«Noches blancas» de Fiódor Dostoyevski

Si Kafka no se equivocó cuando dijo que la literatura es o debería ser siempre una expedición a la verdad, entonces de lo que se trata es de dar con esos libros que nos cambien. Y en ese aspecto me siento afortunada porque a lo largo de mi vida he chocado con libros que me han conquistado y traumatizado, libros que me han demostrado que estaba equivocada y libros que me han servido para entender que en este mundo loco puede haber un lugarcito para todos si sabemos buscarlo. «Noches blancas» de Fiódor Dostoyevski fue uno de ellos, y por eso he querido traerlo al Desván de los Libros Perdidos, porque es de esas historias a las que vuelvo y me encantaría que nadie dejara de leerlo.

Una novela sobre amores desencontrados

Una de las cosas fabulosas que tienen los escritores rusos y que supieron trabajar con contundencia los afamados autores del siglo de Oro, es esa capacidad para mostrarnos pequeños detalles de su vida cotidiana, de sus ciudades, de su gente como algo impresionante, atractivo y deseable. En «Las noches blancas» desde el mismo título Dostoyevski da protagonismo a un elemento propio de la vida de San Petersburgo, esa luz que se estira y conquista la frontera entre día y noche y hace que todo se vea claro. Y escoge narrar una historia de suicidio, de tormento, para extrapolar y dejar en evidencia el contraste entre tristeza y júbilo.

En «Noches blancas» conocemos la historia de un joven pensador que transita solitario por las calles y puentes de San Petersburgo. Abatido porque está atravesando una situación emocional y económica conflictiva, se deja llevar por el ambiente y la luz de la ciudad para intentar encontrar algo que le ayude a sentirse mejor o que termine de hundirlo. En una de esas caminatas se cruza con Nástenka, una joven de quien se enamora casi inmediatamente. A lo largo de la historia presenciamos los diversos encuentros que mantienen los jóvenes, donde ella le cuenta su triste historia y él la escucha atentamente.

A medida que pasa el tiempo él cree que ha surgido una relación fuerte entre ambos y se convence de que la salvación del otro reside en estar juntos. Sin embargo, la vida lo llevará a golpearse contra su propio idealismo y descubrirá una verdad que le causará mucha decepción.

Explorar la verdad humana

Es ésta una novela en la que Dostoyevski trabaja el tema del amor idealizado, de la ilusión, de esa esperancita que tanto nos invade en esos momentos de proyección y que suele destrozarse en cuanto se convierte en una mínima realidad, que se nos escapa. Finalmente, el desengaño, con todos sus matices se dibuja en la historia e invade las calles blancas de una ciudad que no sirve ya como consuelo para ese joven, que ahora no puede caminarla sin pensar en lo que acaba de perder.

Si bien esta podría ser una de las novelas más sentimentales de Dostoyevski, por la que se ha ganado muchos detractores, por mi parte siempre que la leo me invaden sensaciones potentísimas, sólo comparables con algunos fragmentos de la novela por antonomasia «Crimen y castigo», que esa sí, nadie debería morirse sin leerla. Por todo esto vuelvo a estas noches, a la que podría ser la novela de un escritor que sueña más que escribe, que transmite emociones y se deja llevar, y nos lleva, algo que a veces resulta tan difícil de conseguir en la lectura.

La tragedia que germina y crece en las obras de Dostoyevski en esta novela corta podemos intuirla y vivirla de una forma absolutamente cristalina. La limpidez con la que se van desarrollando los hechos, y los cambios que vive la mente y el sistema emocional del personaje son propios de un autor que ha sabido entender cómo somos, y ha intentado explicar por qué somos como somos.

No he encontrado en ningún autor esa pasión por entendernos que me brinda Fiódor. Cada uno de sus libros es un aprendizaje de mí misma y del mundo que me rodea. Y en este libro en particular se percibe esa pasión y esa destreza por narrarnos. Por todo eso quería incorporar esta novela al Desván de los Libros Perdidos, ¡no dejes de leerla!

Comentarios1

  • Anna.

    Muy interesante !



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