«Introducción al límite», de María Alcantarilla —Fundación José Manuel Lara—

«Introducción al límite» de María Alcantarilla, es un poemario de la Colección Vandalia (Fundación José Manuel Lara) en el que encontramos un diálogo reflexivo en torno al pasado y a la construcción de la identidad. Un libro delicioso que nadie debería perderse.

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Hay libros que funcionan como antibióticos –se construyen de la misma herida y con ella saben iluminar lo enfermo y aunque no curarlo, sí permitirnos mirarlo desde otra perspectiva–. El daño nunca desaparece pero encontrar un punto de fuga para distanciarnos del dolor, un punto donde líneas que nunca deberían cruzarse se encuentran y se dirigen juntas al infinito, puede ser de gran ayuda para entender la vida. «Introducción al límite» de María Alcantarilla (Fundación José Manuel Lara) se apoya en la idea de los puntos de fuga y reconstruye una nueva noción de la experiencia de estar vivos. Un poemario que como un antibiótico punza en la pus de la herida, y nos hace llorar al mismo tiempo que nos regala esperanza. De esa fuerza se nutre la invencible poética de Alcantarilla.

La realidad y nosotros

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«Introducción al límite» es un libro que busca mover los contornos. Desde los que pautan los principios morales que se nos inculcan desde pequeños, hasta la línea que se dibuja entre nosotros y los demás cuando nos nombramos en el mundo. Es un libro que intenta atravesar las fronteras que parecen inamovibles y renovar la esperanza de un invierno menos helado. Y lo hace a través de una poesía que se acerca a lo incómodo de la vida e intenta nombrar justo aquello que nos enseñan a callar.

Como toda revisión de las propias teorías y cimientos, al cruzar el umbral de lo propio, aparece el otro –los otros y las otras–; ese punto donde la vida parece mostrarse extraña y donde nuestro dolor se transfigura. Sobre esa necesidad de hallar nuevas miradas teniendo en cuenta la perspectiva de los demás, se retuercen muchos de los poemas y van dejando a la vista una serie de mecanismos aprendidos y normalizados con los que es difícil estar de acuerdo. Asimismo, el viaje se interrumpe cuando aparece el dolor –vestido de muerte, enfermedad y pérdida– y con él, la duda en torno a todo lo vivido. La duda que explica (pero no calma) la proyección de un identidad deforme donde orfandad y extranjería conforman todo lo que recordamos.

Cada vez que nos hemos sentido extraños, nuestra psique se ha resquebrajado un poco. Nuestra vida está llena de caminos que podrían haber llevado a otra parte. La posibilidad frente a la historia es quizá una de las cosas que sostienen en nosotros viva la memoria; la posibilidad de aquello que pudo ser distinto. A través de su poesía Alcantarilla nos introduce en la vida de alguien que se sienta de espaldas a su propia memoria para evitar el peso de la muerte; y sin embargo, recuerda, dialoga, roza el pasado suyo y de los otros. Y descubre que lo que en verdad duele no es lo que ocurrió sino lo que podría haber sucedido: la luz que le ha sido negada en ese instante donde hubo oscuridad. La memoria se convierte así en una mala compañera, en la portadora del dolor que nos consume.

Se produce en ese punto una ruptura en la identidad que se ve expresada en un discurso contradictorio y esquizofrénico. ¿Cómo plasmar tremenda raja identitaria? María escoge hacerlo a través de dos voces que conversan; que a veces se dan un poco de respiro y se escuchan, pero que principalmente se solapan, se contradicen, parecen estar en constante desacuerdo. En ese discurso discordante también entra en juego la contradicción-lucha entre la voz masculina y femenina. Dos voces que entran en conflicto. Los temas que sostienen esa lucha son la muerte, el duelo, el pasado, la nostalgia, la sumisión y la libertad. La pregunta acerca de lo que nos define: ¿somos lo que han hecho de nosotras?

La mayoría de los poemas de «Introducción al límite» quieren explicar por qué el dolor, quieren llegar a la raíz del daño y entender cómo darle la vuelta a esa experiencia para hacer de la vida un estado de luz y no, de penumbras. El discurso parte generalmente de la extrañeza e intenta plantear una nueva visión de la existencia. En un plano personal (para poder aceptar el pasado o para lograr seguir pese a él), en el plano colectivo (para plantarse contra el egoísmo cultural y humano que amenaza nuestra vida en común, contra el ruido que atenta con expulsar el silencio y la autenticidad). Y en ese sentido, la poeta se revuelve contra la esperanza artificial a la que el mundo nos empuja. Necesitamos del dolor, pero no como quien se apoya en él y se autocompadece sino como quien lo afronta como parte de la vida. La imposición de un camino sin sufrimiento no sólo es una falsedad sino que implica una doble pérdida. Nos impide atravesar el dolor (y la noción de dolor) en todas sus dimensiones; nos obliga a la recomposición sin preguntas, arrebatándonos el fruto de la experiencia, la posibilidad, esa hendija donde respirar un aire nuevo después de la tragedia. Contra la domesticación y la imposición de una vida lacia y anodina –que se ajusta a las expectativas de una sociedad ensordecida– encontramos aquí varios y rotundos poemas.

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Proyección y poesía

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En «Introducción al límite» Alcantarilla ha cuidado muchísimo la forma. El libro se estructura en cuatro partes que podrían presentarse como un símil de la mirada [umbral, proyección de perspectiva, punto de fuga y un segundo después]. El acto de mirar adquiere relevancia así no sólo en el discurso sino también en la forma del libro. Cada vez que miramos la luz nos atraviesa y devuelve a la retina el mundo que está afuera; sin embargo, nada existe sin el roce de la luz. Un ojo observa porque hay luz que lo permite y el mundo permanece intacto sólo si esa luz no se apaga. Lo que vuelve a nosotros no es el mundo en sí, sino una copia de lo que existe más allá de nosotros: una especie de ilusión óptica que nos regala la luz. ¿Cómo no volver a través de este libro a las preguntas acerca de la realidad y la naturaleza del conocimiento?

María Alcantarilla también se ocupa del roce de la experiencia colectiva y de la cultura en ese proceso. Nuestra forma de dibujar ese mundo en la mirada depende en gran parte de lo aprendido: miramos al resto de las criaturas partiendo de nosotros –de un tiempo preciso, de nuestra única realidad experimentada–, y nos acostumbramos a nombrarnos a través de la negación de esas otras; sobre todo si nos incomodan, si lo que hay de diferente entre ellas y nosotros es vacío que nombra lo que duele. Acerca de este punto en el proceso de observación y comprensión del mundo y de la otredad también hay fabulosas reflexiones.

Podríamos entonces decir que «Introducción al límite» es un libro acerca de la mirada, que se alimenta de la memoria y corrige lo que abraza para verlo según sus parámetros. En ese proceso de observación-memoria, si nos desprendemos de toda expectativa, podemos viajar a un momento en concreto y enfrentarnos sin miedo a nuestra herida para obtener una nueva mirada del sí mismo. Si dejamos que la luz se proyecte limpia, sin ficciones, entonces podremos entender lo que la vida es; en una de esas, adquirir una forma distinta de mirar y sentir las propias experiencias, y reconducir nuestra memoria, para que el dolor no sea quiste, sino parte de una identidad que no podemos evitar, y que, ojalá, no deseemos.

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La búsqueda rabiosa de la luz

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Somos el resultado misterioso de un cóctel peligroso: libertad, tradición, pulsión, imposiciones, deseo, expectativas. La medida que usemos de cada ingrediente para conformar nuestra identidad será lo que condicione nuestra valía. En este punto me gusta pensar que si bien la herencia ocupa un papel primordial en el libro –las preguntas aparecen y van dibujando una posibilidad que tiene que ver con la memoria personal y colectiva–, es sobre todo, un discurso en torno a lo que la herencia no es; que se apoya en la idea de que nada ni nadie debería tener la autoridad de definirnos.

El choque de la experiencia con lo que aprendimos es una de las primeras cosas difíciles que debemos enfrentar. El sentimiento de orfandad en nuestro entorno, la sensación de que todo aquello en lo que creíamos ha desaparecido para siempre porque hemos abierto los ojos de alguna forma. Todo ello nos va llevando a un camino sin retorno donde lo que cobre importancia no tendrá que ver precisamente con lo aprendido, sino con lo que nosotras escribimos.

En este punto aparece el mayor de nuestros lastres, la familia. Sobre esa imposición de grupo contenido donde lo que somos es parte de un todo y la individualidad parece carecer de importancia, las marcas físicas y emocionales que deja en nosotros esa experiencia y la percepción tradicional y claustrofóbica de lo que es una familia, se centra la mayor parte del dolor y de la pérdida de quien habla-escribe-piensa-recuerda.

Muchos de los poemas de este libro proyectan las formas en las que el dolor se materializa y la incomprensión de no saber qué es nuestro y qué, heredado. Hay una visión muy junguiana en Alcantarilla, en ese enfoque que va del pasado al futuro intentando captar lo compartido como criaturas sociales, un bagaje identitario que responde a una entidad más antigua (salvaje, vital) que hemos olvidado pero que de alguna forma prevalece y puja por reconducirnos al origen. El daño de la pérdida nos recuerda que hubo otras y otros antes y que los habrá después de nosotros. La certeza de que lo que conocemos se desvanece, y el deseo pulsivo de que haya luz después de las olas. Todo eso que abarca (y nos abarca) pasado y futuro, propio y ajeno, cobra forma y sentido en «Introducción al límite». Alcantarilla da con las palabras acertadas para explicar aquello que nos parte y pienso que este libro es material fabuloso para pensar la infancia y su urgencia de ternura, así como también el peso de la herencia familiar, tanto como el alivio que supone la herencia colectiva frente a esas durezas.

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La posibilidad que brilla

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La poesía de Alcantarilla parece contaminada del dolor de la vida y de la Historia; sin embargo, se resiste a apoyarse en él para construirse. Por el contrario, la voz busca la claridad, se apropia de la sensibilidad de los músculos –los únicos que no mienten–, de la luz detrás de los párpados y trata de dejar un caminito de migas para el futuro, donde el pasado no sea todo herida. En un tiempo oscuro donde los demás ven sólo pérdida, María ve posibilidad, y construye con ella una poesía que te atraviesa y te transforma. Por eso creo que nadie debería dejar de leerla. Necesitamos esperanza. Necesitamos voces que nos hablen del dolor pero que sean capaces de llevarnos más allá. La vida es una cosa triste, pero un vaso de agua, la chispa del deseo, pueden ser suficientes razones para no darnos por vencidas.

El dolor nos atraviesa y contra él los dos discursos disponibles y opuestos son: 1) el que nos ofrecen las ideas realistas bañadas de nihilismo, que aseguran que todo se ha acabado; 2) el que construyen todas las religiones y que se basa en la negación del presente y la idea de que la vida empieza después de la muerte. ¿Y si hubiera otras posibles miradas para eso desconocido? ¿Y si la forma de sobrevivir a la muerte que nos desloma fuera aprender a aceptar el dolor sin que él nos arrastre hasta el fondo ni nos lleve a autoengañarnos? ¡Qué difícil es llevar a la práctica esta última opción: desamparadas del mundo del consumo que nos invita a la autocompasión y del mundo de las religiones (que no de la espiritualidad) que nos anima a hacer como si nada hubiera pasado, a taponar de ruidos y cánticos el dolor y a aceptar la vida como quien pierde la sensibilidad en los músculos! Nadie va a devolvernos la felicidad de esos días, sin embargo, ¡sabemos tan poco de las posibilidades!; eso viene a decirnos Alcantarilla.

Somos lo que han hecho de nosotras, lo que nos han permitido. Y sin embargo, aquí, la poesía de María. Y sin embargo, todavía, la posibilidad de construir más allá de lo pautado. Sin duda leer este libro es un fabuloso aliciente para repensarse y reconstruirse desde el fracaso y desde la frustración a la que quieren condenarnos. A la vez que puede ser un antídoto mágico contra el dolor que supone la certeza mortal de quienes amamos.

Hay libros que son verdaderos antibióticos contra el miedo y la tristeza. Hay libros que nos llevan directamente al punto que deseamos olvidar y nos obligan a reflexionar sobre lo que hemos perdido pero principalmente nos impulsan a pensarnos de otra forma, a afrontar el dolor como parte indisoluble de lo que somos pero sabiendo que es en el límite-frontera-esquina-orilla donde la vida se gesta y donde la luz se vuelve más bella. Todo eso me ha atravesado en esta lectura. Y es lo que te deseo: este libro hermoso de María Alcantarilla, para aferrarnos a esta sentencia:

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INTRODUCCIÓN AL LÍMITE
María Alcantarilla
Fundación J.M. Lara
Colección Vandalia
978-84-174531-7-6
96 páginas
11,90 €



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