Personajes literarios eternos

A lo largo de la historia se han publicado una gran variedad de obras literarias, y muchas de ellas han resultado imprescindibles para el enriquecimiento de la literatura tal cual hoy la concebimos. En este artículo hablaremos de aquellas obras icónicas y de los personajes que han sido fundamentales a lo largo de la historia.

Personajes trágicos que se nos quedaron

William Shakespeare fue un hombre con un estilo muy característico y que redefinió la forma de hacer teatro, consiguiendo obras que estaban entre la comicidad de las obras teatrales de la ópera y la tragedia de los griegos. Fue un autor que consiguió darle un tinte totalmente renovado a la interpretación y colocó el género teatral en un escalón superior al que se encontraba.

Su «Hamlet», el inolvidable príncipe de Dinamarca, es un retrato vivo de un hombre soñador, contemplativo, con escasos escrúpulos y una tendencia irrisoria a la locura. Ese personaje está lleno de contradicciones y permite que analicemos las sociedades de cualquier época con una visión diferente. La desorientación que padece, puede compararse con la de cualquier joven de nuestro tiempo, y por eso este personaje aún sigue siendo mirado con adoración, pues se trata de un ser adelantado a su tiempo, incapaz de atarse a las estructuras pactadas. Esto muestra la maestría de Shakespeare, capaz de crear personajes tan diversos y a la vez tan parecidos en algo, románticos, cursis y sobre todo visionarios.

Continuando con los personajes trágicos es inevitable nombrar a Rodia Raskolnikov, de «Crimen y Castigo» (Fédor Dostoyevski), aquel joven aficionado por la justicia y capaz incluso de matar a esa anciana tacaña que sabía prestar dinero a estudiantes asolados por la necesidades y exigirles que se lo devolvieran con muchísimos intereses. Ese estudiante que durante semanas sufre delirios, que se siente solo, sin fuerzas para vivir y que padece de una forma inexplicable el silencio de su madre y la relación con su familia, se ha quedado en nuestra mente desde la primera vez que lo vimos, y nos acompaña desde hace siglos.

Y para nombrar un personaje de nuestra era ¿por qué no acercarnos a Adriana? Ese personajito de «Paraíso Inhabitado» de Ana María Matute. Una niña con una pasión por el conocimiento y por la lectura que asustan y unas ganas desesperadas por permanecer eternamente en la niñez.

Ahora la pregunta que me hago es ¿Qué tienen en común estos tres personajes escritos en épocas totalmente diferentes? La respuesta que encuentro es que todos ellos tienen una capacidad imaginativa que trasciende las murallas que su mundo plantea y que desean ser ellos mismos cueste lo que cueste. El primero, llegando hasta los límites la investigación acerca de la verdadera muerte de su padre aunque inevitablemente esto lo lleve a enloquecer completamente; el segundo consiguiendo darle a esa anciana corrupta su merecido, persiguiendo cueste lo que cueste la justicia, aunque el costo sea su propia libertad y la pureza de su alma; y la tercera, continuando siendo una niña, pensando como una de ellas, dejando se motivar por las mismas cosas con tal de no penetrar en ese universo vació y fatuo que considera la adultez, ser fiel a ella misma implica ser sensible por siempre y sabe que esto no se permite en un adulto.

¿Personajes locos o cuerdos?

Como era de esperarse entre esos personajes entrañables también se encuentra el magnífico Don Quijote, un hombre acusado de ser un demente, de no entender nada de la vida y de llevar todo hasta extremos inimaginables e insanos. Don Quijote no era un tipo normal, quizás ni siquiera pueda ser considerado un hombre, era un ser que flotaba en su espacio, que sabía apreciar de la vida lo que de verdad importaba y que consiguió que incluso su amigo Sancho, un hombre completamente desilusionado por la vida, recuperara ese afán de vivir aventuras y se uniera a él de una forma poco común.

¿Y Ana Karenina? ¿Y Madame Bovary? ¿Locas? ¿Adúlteras? ¿Salidas? La primera, protagonista del libro homónimo de Lev Tolstói, es una mujer extraña que se divorcia de su marido en una sociedad donde el matrimonio era sagrado, algo para toda la vida, y las mujeres eran de un sólo hombre, cansada de una vida que la aburre y que la llena de barreras; la segunda, de Gustave Flaubert, una joven muy apuesta que se casa con un hombre mayor, pero se dedica a una vida desordenada en lo que a relaciones se refiere.

Estos tres personajes fueron para su tiempo locos y descarriados; sin embargo, bajo la mirada de varios siglos de experiencias, podemos decir que no lo eran tanto, que en realidad eran (una vez más) adelantados a su tiempo, capaces de ver más allá de las apariencias y de buscar vivir de una manera diferente a la pautada por la sociedad que vivían.

¿Por qué se volvieron tan imprescindibles?

Existen muchos personajes que han cautivado nuestras mentes, que nos han hecho reír, llorar, pensar y razonar tantas cosas, en definitiva que nos han permitido abrir la mente a una mentalidad nueva, diversa, pero ¿por qué permanecen a lo largo del tiempo?
La única razón que se me ocurre es que sus creadores no se abstuvieron de contar simples o entretenidas historias sino que buscaron ir más allá de eso, intentaron acercarnos una mentalidad y una apertura a la diversidad, tan difícil de encontrar incluso en nuestro tiempo.

Hoy existen algunos, pocos pero por suerte algunos quedan, que como Don Quijote se resisten a creer que los molinos de viento son eso, y luchan contra ellos e intentan demostrar que el mundo no es lo que parece y que en realidad la única posible felicidad está en la fantasía, en ese espacio donde la realidad se nubla y pierde importancia.

Posiblemente los instantes de felicidad que estos personajes locos, descarriados, viciosos, deprimidos y
ausentes hayan podido captar con sus desordenadas vidas, sean mayores que los que suelen encontrar quienes permiten que sus vidas siempre se dirijan por el mismo carril y al mismo destino.

Comentarios1

  • Elsy Alpire Vaca

    Interesante información Gracias.



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