Razones para leer «El nombre que ahora digo», de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg)

Exposición lectora en torno a la obra de Antonio Soler que presenté el 4 de marzo en la sede del Centro Andaluz de las Letras de Málaga.

 
 

El miércoles pasado tuvo lugar en el Centro Andaluz de las Letras, la presentación de «El nombre que ahora digo» de Antonio Soler, en una edición corregida por el autor y publicada por Galaxia Gutenberg. He tenido la fortuna de introducir el acto y quiero compartir aquí algunos de los puntos que expuse en dicho acto, para los lectores de este sitio que, debido a las distancias, no han podido acercarse. Espero que les guste y que se animen a leer a Soler, uno de los novelistas más brillantes de España.

 
 

El registro coral en la obra de Soler

«El nombre que ahora digo» es a simple vista una novela sobre la Guerra Civil española, pero creo que ésta no sería una razón lo suficientemente sólida para recomendarla y distinguirla. Existen miles de obras y novelas ambientadas en esa época. Sin embargo, hay una razón sumamente importante para no perdérsela, y es que Antonio Soler tiene una extraordinaria capacidad para ver ternura en donde los demás sólo vemos abandono y sordidez, y además de verla, sabe transmitirla. A través de una prosa cuidada y lírica.

Hay algo que me resultó absolutamente fascinante mientras leía y preparaba esta lectura, y es que encontré en ella, y mucho más que en otras novelas posteriores, la semilla estilística de «Sur». Esa polifonía sorprendente de su más reciente novela ya comenzaba a aparecer aquí. Es decir, y es otra buena razón para leer esta novela, que podemos percibir en ella esa búsqueda que caracteriza a Soler. Su forma de entender o explicar la vida y la literatura, y lo que haya de verdad en ellas tiene más que ver con muchas voces que se cruzan y convergen para dar vida al relato, que con la búsqueda de un lugar moral y estético estático.

A grandes rasgos aquí nos encontramos con un discurso que se construye principalmente desde dos perspectivas. Por un lado tenemos un narrador matrioska en el presente, que es un Soler ficcionado, y por otro un narrador en el pasado, que es Gustavo Sintora. A través de los cuadernos de guerra de Gustavo Sintora, se transmiten los detalles más precisos de los hechos. Estos cuadernos le sirven a ese Soler novelesco para reconstruir el relato de una serie de personajes entre los que se encuentra su padre y el propio Gustavo Sintora, memorista memorioso. Y completan el grupo un par de artistas y saltimbanquis dislocados socialmente.

Este peculiar grupo va de pueblo en pueblo ofreciendo sus espectáculos de variedades, y malviviendo en una casona de Madrid. Hasta que la guerra se recrudece y son llamados al frente, y la vida se tuerce del todo.

Serena Vergara, el nombre que ahora digo, es una mujer madura de la que Sintora se enamora y de cuya relación o quizá deberíamos llamarlo vértigo amoroso, el joven soldado no saldrá ileso. Esta historia de amor y la amistad entre estos personajes variopintos son los hilos de los que tira Soler para sostener y contener un relato exquisito sobre la supervivencia.

Una nueva edición meticulosa

Antonio Soler ha hecho un trabajo de corrección extraordinario. Y aquí tenemos otra buena razón para leer la novela, en esta nueva edición publicada por Galaxia Gutenberg.

Desde sus comienzos hasta ahora, Soler nunca se ha quedado quieto. Ha construido una obra donde lo lírico y lo onírico ocupan un lugar fundamental. Y en los últimos años, sobre todo en sus últimas tres novelas, podemos notar un empeño por la economización del lenguaje, pero sin abandonar sus raíces; es decir, sosteniendo en la brevedad el lirismo. En una época donde se promueve la idea de lo breve por encima de lo detallado, y en el que la economía de lenguaje parece conducir a la mayoría de los novelistas a narraciones famélicas, que a veces parecen más listas de acontecimientos que relatos literarios, la apuesta de Soler resulta revolucionaria e imprescindible.

Su obra nos demuestra que se puede apostar por ambas cualidades, lirismo y economía de lenguaje y que de esa fusión puede surgir una narración exquisita e inolvidable. Dos cosas que los buenos lectores deberíamos exigirles a los escritores y escritoras. Además de su deliciosa corrección, Soler ha incorporado en esta edición un primer capítulo, a modo de prólogo que nos zambulle en el clima de la novela. Lo curioso, y esto es algo que el autor nos contó el miércoles es que este primer capítulo formaba parte del manuscrito original pero fue suprimido debido a que presenta un tono distinto al resto de la novela. ¡Qué alegría que lo haya recuperado porque es un texto extraordinario!

Fidelidad histórica y personajes en el abismo

Sí, «El nombre que ahora digo» es una novela sobre la Guerra Civil, y es necesario decir que el trabajo de reconstrucción histórica parece impecable. Hitos como La Desbandá o La Batalla del Ebro se encuentran narrados con fidelidad histórica. Sin embargo, la sensación que he tenido al leer, y esto es algo que suele pasarme con las novelas históricas de Antonio, es que la realidad y el contexto no son importantes. Parece como si sólo fueran el esqueleto, el armazón contextual, para posicionar a los personajes y contarnos lo que le interesa: una serie de vivencias y experiencias individuales, precisamente las que no aparecerían en una crónica historicista. Cómo consigue aunar con precisión historia y ficción es algo que intuyo que nunca sabremos responder, que tiene mucho que ver con su talento y su duende.

Soler tiene la capacidad de encontrar y transmitir ternura en un contexto miserable. Y aquí nos ofrece ese vértigo amoroso que es la relación entre Sintora y Serena que da un impulso narrativo donde el deseo y la esperanza se convierten en luz. Se pone por encima del miedo y la tristeza de la guerra y nos regala una historia de supervivencia, que no nos abandona cuando terminamos la lectura.

El estilo coral de Soler parece trascender el ámbito de una novela. A lo largo de su obra ha sabido poner a conversar a los personajes de unas novelas a otras. A veces, simplemente utilizando un mismo nombre, sin hacer alusión a otra historia en la que apareciera, pero otras veces extendiendo su vida de una novela a la siguiente. Esto ocurre con Gustavo Sintora y Serena Vergara, y otros personajes de este libro que vuelven en su siguiente novela «El espiritista melancólico». Esta es también otra buena razón para leer ambas novelas, descubrir el pasado y el futuro de los personajes, presenciar la deliciosa capacidad de Soler para contarnos historias y llenar nuestras vidas de fantasmas.

Y voy a terminar con otra cosa que me fascina de su obra, y es que los protagonistas sean siempre criaturas rotas, Están acabados, realmente acabados, y sin embargo, es en esa raja, en esa vulnerabilidad donde se apoya Soler para encender la chispa de la pasión, de la ilusión, y permitirles la esperanza, y permitirnos la esperanza.
Gracias a su narrativa, donde lirismo y economía de lenguaje son toda seña de identidad de su estilo y tono, consigue que leamos y nos quedemos para siempre en sus novelas, repitiendo los nombres que aquí dice. Sintora, Serena, Montoya, Ansaura, Soler. ¡Que nadie se pierda a este maravilloso escritor!

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