La poesía de la Escuela de Nueva York

El estilo inconfundible de los poetas de la Escuela de Nueva York.

Escuela de NY
Uno de los temas más interesantes en la creación poética es la relación del yo con el espacio. Y, sin lugar a dudas, uno de los movimientos estéticos que nos ha invitado especialmente a pensar esto es la Escuela de Nueva York. En este artículo te ofrecemos algunos apuntes a tener en cuenta para pensar en los mecanismos que estos poetas supieron encontrar para difuminar el yo en sus poemas.

La escuela de Nueva York

A mediados del siglo XX surgió en Nueva York un movimiento artístico que fue el resultado de la convivencia creativa entre poetas y artistas de la ciudad. La conversación sobre pintura, cine y jazz se mezclaba con la escritura en lugares como el Cedar Tavern y la galería de Tibor de Nagy. Frente al formalismo académico dominante de la época, estos artistas apostaron por un arte más natural y apegado a lo cotidiano. En el caso de la poesía, los poetas de este movimiento se decantaron por un lenguaje cercano y por poetizar sobre lo cotidiano, poniendo el ambiente urbano en el centro de la conversación.

Entre los y las poetas que más se destacaron encontramos a John Ashbery, Frank O’Hara, Barbara Guest, Kenneth Koch y James Schuyler. Impulsaron una poética de lo espontáneo y lo coloquial, y consiguieron capturar la vida en movimiento de la ciudad a través de los poemas. Un asunto importante es que aunque el modelo de trabajo era similar la forma de trabajar el lenguaje fue muy diferente entre unos y otros. Mientras O’hara trabajó con un lenguaje muy sencillo y cotidiano, Ashbery se inclinó por una forma reflexiva y Guest también prefirió sostener cierto misterio en el sentido. Sea como sea, estos poetas consiguieron ampliar las fronteras de la tradición norteamericana y desplazar el sentido del lenguaje a través del poema.

Otra peculiaridad importante de este movimiento es que trabajaron la subjetividad de una forma distinta. En sus poemas el yo aparece difuminado, siendo en algunos casos muy difícil distinguir desde qué lugar se enuncia. En los poemas se nota también la gran influencia que la pintura y otras disciplinas visuales tuvieron para estos poetas, siendo el color y el paisaje urbano dos elementos preponderantes en todas sus poéticas. Asimismo, la Escuela de Nueva York ha sido de determinante influencia para generaciones posteriores de poetas tanto en Estados Unidos como en otros países, configurando una manera distinta de concebir lo poético: más abierta, más móvil y en completa armonía con la vida contemporánea.

Barbara Guest

Guest juega con la fragmentación y una imaginería abstracta elusiva

La mirada y el mundo

Entre las características más destacables de la poética de esta Escuela me gustaría quedarme con la forma de trabajar la atención. Me refiero, a esa manera de usar la mirada como una manera de pensar el mundo a través del lenguaje. Frente a modelos literarios que se apoyan en la metáfora elevada o en el gran acontecimiento, esta perspectiva se vuelva por los gestos mínimos, los detalles de la luz al rozar el mundo y por darle importancia a detalles aparentemente anodinos elevándolos. Usan la atención como un método. Un objeto, la variación de la luz, un movimiento sutil se convierten en el centro y guian el lenguaje hacia adelante.

Esta forma de mirar, se convierte a la larga en toda una estética creativa, donde se desjerarquiza la experiencia. No existen hechos más importantes que otros, la intensidad de la experiencia no depende de la potencia de los acontecimientos sino de la forma en que éstos nos atraviesan. En ese sentido, la escritura en la poética de la atención se ocupa de registrar eventos mínimos (accidentales, fugaces, circunstanciales) y, a través de ellos, intenta acceder a una idea de la realidad renovada. De este modo, lo cotidiano tiene un gran potencial crítico porque la elección de la mirada obliga a leer de otro modo lo que suele pasar inadvertido. Este tipo de escritura es flexible y depende estrechamente de la sensibilidad.

Lo vemos, por ejemplo, en los poemas de Frank O`Hara, donde encontramos lo cotidiano como punto de condensación afectiva; la subjetividad se apoya en gestos cotidianos para inventar un nuevo sentido. Si prestamos atención podemos percibir cómo el poema avanza con energía: está moviéndose todo el tiempo. Esto se consigue gracias al encadenamiento de ideas aparentemente desconectadas que gracias a la subjetividad de la voz poética se conectan y articulan el lenguaje.

Barbara Guest
podría ser otro ejemplo adecuado para analizar esto. Aunque su poética es más hermética y juega con la fragmentación y una imaginería abstracta elusiva para amasar el lenguaje y hacer del poema registro de pensamiento. Podríamos decir que mientras en O`Hara lo cotidiano se puede ver como un gesto rápido y un registro de lo que se mueve, en Barbara Guest hay una atención a la quietud y el eje está en escribir como una forma de pensar.

La mirada lo es (casi) todo. En poesía aprender a mirar es el punto de partida. El poema que escribimos/leemos interviene el mundo, pero primero debemos aprender a mirar mejor para pensar de otra manera ese mundo. La atención es un modo de subjetividad y también una manera de vivir, una actitud. Somos como miramos, podríamos decir. Sin lugar a dudas, leer a los poetas de la Escuela de Nueva York puede ayudarnos muchísimo en este crucial entrenamiento a la hora de escribir y leer poesía. Si quieres indagar en estas voces, te recomendamos echarle un vistazo a la editorial Kriller 71 Ediciones que ha publicado a varios de ellos en ediciones magníficas.

Frank O`Hara

En la poesía de O`Hara, lo cotidiano es punto de condensación afectiva



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