Martín Rodríguez-Gaona: «Todos somos parte de un diseño de ingeniería social»

Si bien el mercado editorial parece estar interesado en publicar a poetas mujeres, quienes ostentan el poder siguen siendo los hombres. Sobre los problemas que atraviesa el feminismo, la sensibilidad y la creación poética hablamos en esta segunda parte de la charla con Martín Rodríguez-Gaona, quien en su libro «La lira de las masas. Internet frente a la crisis de la ciudad letrada» (Páginas de Espuma) reflexiona sobre las dificultades que suponen las exigencias del mercado para los poetas que desean hacer un trabajo poético serio, aliado con el silencio y la tradición literaria. Puedes leer aquí la primera parte de la charla.


 

P—Hablabas hace un momento acerca de tener el discurso feminista pero no la sensibilidad. Y te quiero preguntar si a través de tu investigación llegaste a alguna hipótesis acerca de cómo recuperar esa sensibilidad, que debido a la vida de tanta exposición y frivolidad parece que hemos ido perdiendo…

R—Internet es el punto máximo, la fragmentación de susceptibilidad, que se inició con el mundo moderno. Entonces para escribir, a menos que optes por una estructura totalmente rota o totalmente esquizofrénica, para escribir, te tienes que ubicar en un punto de sentido, desde el cual apoyarte. O dicho de otra manera, más desde la tradición esencialista, buscar el silencio. Eso es lo que cada vez es más difícil. Y para alguien inmigrante digital como yo casi es una cuestión irreconciliable. Lo que yo veo en la gente muy joven es que ellos de alguna manera pueden conseguirlo; si les interesa y si tienen la inteligencia emocional de superar la tendencia adictiva que tiene Internet, pueden ser anfibios, mucho más de lo que los mayores podemos imaginarlo. Pero en concreto, el problema está en que esa gente que hace la mayor parte de las cosas bien tiene pocas probabilidades de figurar en estos momentos, porque las comunidades que tienen visibilidad, o los influencers, o las estrellas de la poesía pop tardoadolescente1, están manejando otro lenguaje. El lenguaje de la intimidad, de la autorepresentación, de la autogestión y cuyo fin fundamental es ser un superventas. Y es que no se puede hacer competir a un boxeador con un nadador. Y en este caso, por el motivo que sea, sólo se está beneficiando a los boxeadores.

P—Si optamos por una tradición y por una creación poética más reflexiva y profunda ¿estaríamos conduciendo nuestra propia poesía a la muerte?

R—No a la muerte. A la muerte pública o editorial, sí. Eso es lo que está pasando en este momento. Pero deseo que se pueda reconducir. Porque yo creo que la importancia de lo digital va a seguir estando allí, porque además la importancia de la mayor parte de lo que ha sucedido hasta ahora está en los nuevos lenguajes que se han generado, en los nuevos lenguajes multimediales, el uso de la autorepresentación electrónica, de las comunidades poéticas, de los guiones…, dinámicas que son nuevas. Pero lo que yo creo que se podrían utilizar para promover propuestas literarias serias y bien definidas. Y esto relacionado con el espacio público que también es fundamental. La alternativa de poesía en los bares, en la ciudad, en el centro y todos esos elementos que la generación de nativos digitales ha descubierto, ha implementado y ha consolidado. Ya esa generación de nativos digitales, esas personas ya están al borde de los treinta años, es decir, están dejando de ser jóvenes para el sistema y no todos son influencers. Y entonces, teniendo en cuenta que el sistema quiere cuatro nombres y esos nombres ya los tiene, la pregunta es ¿los demás qué van a hacer? Porque esos nativos digitales que pueden ser más ambiciosos, más lentos, más literarios, pronto van a quedar desplazados. Creo que la gente más joven, del 98 para arriba ven a los que nacieron al final de los 80 con cierta ingenuidad, porque esa idea de que todos somos estrellas, todos vamos a poder, voy a vivir la vida hipster, de consumo, de qué guapo soy, todo eso no solamente que era una deformación, que venía con que a ese grupo en concreto les tocó todo esto en la adolescencia, un período en que estás dejando de ser niño y la fantasía te lleva hacia eso, pero después de todo ese proceso natural que clínicamente está demostrado que ha deformado cierta sensibilidad hacia el narcisismo a través de Internet, todo esto que ya es historia, de pronto los más jóvenes se ven frente a los hechos reales que son: que hay crisis, que hay desempleo, entonces con que tenga dos dedos de frente, un chico o una chica de veinte años no va a pensar en este momento que se va a convertir en una estrella de Internet escribiendo poesía. Yo lo que percibo es que la gente más joven ve a los mayores y ve lo que ha funcionado y lo que no, y si ve que de estrellas de la poesía pop superventas hay diez, y es muy cuestionable el hecho de que lo que escriban sea poesía, y después influencers poéticos hay uno… Internet no es una posibilidad laboral para alguien que quiera hacer poesía.

P—Señalabas que hay una tendencia cultural general hacia el narcisismo y siendo que la poesía ha intentado crear un discurso del «nosotros», ¿sería posible recuperar esa esencia de la creación poética en una época en la que la entidad del «yo» parece ser lo más relevante?

R—Sí, pero es un yo patrocinado. Como también es un nosotros patrocinado.

P—¿Te refieres al femenismo?

R—No solamente al feminismo, que es una cuestión de género. Sino también a la parte generacional. Es decir, por qué la gente frente a Internet tiene que definirse como millennial2. Ser millennial en oposición a los baby boomers o a la Generación X. Si a mi me gustaba Apolliner, bajo los esquemas de ahora, no existiría. Si tienes dieciocho años, qué haces leyendo a un señor que nació sesenta u ochenta años antes que tú; pero eso es precisamente lo que es la cultura, que tú puedes leer a alguien, hombre o mujer, que nació dos mil años antes que tú, como Safo u Ovidio. El problema es que nuestra cultura contemporánea global actual se define desde Estados Unidos y por una cuestión comercial quiere hacer nichos del mercado y una forma fácil de hacerlo es colocar etiquetas generacionales. Y primero pones la etiqueta y después el contenido. Porque antes de lo millennial estaba lo hipster, que era el consumo elitista de clase media. Pero como el consumo de clase media se fue al carajo con la crisis entonces ahora lo millennial es la rabia, es la tristeza, es la frustración del millennial que sabe que no puede integrarse a la vida de sus padres, que era la clase media. Y esa rabia se vuelca a la identidad generacional. Pero todos, millennial, Generación X y baby boomers3, somos parte de un diseño de ingeniería social. Y es que la idea de una identidad definida generacionalmente es hacerte sentir orgulloso de qué.

P—La necesidad de pertenecer a un grupo, de identificarte con tus pares…

R—Claro. Por eso lo que yo te decía de ese nosotros patrocinado. Si se patrocina el narcisismo, se patrocina el eterno enfrentamiento que no lleva a nada, a tu desahogo momentáneo en Twitter…

P—Algunas lecturas que se han hecho de tus libros parecen demostrar que no hemos comprendido realmente la intensión que tú tuviste al analizar todo este asunto; nos hemos quedado más bien con esa dispuesta entre generaciones.

R—Sí, es que la prensa y la cobertura se ha apoyado en esa espectacularización, que es lo comercial. El problema es que esa sensibilidad se transmite, se traslada del medio a la sensibilidad individual. A la gente también le gusta crear un personaje y hacerse altisonante, polémico. Muchos, yo creo, por lo que he visto, han comentado el libro en las redes sociales y ellos creen que esa sensibilidad es la natural; o sea, creen que yo mismo al escribir el libro lo que estoy buscando es eso, buscando causar controversia, cuando lees unas diez páginas del libro y te das cuenta de que ese no es el tono. El problema es que ellos creen que esa debe ser la meta para toda la gente… Es decir, no es hacer algo que valga la pena y que con fortuna pueda tener una presencia durante un tiempo, que trascienda algunos años, no, no, la meta es viralizarse la meta es hacerse conocido.

P—Entonces analizan el trabajo de los otros desde esa perspectiva también.

R—Claro. Y es un problema. Y ahí es donde se han equivocado esa parte de los millennials que te decía. Los nacidos antes del 88, que creyeron que hacerse conocido, quiero decir, que si eras conocido ibas a arrastrar tu obra. Hay gente que se ha hecho fotos objetualizando su cuerpo y después las han borrado, porque se han dado cuenta de que más allá del escándalo que podían hacer en algún momento, eso no contribuía en nada para promocionar su escritura, ni su obra. Eso ha pasado mucho. Y para no hablar eternamente de los millennials, por ejemplo, pensemos en Manuel Vilas que ahora está en la cúspide de su reconocimiento como novelista y que yo lo aprecio y me parece un buen poeta. Manuel Vilas en Facebook tuvo mucho éxito por una serie de ejercicios en los que le hablaba a dios y creó un personaje, el Gran Vilas. Y a ese Gran Vilas tuvo la inteligencia y el talento de hacerlo literario, hacerlo con palabras. Pero el Gran Vilas en muchos millennials era su cuerpo, eran sus tatuajes, sus gestos, que se convierten en una especie de también de palimpsesto electrónico, porque a efectos repetidos, en los selfies, y en la cara a medio bruñir, el mostrar los pies… La tendencia humana es mimética, a través de imitar aprendes y llegas a lo tuyo, lo que pasa es que lo que la gente está imitando no son los gestos, sino la iconografía. Y parece que es un lenguaje que está abierto pero hay que hacerlo bien también.

P—Y para eso hace falta tradición.

R—Bueno, no, la tradición está. Hace falta decantarse por una tradición. Pero es que esto no lo ven porque precisamente lo que están viendo es el afán de figuración, el afán de popularidad y el enfrentamiento que refuerza tu identidad generacional o de género. Hay una cuestión muy cruel en lo de la ingeniería social contemporánea porque los responsables de la crisis y los que la están pasando mal dicen «la estamos pasando mal, no tenemos trabajo, la estamos pasando mal con los baby boomers, con la generación X…», y yo digo «a ver todo baby boomer y toda Generación X eran iguales y estaban dispuestos o señalaban los problemas de la hegemonía global». Un baby boomer era Anibal Nuñez, el gran poeta muerto por asco, que vivió lo que iba a ser toda la transición, por ejemplo. O sea, Anibal Nuñez también es un baby boomer horrendo. Y en la poesía de los que están ya en la poesía de la consciencia, de Enrique Falcón, de Reichman, de Antonio Orihuela, ellos también… Los que son los editores de las multinacionales. Ninguna generación está definida sólo por unos integrantes. Por eso es que es tan importante la reflexión para poner los matices y la interactualidad de Internet y la sensibilidad que está creando lo digital permite.

P—¿Y qué luz ves para la poesía como cosa colectiva, que pueda continuar con la tradición?

R—Yo creo que la única posibilidad para que la poesía continúe con la tradición está dentro de lo colectivo. Pero de nuevas colectividades con propósitos distintos y muy claros, que entre otras cosas dialoguen con las tradiciones y con las contratradiciones que se han ejercido durante siglos. Yo lo que digo es que esta primera generación de poetas digitales, más allá de sus propuestas literarias, que hay algunas que son muy válidas, pero no son las más visibles ni son las mayoritarias, más allá de eso, su contribución fundamental como promoción y ahí sí se incluye a todos, es una dinamización a través de lo electrónico, la creación de nuevos mensajes, de autorepresentación, de diálogo interdisciplinario, de creación de colectivos, de autogestión. Esa es la contribución. En lo literario, repito, hay cosas que tienen valor, pero precisamente en este momento está reconfigurándose porque se han dado cuenta de que los que han tenido visibilidad o los que han sido pioneros, no son los mejores; entonces, poco a poco se va ajustando el asunto, como por ejemplo, en el caso de Berta García Faet que es la poeta o el poeta, da lo mismo en este caso el género, de treinta años más reconocido y con justicia. Pero su uso de las redes fue muy cauto, ella no tiene un personaje literario, entonces la cuestión se va ajustando pero el asunto es que las nuevas generaciones sepan leer. Y no solamente libros, sino saber leer la cultura digital y emplearla para tu propuesta literaria. Porque de todo ese barullo que se ha montado de la poesía tardoadolescente no va a quedar nada. Porque ya la ciudad letrada está advertida de que eso tiene que ver más con la interactividad electrónica y un fenómeno sociológico que con el sustrato literario, que es una de las cosas en las que puede haber contribuido mi libro. Y yo no quiero hablar directamente de españoles pero por ejemplo está Rupi Kaur 4, esa chica canadiense de origen indio que es una poeta influencer traducida desde Canadá por la cultura corporativa que es elemental, es trillada, que no se sustenta en el relato previo de una imagen femenina, de minoría racial, todo eso no es literatura, es otra cosa. Incluso en la interacción de imágenes y palabras, también hay una tradición. Tenemos ahí las vanguardias soviéticas o en España el grupo Zaj5. O sea, al abrirse distintos caminos se permite la reconfiguración de distintas tradiciones, pero tiene que haber un esfuerzo, no va a ser simplemente, y esto es algo que propicia Internet y es el fin de la memoria, el actor presente soy yo y yo tengo una cámara y me sé desenvolver ante la cámara y tengo una imagen, parece que estoy creando el mundo. Si miras bien te das cuenta de que el afán de escándalo y el trabajar con el cuerpo ya lo hacía Arthur Cravan6.

P—Y es que se tiene la teoría de que con estar aquí es suficiente.

R—Sí, y esa es parte de la demagogia sobre la que se construye. Además que todo eso está así. Las sensibilidades se crean. Los baby boomers también son un producto deliberado de los ganadores de la segunda guerra mundial, el triunfo de la política internacional estadounidense en la Guerra Fría, Y los baby boomers tienen puntos en común en España, en Estados Unidos, en Perú y en la India, y son los que encajan dentro de ese cuadro. Y ese es el punto. El punto es que los millennials que quieran leer el libro puedan ver a su generación en perspectiva.

P—Te agradezco mucho esta charla, Martín. Y te repito que me ha sorprendido, porque parece haber poca bibliografía.

R—Que yo sepa no existe bibliografía en ningún idioma. Yo lo que he investigado es que tanto en Estados Unidos como en Rusia hay textos que tienen más que ver con el uso de las pantallas, con las interfaces pero no con el uso de lo cotidiano. Y por eso es que yo he hecho un trabajo de campo, tanto en las redes como en los bares, y es que una cuestión clave es que todo lo que está pasando es una vanguardia pero masificada, que en lugar de ser minoritaria es populista, pero es una vanguardia. Por eso yo he encontrado afinidades con las vanguardias históricas. Por ejemplo, el uso de lo performativo tiene que ver con la poesía juglaresca… Y ese es el punto, que quien quiera escuchar algo o leer el libro se entere de que esto que aparentemente es nuevo y que está pasando por primera vez no es así.

Segunda parte de la entrevista al poeta y ensayista peruano, Martín Rodríguez-Gaona a propósito de su libro «La lira de las masas» (Páginas de Espuma).

REFERENCIAS

1 Poesía pop tardoadolescente. Creación poética de los integrantes de la Generación Z, integrada por los nacidos entre 1994 y 2010.

2 Millennial. Cada poeta perteneciente a la Generación Y, que se corresponde con los nacidos entre los años 1981 y 1993.

3 Baby boomer. Generación que abarca a los nacidos entre 1946 y 1964.

4 Rupi Kaur​. Poeta y actriz canadiense que se hizo conocida con su libro «Milk and Honey» que vendió más de 2,5 millones de copias.

5 Grupo Zaj. Creado en 1964 por Juan Hidalgo, Ramón Barce y Walter Marchetti, fue uno de los primeros tríos de fusión donde la música contemporánea bebía de lo clásico para derivar en piezas donde música y poesía se unen de forma indisoluble.

6 Arthur Cravan. Artista polifacético que se hizo popular por su constante necesidad de ir más allá de los límites del arte y vida, y crear un personaje que trascendería su propia vida material.



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