Vikingas

macridi

VIKINGAS

A finales del siglo XIX y comienzos del XX, llegaron al Río de la Plata gran número de jóvenes inmigrantes, con el objetivo de trabajar y construir sus familias. Entre éstos, llegaron los padres de María Nicolasa, que se asentaron en la zona del Tigre, en la que trabajaban y donde nacieron varios de sus hijos.

Por circunstancias que desconozco, la madre abandonó el mundo terrenal, siendo aun muy joven, dejando hijos pequeños.

Quizás al padre se le presentó una mejor posibilidad laboral, o una solución para continuar junto a sus hijos, por lo que emigró a Uruguay, donde se desempeñó en establecimientos rurales.

Allí crecieron los niños, hasta que los varones pudieron cortar el cordón con el padre y hermanos y se alejaron para trabajar; mientras las niñas, continuarían brindando sus servicios, junto a las cocineras de la estancia, que de cierta manera, sustituyeron a la madre, hasta que se hicieron “adultas”, alrededor de los quince años y contrajeron matrimonio.

La mayor lo hizo con un joven hacendado que le permitió llevar a su hermana con ella, para que la ayudara en las tareas del hogar.

Al poco tiempo, ésta también contrajo matrimonio, con un trabajador rural, que se desempeñaba, como peón o tropero, actividad que lo alejaba del hogar, una chacra, donde además trabajaban con los hijos, que fueron llegando con el paso de los años.

Coincidentemente, las dos hermanas fueron madres de cinco varones cada una, que siguieron la tradición paterna mientras dependieron de la voluntad de los padres, y luego, cada uno fue buscando su destino, principalmente en diferentes ciudades.

De los hijos del peón rural, he oído que la vida fue muy dura, de trabajo casi forzado, pasando de uno en otro, que les proporcionara mejor paga.

Mientras tanto, iban aprendiendo distintos oficios y forjando su carácter.

La joven madre muchas veces debió representar al padre, que por razones obvias estuvo ausente, y no vaciló en utilizar el rebenque, para “enderezar” al chiquillo, que osara faltarle el respeto, desobedeciendo sus órdenes.

La escolaridad fue muy escasa, segundo año, quizás algo más, aunque aprendieron como por “ósmosis” lo que la maestra les enseñaba a otros alumnos y todo lo que la vida les fue ofreciendo.

Todas las actividades de la chacra eran realizadas por ella y sus muchachos. Cuando el mayor tuvo ocho años, ensillaba el petiso que les ayudaba en las tareas y junto a otro hermano, llegaban al “pueblo” para vender algunas docenas de huevos, choclos o algún otro excedente.

Al regresar lo hacían con la maleta llena de comestibles: azúcar, café, yerba, fideos y jabón. El resto de lo que consumían, provenía del trabajo de la chacra.

Estos viajes les permitían ir conociendo gente y distintos oficios; panadero, albañil, mecánico, etc.

Así se contactaron con quienes les darían empleo, en ocasiones con cama, lo que significaba un sistema de casi esclavitud. Allí no había horarios ni momentos para el juego.

En las chacras o tambos donde fueron “colocados” por sus padres, pastoreaban las vacas, las llevaban al arroyo, las traían, las ordeñaban, preparaban la tierra para sembrar o recogían las cosechas, y sinnúmero de actividades.

Luego bañarse con agua del molino, o lavarse un poco, antes de acostarse sobre un catre de tijera, cubriéndose con acolchados confeccionados por la madre, o con cueros de oveja, y en noches calurosas a cielo abierto.

El día libre atravesaban campos caminando a veces horas, hasta llegar a un camino, donde pudieran encontrar a alguien, que los acercara hasta su casa.

Allí eran bien recibidos, pronto encontraban cómo “entretenerse”, trabajando en lo que fuera necesario.

Al escuchar sobre esta vida, la emoción me atrapa, me conmuevo al pensar, cuán difícil debió ser, llena de exigencias, de peligros y con escasas gratificaciones afectivas.

Quizás la falta de la madre en la más temprana edad, sumado al prejuicio de que los hombres deben ser fuertes, estuviera en la mente de la madre y le impidiera, abrazar al hijo y dejarlo descansar para reponerse.

El entorno machista donde le tocó vivir, acentuó su carácter fuerte, dándole características masculinas.

Fueron muy pocas las mujeres que ganaron su amistad, generalmente no les tenía aprecio a las jóvenes vecinas que iban y venían, así fueran a algún trabajo.

La recuerdo en mi niñez, sobriamente vestida, el cabello lacio, corto, sujeto con peinetas a ambos lados o con la cabeza cubierta con una pañoleta negra, debido al luto y después de blanco.

Hoy podría decirse que llevaban una vida algo “trágica”, más aún cuando el producto de lo trabajado, era administrado por la madre, ante cuya mirada no se atrevían a mentir ni guardarse ninguna moneda.

Al transcurrir los años e ir tomando conciencia de que no era justo este sistema y que además, tenían otras posibilidades, los jóvenes comenzaron a alejarse del hogar.

Primero buscaron trabajo en la ciudad y regresaban en bicicleta, su primera adquisición importante. Luego, fueron quedándose a vivir en ella.

Pocos años transcurrieron para que compraran un terreno y edificaran una hermosa casa, con amplio fondo.

La vida de la chacra quedó atrás, el padre, aquejado de algunos males, dejó el trabajo de tropero y consiguió empleo como sereno, en una importante casa comercial.

Ya los hijos estaban trabajando y construyendo sus vidas, alguno con familia a cargo.

Quiso el destino que el mayor de ellos, soltero aún, aficionado a los vuelos, perdiera la vida, durante una práctica. Allí la mujer fuerte, capaz de sustituir al hombre en sus más exigentes y duros trabajos, que no vacilaba en hacerle frente a nada, se hundió en el dolor, y se transformó en una débil mujer, vestida de negro; desconocida para sus hijos y con su salud resquebrajada.

Pasaba el día encerrada en la casa, realizaba las tareas hogareñas y la quinta en silencio, rutinariamente.

Ahora los que aún no tenían familia, vivían junto a ella, tratando de no disgustarla.

Se volvió extremadamente posesiva, hacía lo imposible para que continuaran a su lado, en la casa paterna.

El aparente desamor que había mostrado mientras fueron niños, se transformó en un sentimiento casi obsesivo, que tanto molestaba a quienes serían las esposas de los hijos.

Sería a través de las nietas que las aceptaría aunque con algún reparo. Indudablemente que ninguna tendría su molde, un estereotipo con formas femeninas, cabellos rubios, ojos brillantes y azules de mirada casi aguerrida.

Siempre lista para hacer notar “los errores”, el vestido demasiado corto de las niñas, lo poco leudado del pan, etc.; lo que la hacía una persona temible para las nueras y poco querible.

En contraposición era generosa con la comida, que elaborada en forma casi permanente. Sentía gran placer por servir a los hijos con abundantes platos, panes caseros y dulces que preparaba con recetas, que quizás aprendió en su juventud, junto a las cocineras de las estancias.

En el terreno que se extendía hasta una cañada emisaria del río Negro, limitado por un alto cerco de ligustros y paraísos, se podía encontrar de todo: cebollas, tomates, papas, boniatos, maíz, hierbas aromáticas, coles, repollos y hasta algún girasol cuya flor adornaba, a la vez que sus semillas servían para tostarlas o para darles a las gallinas.

No faltaban las hermosas rosas y dalias de diferentes colores y tamaños. Los gladiolos, el tul de ilusión, las marimoñas, alelíes, alverjillas dobles en los cercos y tantas y tantas flores.

En éstas quizás volcaba su femineidad, al presentarlas con orgullo en el centro de la mesa, en el gran florero de loza.

Todo tarro o recipiente en desuso era utilizado para este fin, multiplicando así, el espacio cultivable.

Alternaba los cultivos según la estación, aprovechando al máximo el espacio disponible, dejando caminitos, para desplazarse con la regadera o la manguera.

Recuerdo el momento del riego; me parece sentir la fragancia de la menta, al igual que al acercarnos al final del terreno, recibir el aire más fresco, por la influencia de la cañada.

Este momento era gratamente compartido, aunque no faltaba la recomendación, para que no nos ensuciáramos la ropa, hecho imposible de evitar.

Nuestra curiosidad nos llevaba a querer trasponer el cerco, cuya prohibición era total, no sólo era peligrosa por la profundidad, también, andaban “muchachos”, tratando de cazar alguna nutria o tortuga y ¡vaya a saber, qué nos podrían hacer!

La visita a su casa no era algo que nos atrajera, probablemente terminábamos con alguna reprimenda, por lo que no íbamos con mucha frecuencia.

Esto ocurría especialmente cuando nos negábamos a besar a su amiga, una vecina de edad bastante avanzada, que hoy calculo alrededor de los ochenta años.

Ésta, de rostro apergaminado, mirada escudriñadora y de voz grave, sumada al olor a tabaco y a colonia, nos producía gran rechazo, por lo que demorábamos la entrada al lugar donde ella se encontraba.

Sin dudas que esto no pasaba desapercibido para ambas y entrecruzaban disculpas y justificaciones.

Por varios años mis hermanos y yo, fuimos únicos nietos, los que debíamos almorzar antes que los mayores, para así, no escuchar las conversaciones que tendrían lugar durante el almuerzo.

Generalmente éstas eran de trabajo o algún chisme de vecindario.

¡Qué otra cosa podrían conversar para que no pudiéramos escuchar!

Lo cierto es, que mientras almorzaban los adultos, disfrutábamos los dulces caseros o intentábamos que el loro charlatán, aprendiera alguna palabrota, a lo que nos respondía, con su repertorio de saludos y gritos, que atraían a su dueña.

Un día se abrió la jaula. El loro salió volando, más bien revoloteando con su ala cortada.

Se cayó en la pileta con agua. Lo sacamos casi ahogado y al buscar algo con qué secarlo, no pudimos evitar que se enteraran, lo que significó su enojo y un retirarnos a nuestra casa, directo a la cama; el peor de los castigos para un domingo.

Para la abuela como ocurre con casi todas las personas solitarias, las mascotas constituían su mayor compañía, el loro, su perro y hasta un hurón que le llevaba cosas, hasta el cajón que oficiaba de madriguera, hecho que contaba con alegría.

Por todo esto preferíamos visitarla, al regresar de la escuela.

En ocasiones llegábamos y nos convidaba, con alguna de las exquisiteces, como los boniatos asados en la cocina económica, luego que los engrasaba y envolvía con papel de estraza, por lo que al llegar a nuestra casa, lo hacíamos satisfechos y recibíamos la reprimenda por habernos demorado y no querer la sopa.

En esa época parecería que los adultos, siempre encontraban motivo para el rezongo o la penitencia.

Los niños y adolescentes no tenían voz ni voto, no importaban sus sentimientos, ni apetencias; ni hablar de considerarles derechos; sólo obligaciones.

 El tiempo fue pasando casi rutinariamente para aquella familia y otras, que conformaban la cuadra, hasta que un día se divulgó la noticia, que marcaría sus vidas para siempre. Serían expropiados, porque allí pasaría la ruta que se uniría al puente sobre el río Negro.

Primeramente el espíritu guerrero de la abuela se opuso. Gritó que a ella, no le iban a hacer salir de su casa para derrumbársela. Que demasiado sacrificio hicieron sus hijos para construirla.

Hasta que llegó el momento crucial. El Estado indemnizaría a quienes se vieran perjudicados por esta situación, así que deberían buscar otra casa, en un determinado plazo.

Otra vez como antes al perder al hijo se derrumbó, ante la impotencia, sobreviniéndole, una hemiplejia, que la dejó disminuida.

Sin otra alternativa debieron abandonar la casa, hecha a medida; la que satisfacía todas las necesidades y fundamentalmente que fuera construida, con el esfuerzo de quienes la habitarían.

No había demasiado tiempo, imposible construir una nueva, por lo que compraron una, ubicada en mejor zona, pero muy diferente en cuanto a calidad y comodidad.

Pronto las casas fueron demolidas. A pesar de nuestra juventud también sufrimos por el hecho. Nos unimos al llanto de la abuela.

¡Cómo calmar ese dolor! No hubo ni habrá manera; ni antes, ni ahora.

¡Qué difícil de traducir, todos los sentimientos que un hecho así, produce!

La adaptación a la nueva casa se realizaba lentamente, aunque en realidad nunca existió.

Permanentemente la añorábamos todos, aunque la que más lo sufría, era ella.

El abuelo de carácter más tranquilo, poco comunicativo y menos arraigado quizás por su pasado a lomo de caballo, quizás por sus orígenes canarios, se resignaba y le pedía que lo hiciera, para que no se enfermara más.

Lamentablemente tanta angustia, sumada a un sistema de alimentación no adecuado, determinó que su salud, continuara decayendo, hasta que le fue imposible continuar a cargo del hogar.

Para cuidarla nos trasladamos a su casa, luego de un cónclave familiar. Por primera vez, mi padre nos consultó, sobre esa decisión, haciéndonos saber, que no iba a ser fácil y que deberíamos colaborar, sobre todo con nuestra madre.

Día a día presenciamos cómo se resistía frente a la incapacidad, mostrando el carácter que en otras épocas la hacían parecer, la más fuerte de las mujeres y que la hacía merecedora de nuestra parte, del apodo: “la vikinga”, por compararla con la fuerza de aquéllos, que conocíamos a través de las revistas de historietas.

Han pasado muchos años de aquella época. Hoy comprendemos un poco más, la psicología de la abuela, que no recibió el amor de su madre, porque la vida se la arrebató, como también, le llevara al hijo, que despidió con un: “ya vengo” y lo recibió en cenizas; sumando a esto, la pérdida de “su casa”.

¡Cuántas pérdidas marcaron su vida!

¿Cómo podría demostrar amor, si ella recibió tan poco?

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Comentarios18

  • xiomara jaqueline gonzalez rassman

    EXCELENTE RECONOCIMIENTO CON TU RELATO, QUE LE HACES A TU ABUELA. ME ENCANTO LEERTE AMIGA.
    FELIZ NOCHE, ABRAZOS.

    • macridi

      Gracias Xiomara ! Me encantó tu visita y que te haya gustado leerlo, a pesar de su extensión. Felicidades para ti!

    • luisa leston celorio

      ¡Oh las abuelas! cuantas historias llenas de fortaleza nos dejaron!. La Wikinga, quizás su fortaleza la llevase en las venas si por ella corría sangre de aquellos que un día conquistaron mi tierra ya que la historia dice que eran rubios, fuertes y audaces.

      Es cierto que a las personas se les forma el carácter a través de las vivencias que les tocó vivir. Mi abuela fue una mujer fuerte,de carácter indomable, pero también es cierto que le toco desde muy joven luchar sola para sacar a sus hijos a delante, en tiempos muy difíciles donde ser una mujer viuda, o sin marido era casi un pecado, pues nadie les tenía en cuenta y encima tenían que demostrar continuamente su decencia.
      Hace un tiempo que comencé un relato titulado. GENERACIONES, donde trato de contar la vida de las mujeres de mi familia por parte maternal, incluida parte de mi vida, ahí estoy trancada, pues de no ser sincera prefiero no hacerlo, y si lo soy es posible que haya quien no le agrade, pues a pesar de no nombrar a la persona seguro que se verán reflejados.
      Me encantan tus relatos maestra en el arte de contar y dejarse entender.

      Un abrazo amiga

      • macridi

        Muchas Gracias por tu atención; y con respecto a la ascendencia de mi abuela solo sé lo que escuché alguna vez. Decían que sus padres eran vascos franceses. Quizás sus apellidos europeos puedan aclarar el origen. Caillabet Moliere. En realidad nadie me ha podido decir nada. De sus parientes cercanos no conozco sobrevivientes, y mi padre con sus 89 años casi no recuerda. Tienes mucha razón que la vida de las abuelas debió ser muy sacrificada, y difícil por múltiples razones, y sobre todo por el dedo acusador del grupo familiar, y la sociedad en la que vivían. Coincido contigo en que la autobiografía tiene sus dificultades por lo mismo que expresas; en definitiva la censura de los demás. A mí me pasaría igual que a ti. Un abrazo para ti, Luisa.

        • luisa leston celorio

          Saludos Macridi. El norte de España. De ahí que los del norte tengamos unas características físicas distintas a las del sur aunque ahora ya apenas se percibe dado a la emigración de unas provincias a otras, pero hay lugares que se nos distingue bien a los de Norte con los del Sur, ellos morenos y nosotros rubios o castaños.

          LA SOCIEDAD NORDICA
          Él es de una altura media, piel blanca y ojos claros, predominan los castaños y rubios. Duros, de huesos anchos, están acostumbrados a climas fuertes. Son emotivos con una estructura familiar basada en la "stirpes" donde las relaciones y vínculos familiares son importantes. La poesía o una narración bien contada les apasiona.

          Esto es más o menos lo que saqué de uno de mis libros de historia y geografía. Cerca de donde vivo hay un pueblo pesquero que aun tiene los rasgos vikingos muy marcados, hay muchos pelirrojos y constitución fuerte. Dicen que se mantiene la fisonomía dado que fue un pueblo que vivía aislado. Ya los jóvenes y no tan jóvenes, personas de mi edad perdió parte de sus características. Los vascos también fueron invadidos por los vikingos, sobre todo los de la costa, así que como nosotros llevan parte de sus genes escandinavos. claro que después de tantos siglos y mezclas ya queda lo que queda, Los del sur llevan en su sangre más mezcla moruna pues fueron los del norte de áfrica quienes les "invadieron" Lo pongo entre comillas ya que sobres esto hay mucho que contar. Los vascos tienen unos apellidos muy que les difiere mucho del resto de los españoles, en cada lugar tenemos algunos que son de la zona pero los de los vascos se diferencian mucho más. Mis apellidos son. el primero Lestón, es gallego ya que mi padre era de la provincia de la coruña, pero es de descendencia nórdica. El segundo Celorio es muy asturiano, es decir de la provincia donde vivo y nací, de aquí era mi madre. En cuanto a mis relatos familiares intentaré seguir poco a poco, ti me estás dando un idea, ir colgando por capítulos, así me veo obligada a seguir escribiendo.
          U abrazo amiga.

        • Hay 1 comentario más

        • claudia07

          HERMOSO HOMENAJE AMIGA , PRECIOSO RELATO ,ABRAZOS

        • EL MANU

          Excelente relato querida Macridi, y me aúno al homenaje a tu querida abuela "Vikinga", sinónimo de mujer valiente y guerrera. Mi saludo y un abrazo cordial.

        • FelixCantu

          Qué historia, amiga.... Hermoso homenaje...!!! Felicidades por sus letras, hermosas...
          Saludos

        • jose miguel hernandez l

          BELLO RELATO DE TU ABUELA.
          LA VIDA EN LAS ZONAS RURALES ES DURA.
          YO SOY DEL CAMPO. Y TAMBIÉN VIVÍ ÉPOCAS. DIFICILES

          ME AGRADO LEERTE.

          SALUDOS

        • Angel Reyes Burgos

          Genial trabajo querida amiga y ya me empape de algo de historia, bendiciones a tu abuela en el cielo y feliz día para ti, Un abrazo amiga.

          • macridi

            Muchas gracias por acercarte a mis letras, y por tus deseos para el alma de mi abuela, y para mi. Mi fraterno abrazo, y qué la vida sea buena para ti: macridi

          • Enrique del Nilo

            Leerte, me ha llevado por un recorrido
            de mi día a día
            labores de labranza
            vida de campo

            Empáticamente
            me uno a tu homenaje
            a esos seres
            que pese a las adversidades
            crearon dinastías

            • macridi

              Gracias Enrique! Me conmueve encontrar tanta empatía; saber que la distancia es solo ficción para quienes valoramos, y compartimos recuerdos y sentimientos. Creo que mi abuela se sentiría muy feliz al saber que su vida quedó plasmada en mis letras, y que poetas como tú se unan a este humilde homenaje: macridi

              • Enrique del Nilo

                Un dechado de excelencia
                que has dejado en esta entrega
                nos arrastra a quienes llega
                y si vivimos la experiencia
                nos identificamos aún más

              • FLORENTINO II.-

                HERMOSA HISTORIA CONTENIENDO TAntos recuerdos familiares, lastima que lA abuela tuviera que sufrir tanto,


                gran historia como homenaje al esfuerzo de inmigrantes

                un fuerte abrazo.

                • macridi

                  Muchas gracias por tu paso por mi relato y el comentario sobre el mismo. Como me has hablado de inmigrantes ; te invito a leer: Nostalgias y ausencias. Te dejo un fraterno abrazo de amistad .

                • FelixCantu

                  Qué generoso escrito, amiga, y más por significar tanto para usted. Me parece muy interesante y pues Dios la tenga en el Cielo... Igual yo recuerdo a mis dos abuelitas, que tuve la gracia de conocer...
                  Muchos saludos amiga, y ahora yo soy abuelito de dos niños... Je je je
                  Saludos

                  • macridi

                    Gracias por la disposición hacia mi relato y el comentario. Nosotros también somos abuelitos de cuatro, y se aproxima el quinto. Es un estado muy hermoso, y por nuestras vivencias, ahora nos podemos "acercar" a nuestros abuelos, y valorar sus vidas como quizás no pudimos hacer cuando los teníamos. Un gusto saludarte amigo. Mima mucho a tus nietos: macridi

                  • Maria Hodunok.

                    AMIGA, muy dificil comentar estas letras, que llevan dentro una realidad tan cruda. Hay muchas vikingas en el mundo, que luchan y se esfuerzan como hombres, para sacar la familia adelante, me llegó a lo mas íntimo de mi corazón. FELICITACIONES MACRIDI.

                    CARIÑITOS DE LUZ A TU ENORME Y BELLA ALMA.

                  • Diluz

                    Querida Macridi, me he sentido muy feliz de haber encontrado esto que nos has compartido, amo estas historias biográficas, tan auténticas y que son de una grandeza incalculable, debieran muchos jóvenes hoy leer de cómo todo se iba ganando a base de sacrificio, trabajo, abnegación, respeto y amor! porque estas mujeres, especialmente quien ha ocupado la razón de tu relato ha sido un ejemplo de vida y amor de gran coraje, y aunque tal vez no lo demostraba en caricias, su amor era inmenso.
                    Ponernos en la piel de ellas no es nada fácil, pero solo así, tal cual has hecho tú, podemos llegar a comprenderlas y realmente admirarlas!
                    Parecieran de mundos tan diferentes a lo que tenemos hoy, cuando las niñas de quince años van a los boliches bailables, en el mejor de los casos, a bailar…sanamente. Hablar de de lo que en otro aspecto representa la libertad que tienen hoy nos pone entre dos realidades rayando los extremos. Antes tenían que ganarse la vida con demasiado sacrificio, y hoy tantas veces la dilapidan con demasiada liviandad.
                    No debiera de perderse la sana costumbre de hablarle a los niños, de quienes fueron sus abuelos, sus bisabuelos, ellos forman parte de una generación que debiéramos todos mantener presente, tanto para valorar los cambios positivos en los tiempos, como así también poder rectificar muchos valores perdidos.
                    Y tomar también esos ejemplos de lucha tan valiosos y rescatarlos con todo el respeto tan merecido y ganado por esas VIKINGAS, que estoy segura muchos podrán reconocerse en historias propias de familia de inmigrantes.

                    Muchas gracias, muy valioso lo que nos has compartido.
                    Un beso y mi cariño para ti.
                    Diluz

                  • macridi

                    Gracias por tan emotivo como sentido comentario, querida amiga Diluz. Tienes mucha razón en lo que dices, sobre cómo dilapidan su vida muchos jóvenes de ambos sexos. Te cuento que el objetivo de escribir éste, y otros relatos (algunos ya publicados) fue precisamente valorar, rescatar, e inmortalizar a seres de condición sencilla, que con sus historias de vida, bien pueden considerarse ejemplos de lucha, frente a los avatares de la vida. Indudablemente, que si bien es la historia de una de mis abuelas, ésta tiene muchos puntos en común, con la de tantas sufridas mujeres de ayer, y de hoy. Un afectuoso abrazo de Cristina.

                  • El Hombre de la Rosa

                    El encanto de tus letras bordan el corazón puro de la prosa amiga Macridi
                    Saludos afectuosos de amistad
                    Críspulo tu fiel amigo

                    • macridi

                      Gracias por tu generoso comentario. Saludos de amistad para vos, Gran Poeta ! Tu amiga Cristina

                    • gaston campano

                      Excelente el escrito que refleja una casi habitualidad donde muchas mujeres antiguas podrían calificar, mas aún teniendo un atenuante que ahora las abuelas van a parar a una casa donde medio las cuidan sus últimos días de vida, alejadas completamente de lo que fue su familia. agradecido por la publicación que nos trae algunos recuerdos de nuestras vida.

                    • Juan Senda




                      HOLA MI QUERIDA MACRIDITA, YA PODRÍAS HACER UNA NOVELA CON ESE MISMO ESTILO PROSAICO. MARAVILLOSO TRABAJO TE HAS LANZADO PUES ADELANTE CON ALGUNA NOVELA
                      UN FUERTE ABRAZO MI QUERIDA MACRIDITA`

                      • macridi

                        Hola amigo Juan. Gracias por tu elogioso comentario. Te cuento que ya está escrita. Es una novela breve con un contenido ficticio, que publicaré a la brevedad. Ya tendrás la oportunidad de leerla, cuando la publique en PDF. Saludos, y que tengas un lindo domingo. Retribuyo tu abrazo. Tu amiga, muy honrada por tu visita: macridi

                      • El Hombre de la Rosa

                        Son vivencia muy hermosas parra poder compendiar en un hermoso libro, para deleitarnos con tu hermosa y fértil pluma estimada Cristina
                        Seguiré leyendo todo lo tuyo hasta hoy porque me complace por su interés social y humano, preciada señora...
                        Un abrazo de amistad navideña
                        El Hombre de la Rosa

                      • macridi

                        Muchas gracias ,amigo poeta Críspulo. Tu presencia es un gran honor para mí. Te saluda tu amiga macridi.



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