Al repasar la trayectoria del Premio Nobel portugués José Saramago, no es difícil advertir que, en su producción literaria, las referencias hacia el ámbito religioso no son nuevas.
Casi dos décadas antes de presentar «Caín» (libro que, días atrás lo volvió a enfrentar con la Iglesia), el novelista se había ganado la antipatía de varios sectores católicos a través de «El Evangelio según Jesucristo».
En esa atrevida obra que, según aseguró en una oportunidad, nació de una ilusión óptica que experimentó en una calle de Sevilla, el autor aborda de modo polémico la figura de Jesucristo y se permite dudar sobre el verdadero sentido de la devoción católica.
Desde su punto de vista, este material que no tardó en volverse popular en varias partes del mundo «es como una relectura de los evangelios, como un viaje al origen de una religión». Sin embargo, los creyentes más conservadores vieron con desagrado la aparición de ese texto que pretendía presentar a un Jesús rebelde en pareja con María Magdalena y dispuesto a evitar la crucifixión.
Aunque muchos lectores se esfuercen en defender a este libro como una interesante propuesta capaz de entretener y establecer, desde la ficción, una realidad paralela a la que se ha dado a conocer desde la Biblia, lo cierto es que este provocador relato narrado en tercera persona no puede ser bien recibido por aquellos que tienen fe y creen en las versiones bíblicas.
Así como hay que tener la mente abierta para aceptar otras opiniones sin que ello represente una discusión, también se debería respetar el derecho de los seres humanos a creer en lo que uno quiera, sin necesidad de tener que oír o leer textos que acusen de falsedad o nieguen ciertas cuestiones que sólo pueden ser entendidas desde la fe. En este caso, «El Evangelio según Jesucristo» no debería ser criticado porque todos somos libres de opinar y pensar lo que uno quiera pero, asimismo, Saramago no debió haber creado una novela que atenta contra la sensibilidad de ciertos sectores y que, gracias a ello, prometía desde un principio tener el éxito asegurado.