¿Por qué «Cara de pan» de Sara Mesa es fascinante?

La escritura de Sara Mesa te llega por dos vías: la de la técnica (es una autora que explora nuevas formas de contar que resultan impactantes) y desde las emociones (tiene una forma de tratar las emociones de sus personajes absolutamente fabulosa). Con estos dos elementos consigue que en tan sólo el primer párrafo de cualquiera de sus historias te quedes atrapado. Y es un hipnotismo que no termina cuando acabas el libro; su atmósfera tenebrosa donde ternura y absurdo se dan la mano se te queda pegada para siempre. Es la mejor narradora de nuestro tiempo; es la autora española que más me interpela y a la que vuelvo en cada uno de sus libros con la seguridad de que no me va a defraudar. Una certeza que pocos autores me ofrecen. Su última novela «Cara de pan» es extraordinaria en forma y contenido. ¡No dejes de leerla!

Narrar desde la perspectiva adecuada

Una chica y un hombre mayor se cruzan por casualidad. Dos almas que habitan entornos hostiles, que se sienten raros, se conocen y entablan una relación. Esta podría ser la sinopsis de «Cara de pan» de Sara Mesa (Anagrama); pero es mucho más que eso: es parte de la biografía de muchas niñas con cara de pan y viejos amantes de los pájaros que han desarrollado una cierta desaprensión respecto a los roles. En un mundo donde lo políticamente correcto se ha convertido en el único modo de relacionarnos sin perder, la publicación de esta novela es un gesto de valentía supremo.

«Cara de pan» es una historia arriesgada que narra una relación que roza el terreno de lo perverso (¿y qué relación no tiene un poco de eso?). Un desconocido de más de cincuenta se hace amigo de una chica que tiene casi catorce. Ella falta al instituto, él le enseña a mirar y escuchar a los pájaros. Ella aprende con él lo que en la escuela no pueden enseñarle. Ella quiere saber si podrían atravesar esa barrera que los separa, que es el universo del sexo, que ella todavía desconoce pero le intriga. Ella quiere. Él se resiste. Él tiene una historia que tampoco aparece en las novelas.

Lo más interesante de la literatura de Sara Mesa es que se ocupa de aquellos a los que la literatura ha ignorado desde siempre. La pregunta es ¿por qué ningún autor se atreve a contar estas historias? Porque asumir el riesgo no es de este mundo. Porque aceptar que podemos estar de acuerdo con ideas que nos enseñan a etiquetar de inmorales es un riesgo que no todos estamos dispuestos a asumir. Lo que Sara viene a decirnos es que las cosas nunca son como nos las cuentan, y que dentro de esas historias estereotipadas hay criaturas que sienten y sufren, que aman y lloran, que se buscan y se encuentran.

Entre las cosas más destacadas de esta novela quiero quedarme con el tono. Sara escoge una mirada casi infantil para acercarnos la historia. Y pienso que este es uno de sus grandes aciertos. Parece como si quisiera nombrar aquello que para el mundo adulto es nocivo y perverso desde la mirada de alguien que todavía está descubriendo el mundo; es decir, que aún no se ha visto influenciado por las normas estructuradas de una sociedad mentirosa que prefiere negar la existencia de los que sufren por no reconocer que se ha equivocado, que ha estado siempre equivocada. Es una mirada inocente que quiere aferrarse a lo prohibido y a lo desconocido, y a quien no parecen importarle las consecuencias (porque las desconoce).

Otra cosa que me ha encantado es el ritmo de la historia, porque las emociones de ambos personajes (endurecidos por las experiencias) nos las va ofreciendo a cuenta gotas. Tardamos mucho en verlos tal cual son (es decir, tal cual se ven frente al espejo) y eso crea una atmósfera de intriga y suspenso muy bien lograda.

Foto. Atelier Literario

Lo perverso en la obra de Sara Mesa

Hay un espacio al que pocos se animan a acercarse quizás porque tenemos miedo de mirar nuestra propia historia y entender lo que hay de perversión en todo acercamiento humano. Muy pocos entonces se ocupan de lo incomprensible del deseo que ha surgido por un truncamiento de identidades. Se explican las historias siempre desde una perspectiva moral donde hay victimas y victimarios y no se buscan los «y si…» ¿La razón? Acercarse a esa posibilidad es meterse en un terreno tenebroso, y desbarajustar el orden social conseguido a base de normalización.

Mesa se anima por ese hueco. Y aquí viene lo mejor. No es importante su opinión sino introducir la duda en esas certezas que asumimos intachables, desde el punto de vista narrativo (dependiendo de quién narre la historia puede ser diferente). Se anima y da vida a esos dos personajes, dejando al descubierto sus miedos, sus miserias, sus soledades.

En la obra de Mesa hay sensualidad y un uso preciso de la tensión del deseo. Y pienso que estos dos elementos son los que sostienen todas sus historias. Y estoy convencida de que es el buen uso de ese elemento lo que vuelve irresistible cualquier cosa que Mesa quiera contarte. Lo mismo que nos ocurre con las personas, nos atraviesa en la literatura.

«Cara de pan» no es una novela moral. La autora no quiere convencernos de la inocencia o culpabilidad de los personajes, sino que busca desvelar una realidad fronteriza que escapa de los títulos de la moralidad, que queda fuera de los parámetros sociales y que podría destrozar las propias lentes en torno a las cuales gravita el equilibrio social.

Sé que a Mesa no le gusta que nombremos primero el carácter (y valor) social de sus narraciones. Dice que a ella se le acercan los personajes, con sus historias y siente la necesidad de contarlas. Es injusto, además por encima de su técnica y su oficio el valor ético de sus obras. Y sin embargo, al leerla es imposible no reflexionar sobre nuestro mundo. En ese sentido creo que «Cara de pan» es una de sus obras mejor conseguidas: desde lo social y desde lo literario. Una historia fascinante, arriesgada y que te atrapa desde el primer instante.

«Cara de pan» es una de las mejores novelas que he leído este año. Y ya tengo ganas de volver a Mesa. Es la única autora (incluidos los hombres) a la que le he leído todo de corrido, sin poder frenar; con las ansias de una bulímica de las letras. No entiendo cómo lo hace pero consigue conquistarme y sorprenderme siempre como si fuera la primera vez. ¡No dejes de leerla!

Foto: El Mundo de Jo



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