De literatura, pijamas y autoficción. Un encuentro con Antonio Orejudo

Crónica de una tarde en la Biblioteca de Miraflores con Antonio Orejudo. Una conversación en torno al arte de narrar, donde también lloramos de risa.


Dice Sergio Chejfec que no es un escritor natural. Se refiere a que no llegó al mundo de los libros por los caminos convencionales: familia más o menos pudiente que lo insertara en un mundo cultural donde lo razonable sería convertirse en escritor o algo por el estilo. Me siento muy identificada con esa idea y me lleva a replantearme una pregunta que me obsesiona: ¿por qué nos convertimos en esto que somos, y por qué no en otra cosa? Esta inquietud estuvo muy presente en la charla que nos ofreció Antonio Orejudo la tarde del viernes en la Biblioteca Cristóbal Cuevas de Bailén Miraflores. Escribo hoy esta crónica desordenada de lo que fue un encuentro animado y divertido, a la vez que juicioso y culto.
 
 

Antonio Orejudo en Encuentros con Autores en las Bibliotecas

El viernes pasado 26 de abril, tuvo lugar en Málaga una nueva edición de los Encuentros con Autores en las Bibliotecas. Este ciclo, que es gestionado por Cristina Consuegra y organizado por las Bibliotecas Públicas Municipales de Málaga del Área Cultura Málaga, tiene ya varios años y nos ha permitido a los lectores y lectoras de la ciudad disfrutar de encuentros con personajes invaluables de nuestra literatura tales como Remedios Zafra, Antonio Soler, Rosa Montero. En esta oportunidad el libro que nos convocó fue «Grandes éxitos» de Antonio Orejudo (Tusquets).

El encuentro consistió en una conversación estrecha entre el escritor y un conjunto amplio de lectores y lectoras. A lo largo de la tarde se abordaron temas como la naturaleza del libro, las repercusiones de la realidad sobre el proceso de escritura, y la narrativa de autoficción. En un tiempo de transición en el que los formatos audiovisuales han acaparado toda la atención de los espectadores, se vuelve imprescindible una reflexión profunda en torno al proceso de escritura y a los cambios que esto genera sobre el oficio de la escritura.

Foto: Eloy Muñoz Reyes

El origen del libro

¿Cuál es el origen de un texto de estas categorías y por qué publicarlo en un tiempo donde los intereses narrativos (o del mercado) parecen ser otros? Con esta pregunta abrió Consuegra la charla. Y a partir de ahí fue desarrollándose la conversación que tuvo sus momentos de seriedad y erudición por parte del invitado, atravesados con la ironía y el humor que le caracteriza, y que nos retuerce.

Resulta llamativa sin duda esa combinación entre fábula y ensayo que consigue Orejudo en este libro. Porque es algo que enriquece no sólo el entendimiento acerca de las razones de la ficción dentro del libro, sino que a su vez abre una puerta para ir más allá. Y aquí reside lo que a mí más me gusta de esta joya: nos permite asomarnos al taller de Orejudo, y observar el mecanismo que mueve los engranajes de su ficción, sustentado en la teoría, pero también haciendo un uso delicioso de la fabulación (¡cómo me gusta esta palabra!).

Podría caber en el origen de este libro una explicación ampulosa, sin embargo, parece casi hasta trivial el desencadenamiento de su existencia: un encargo. Fue a partir de una relectura de viejos textos que Orejudo sintió el llamado de la selva hacia este libro. Porque, dice, le parecía soso combinar en un mismo libro textos que no tenían más conexión entre sí que su propia historia, que él como instrumento de creación. Es decir, el libro nació sin pretensiones, como una recopilación, pero «fue adquiriendo una identidad propia» que resultó sorpresiva incluso para él mismo.

En medio de la lectura, mientras probaba qué tonalidades combinaban mejor entre los archivos guardados del cajón, se hizo la luz ante la pregunta: «¿Por qué no finges que lo has escrito hace mucho tiempo?» Y así consiguió dar con una obra que si bien tiene algunos textos que ya habían salido en presa o en alguna otra publicación con anterioridad, contiene relatos que aunque aparentan haber sido escritos en otra época, son realmente inéditos. Si pensamos que el trabajo fundamental de un novelista es «hacer creer a los demás cosas que no son», podemos intuir el potente material de este libro.

Quien no haya leído «Grandes éxitos», debería. Porque estamos ante una exploración metaliteraria donde Orejudo, finge ser antólogo de sus propios textos, pero lo hace de una forma peculiar: recapturando el tono y la búsqueda de otro tiempo, pero bajo la luz de la experiencia. Al menos esa es la impresión que yo he tenido. Así como también creo que es un libro que recoge una forma novedosa de autoficción, donde el yo narrador tiene más de personaje ficticio que de narrador autorreferencial. Y estos dos elementos lo vuelven verdaderamente imprescindible para los amantes de la fábula y la literatura.

Foto: Eloy Muñoz Reyes

El libro se despide del autor

«Este libro tuvo muy mala suerte», nos cuenta Antonio. Su presentación en Madrid coincidió con el fallecimiento de Philip Roth. Este hecho supuso que todos los periodistas estuvieran preocupados preparando y escribiendo necrológicas y relecturas sobre «Pastoral americana» mientras tenía lugar la rueda de prensa donde,«estábamos mi editor y yo, y unos pinchos de tortilla».

Además de este nacimiento accidentado, pienso que lamentablemente, «Grandes éxitos» ha tenido una acogida poco amable por parte de la crítica, o lo que queda de ella en España. De hecho hasta el momento tengo la sensación de que casi nadie se tomó el trabajo de leerlo seriamente; la mayoría de los textos dicen de él que es una antología o una recopilación de viejos textos, algo que se aleja mucho de la verdadera naturaleza del libro. Me sorprende y me entristece que una criatura tan hermosa –aunque de nombre desafortunado– esté pasando a nuestro lado de forma tan silenciosa.

Y sin embargo, pese a esa invisibilidad, éramos bastantes personas reunidas en torno al libro. Y esto, quizás, confirma esa idea que deja sobre la mesa Antonio; dice que «lo que el autor quiera hacer con el libro es lo de menos». El libro siempre sigue su propio camino, que generalmente no coincide con el soñado por quien lo escribió. Los lectores van haciendo sus propias reescrituras de la obra y, de esta forma, eso en lo que el autor estuvo durante tanto tiempo trabajando de pronto se convierte en algo distinto, totalmente desligado de su creador.

Cristina consuegra apunta que «Grandes éxitos» es «un ejercicio literario muy ambicioso e interesante» y menciona algunos de los libros autorreferenciales de los últimos años –como «Ordesa» de Manuel Vilas, «Clavícula» de Marta Sanz,– que considera fundamentales para entender la literatura actual. Y acerca del yo en este tipo de narraciones, pregunta cuánto hay de sinceridad, de cierto en él.

«Y se te ha olvidado el de Luisgé Martín, donde confiesa su homosexualidad»*, señala Antonio. En su caso, el yo que aparece no se asemeja tanto a él. De todas formas, en el fondo, todos los relatos por más que parezcan escritos desde una postura de confesión tienen mucho de artificial; porque la escritura no es algo natural. «Nos cuesta tan poco trabajo escribir que pensamos que es natural» pero «escribir en primera persona exige desdoblarse» y «eso que nos parece normal es bastante complicado».

Foto: Eloy Muñoz Reyes

Los vasos comunicantes de la literatura

«La ficción escrita ha perdido peso en los últimos 30 años», porque el mercado audiovisual se ha comido los espacios de ocio que en el siglo pasado pertenecían a la literatura. En el siglo XIX, dadas las características de la época, ¿qué otra cosa podías hacer si no era encerrarte en tu casa a leer mientras afuera silbaba el viento, llovía o caía la nieve? El ritmo de la vida era acorde y apropiado para eso, y «la lectura era la reina del ocio cultural»; pero «eso ha terminado hace tiempo».

La ficción forma parte de nuestra vida, la necesitamos para sentirnos bien; sin embargo, nuestra manera de entenderla ha cambiado mucho. Las «cosas inventadas ya no interesan»; lo que se desea es una ficción que parezca real, que se acerque a la realidad, que conviva con ella y que nos asegure «esto es verdad». Y estos cambios en la forma en la que el público se acerca a la ficción, y se aleja de la cosa inventada, ha producido «el renacimiento de la cultura del yo», que no es otra cosa que «una reacción desesperada de los escritores para que el público les haga caso». Y es que «una persona que escribe debe ser honesta pero tiene que conseguir que el lector no se duerma». En su caso, dice Antonio que no está dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguirlo, pero que es muy consciente de que el siglo XXI no es el siglo XIX, lo cual significa que «yo no puedo escribir «Anna Karenina» otra vez».

Sin embargo, de fondo la literatura no ha cambiado tanto. Dice Antonio que la imagen más precisa de este oficio es un señor en pijama o una señora en pijama, escribiendo solos en su casa, para un señor o una señora en pijama, leyendo solos en su casa. En este punto cabría hablar de uno de los elementos fundamentales de la vida literaria: la relación entre escritores y lectores. Entre ellos, dice Orejudo, se establece una relación de vasos comunicantes: «lo que no hace uno tiene que hacerlo el otro. Y así llegamos a la naturaleza del libro, a los lectores que pueden repensar la propia trama y reconstruir una obra con sus propios argumentos e imágenes. Cuando el escritor termina su trabajo, el libro adopta una nueva identidad despegada de la suya, y «sólo me pertenece a efectos de Hacienda». Una identidad que será única en la mente de cada lector, en la vida de cada lectora, en las muchas interpretaciones que puedan hacerse de él.

Muchas veces lo que surge como un libro sin pretensiones (como es el caso de «Grandes éxitos») puede derivar en lecturas y obras absolutamente enriquecedoras. «La lectura es un acto tan creativo como la escritura», y cuando leemos montamos un escenario propio, le ponemos al libro un montón de tonos y cosas que lo vuelven único. «Los libros están llenos de cosas que no se dicen. Los buenos escritores son los que saben las cosas que no hay que decir». Seguramente gracias a esa idea es que Antonio consigue hacer magia en sus libros, dejando huecos que como lectores y lectoras podemos llenar gracias a nuestra imaginación.

Entre las muchas confesiones que hizo Antonio respecto al oficio y al trabajo de «Grandes éxitos» me interesó la documentación literaria para escribir «The oposición». «Tuve que leer un montón de novelistas del Oeste para coger el tonillo tan machista que tienen esas noveluchas». Y a mí me interesó especialmente porque justamente, la primera vez que leí el libro este texto fue uno de los que más me gustó; porque se nota que fluye de forma irónica por un territorio opuesto al que en realidad quiere ir el pensamiento. A medida que avanzas en la lectura tienes que desdecir lo que lees, es como un ejercicio de contralectura fascinante. Además, hay en este texto una crítica certera al sistema educativo y sobre todo a la forma en la que se gestionan en este país las plazas públicas (y no me refiero a los espacios verdes). Creo que después de varias lecturas sigue siendo uno de mis relatos favoritos.

Orejudo escribe desde el margen porque quiere (y puede). Eso le ha llevado a convertirse en uno de los grandes referentes de su generación, pero también, le ha ganado muchos enemigos. Y es que como él mismo dice, «no nos gusta a los españoles el humor en la literatura», porque parece que trivializa las reflexiones; por eso resulta tan necesario en una nota o un debate aclarar que lo que alguien hace es humor inteligente, porque es importante que los espectadores entiendan que no se trata de un payaso haciendo el típico chistonto. Dice que le parece triste esta idea, porque cree que «el humor es junto con la claridad las dos manifestaciones más diáfanas de la inteligencia». Sin duda, es gracias a la risa que podemos afrontar los momentos decisivos de la vida e interpretar el mundo –Dime con quién ríes (y cuánto) y te diré cuánto piensas–.

Para concluir sólo me queda decir que fue una tarde maravillosa donde la risa atravesó la biblioteca y nos permitió mirar con un poco más de esperanza el futuro de la literatura. Termino con esta frase que me lleva a desear volver a sus libros como si fuese la primera vez. El escritor como prestidigitador, en quien nos abandonamos, porque «si quieres que yo te proporcione placer te tienes que dejar engañar en mí». ¡Tenemos que leerlo más a Antonio Orejudo y dejarnos conquistar por su exquisita narrativa!

Foto: Eloy Muñoz Reyes

¡Gracias a Cristina Consuegra y Amor De Pablo Inurria por hacerme llegar estas hermosas fotos de Eloy Muñoz Reyes!

*Se refiere a «El amor del revés» de Luisgé Martín (Anagrama).



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