lugar de como ventanas para mirarse dentro. El creyente sincero no necesita mostrarse santo, le basta con no mentirse a sí mismo y si en el camino descubre que es más frágil de lo que aparentaba, Entonces está más cerca de la verdad que aquel que solo predica. La fe no se exhibe se encarna.
Si se cree que el cielo se gana rezando más que el vecino, es porque nunca se entendió que el amor no se mide en letanía, sino en lo que haces cuando nadie te ve. Si la religión hace sentir superior, entonces no se encontró a Dios, se obtuvo una excusa.
Porque Dios no se impresiona con palabras, más bien con lo que hacemos cuando nadie escucha.
La Hechicera de las Letras.
Exactamente, parece un acto sencillo, pero lo hacemos más complicado de lo que es. La autocrítica y reflexión son las que nos deben pulir el alma. Escuchamos a algún maestro espiritual que nos oriente -y sabemos que tiene esa autoridad moral- pero la mayoría de nosotros necesitamos un pensamiento crítico para ver en realidad la intención de nuestro actuar.
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