La vida se ha vuelto mucho peor sin Hunter S. Thompson

Puntos de vista en torno a la lectura de Hunter S. Thompson, el último dinosaurio, publicado por la Editorial Gallo Nero. Un libro basado en entrevistas que nos permite tener un pequeño boceto del periodista y el ciudadano que fue el creador del periodismo gonzo.

A Hunter S. Thompson lo recordamos como queremos. Hay algo de apologístico en el empeño de algunos en que lo recordemos como un periodista que vivía drogado y escribía con la cabeza en otro sitio. Es una forma, pienso, de evitar acercarse a la verdad que Hunter labró a pico y pala y que consituye su más grande legado. Ese Hunter es el que a mí me gusta, el que me ha inspirado, el que quiero recordar por los siglos de los siglos. El Thompson político, el tipo cotidiano que quería a toda costa que el periodismo tuviera un valor inusitado para el mundo, el valor que se les daba al cine y a los personajes de la música popular. Y he querido apoyarme en una lectura en la que he estado metida hace poco, donde encontré muchas cosas que me gustaron y renovaron mi amor por Hunter, pero también donde me choqué con ese periodismo sensacionalista que quiso hacer de Thompson carne de cañón, y que me parece una de las grandes miserias de nuestra profesión, contra la que Hunter escribió, y la que por otro lado, terminó consumiéndolo. Sobre esa mirada que se centra en el Hunter adicto reflexiono aquí, porque me molesta que esa sea la imagen que quede de él para la posteridad. Quiero que busquemos a Hunter, que revisemos el personaje que nos hemos creado y al que amamos u odiamos y que encontremos luz en la luminosidad excéntrica de sus ojos.

El personaje contra el abismo

Este libro de la hermosa editorial Gallo Nero nos permite descubrir al Thompson de las entrevistas. Encontramos una recopilación de algunas de las entrevistas más importantes del periodista; y podemos descubrirlo duro pero también vulnerable, y encontrarnos con el niño huérfano que habitaba en su interior con miedo a ser descubierto en el bando opuesto –Esa crianza en la periferia humilde lindando con el barrio aristocrático se está apareciendo todo el rato en su obra–.

Algunas de las entrevistas fueron publicadas en revistas y periódicos de importancia internacional, tales como Playboy, The Paris Review y Rolling Stone, y uno de los grandes aciertos de los editores es el ofrecernos una selección bien definida que nos permite conocer distintos aspectos de la vida y el pensamiento de Thompson.

El texto se acompaña con un prólogo de Chus Neira que podría permitirles a aquellos que no conocen a Hunter, tener un pequeño mapa de su vida, sus obsesiones y su forma de trabajo. Un prólogo acertado en lo que expresa sobre Thompson, aunque también enfocado en llamar la atención sobre los aspectos superficiales del escritor.

Es un libro muy interesante, sobre todo porque Thompson hace afirmaciones valiosas. Hunter no se cortaba ni un pelo, eso lo sabemos, pero sobre todo tenía una lucidez que siempre estaba por encima de los que le entrevistaban. Muchas de las vueltas de tuerca que les da a las preguntas, parecen sin embargo caer en saco roto porque ¡hay que estar a la altura de una mente brillante como la suya! No he leído una sola entrevista donde se note una buena dinámica de conversación: Hunter está solo frente al pensamiento unidimensional del entrevistador en casi todos los casos.

El Hunter que yo admiro

Una de las cosas que no me gusta y que veo siempre en el trato que la prensa le ha dado en viday que es también la imagen que persistr, que ha quedado marcada a fuego en los partidarios del periodismo vanguardista es ese vínculo indisoluble entre creatividad y adicciones. De hecho sé de gente que considera que lo que hizo Thompson fue simplemente poner sobre la mesa una cultura de la frivolidad y las adicciones y tomarse poco en serio el periodismo. Lo cierto es que el personaje que Thompson creó, que disfrutaba de aperitivos algo sustanciales realizados con peyote, lisérgida y cocaína, acompañados con altas dosis de café y bebidas alcohólicas, controlaba la verdad en el periodismo como nadie. Creía en la importancia de decir la verdad cueste lo que cueste, y le pese a quien le pese. Esa es la forma en la que a mí me gusta pensarlo y recordarlo.

En ese sentido, el libro se centra en extractos donde la droga y la incorrección política parecen el tema central de la conversación, como si la verdad no importara. Hunter fue un personaje insólito, pero la prensa moldeó la imagen para convertirlo en un referente difícil de creer y seguir, por ende, también de querer. Esto tiene dos posibles efectos. El que provoca que quienes desean el caos se apropien de sus palabras y de su juego para soportar la vida pero quedándose en la superficie de los símbolos. El otro efecto es que aquellos que buscan el ordenamiento de las cosas se queden con una imagen tergiversada del hombre para odiarlo y despreciarlo siempre que se les ponga a mano, y evitar así que la verdad les haga ruido. Mi idea es pararme en el medio de ambos, y quedarme en la fuerza de los gestos, en las palabras, en aquello que Hunter me enseñó, que es intentar dentro de nuestras capacidades, que las mías son muy inferiores a las suyas, hacer música con el lenguaje. ¡Que viva siempre ese Hunter!



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