Frankenstein, a mitad de camino entre horror y ternura

Hoy les traigo al desván de los libros perdidos una obra monumental, perteneciente a ese grupo de clásicos al que volvemos inevitablemente. Esos libros que si no los has leído te persiguen hasta que te zambulles en ellos. Se trata de «Frankenstein» de Mary Shelley.

La invención de Víctor

La vida feliz de Víctor se interrumpe cuando comienza la universidad y se obsesiona con la posibilidad de crear vida. Como impulsado por una fuerza sobrenatural se dedica durante meses a llevar a cabo su plan, hasta que finalmente lo consigue.

Una criatura enorme, deforme y que parece palpitar igual que cualquier otro animal se pone de pie a su lado, enhebrando una sombra terrorífica que hace temblar las paredes de su habitación. Al ver el resultado de su trabajo, Víctor se arrepiente profundamente de haber llegado tan lejos y huye despavorido, dejando sumido en la oscuridad a ese pequeño gran monstruo, necesitado de cariño, abandonado en un mundo que no entiende y que tampoco a él lo entiende.

Esta podríamos decir es la trama principal de la historia; aunque hay más. De hecho, a Frankenstein no lo conocemos hasta muy avanzada la historia, cuando el protagonista de la historia, un viajero ambicioso, se encuentra con Víctor y escucha atentamente el relato de su vida. En aquel navío la presencia del monstruo se aviva en la narración desesperada del creador que ha ido a buscarle con el objetivo de matarle.

Aunque a simple vista Frankenstein es una historia de ciencia ficción, el centro de la narración es una reflexión en torno a la moral científica y a los límites naturales. Nos permite llegar a la pregunta de «si podemos hacerlo ¿debemos?». De hecho, parados a contemplar el terreno en el que se mueve Shelley, podemos notar que esta es una novela que combina a la perfección misterio, género policíaco, ciencia ficción y drama.

La capacidad para crear un híbrido, tan fiel a su trama, convierte la lectura en una experiencia completa y exquisita. Además de encontrarnos con una historia entretenida que nos engancha desde el principio, que nos hace dudar, que nos provoca miedo y que nos cautiva, se apoya en una gran cantidad de reflexiones que nos obliga a replantearnos la forma en la que se acomodan en nosotros las imposiciones sociales y sobre todo, dónde están los verdaderos límites.

«Frankenstein» conocido como el Prometeo moderno, es una obra que indaga en torno a las ansias humanas de ir más allá de las reglas de la naturaleza y rozar ese territorio tenebroso y atractivo que rodea lo sobrenatural. Es una historia tejida con sigilo y precisión que parece tan viva y tan actual que asombra pensar que haya sido escrita hace tanto tiempo. Tal vez ese rasgo es la que la convierte en un clásico imprescindible.

Lo que «Frankenstein» nos provoca

La estructura de este libro es una de las cosas que llaman la atención. Mary se apoya en la primera persona que va pasando de un personaje a otro y nos va adentrando en los hechos a través de la experiencia de cada uno de ellos. Tenemos así al viajero, cuyo barco ha quedado varado en el hielo ártico, al inventor del monstruo (a quien el viajero encuentra en un estado calamitoso y socorre) y al mismísimo Frankenstein. A través de estas tres voces conocemos lo que sucede no sólo fuera sino dentro de cada uno.

En primer lugar, Mary nos obliga a centrarnos en el ambicioso joven que desea crear vida con restos orgánicos y nos involucra tanto en sus pensamientos que llegamos a empatizar profundamente con él y despreciamos un poco al monstruo por haber «respirado». Pero cuando la narración pasa al monstruo, a ese Frankenstein gigantesco que siente la hierba en sus pies y se sabe pleno de vida (y a la vez tan solo), odiamos a su creador por haberlo dejado a la buena de dios en un mundo cruel que lo desprecia y en el que le resulta muy difícil vivir. La voz del viajero, por su parte, parece más neutral, como un lazo que vincula ambas historias: a medio camino entre compadecerse del monstruo y comprender las razones de Víctor para intentar matarlo; quizá representa las mismas emociones que se despiertan en nosotros ante esta historia.

Una de las reflexiones más interesantes que se desprenden de esta historia está relacionada con las imposiciones formales de la vida y el rol que el patriarcado deposita en cada una. Claro está que al día de hoy estas reflexiones resultan más sutiles y posiblemente despierten en muchos lectores deseos de un lenguaje más tajante, directo y combativo. No obstante, debemos entender que estamos en los primeros dientes del siglo XIX, aún faltaba mucha sílaba por conquistar.

Por último, y no quiero dejarme fuera este tema porque también es importante, Frankenstein es una historia sobre la amistad y la capacidad para entablar lazos; esa habilidad que incluso los seres más desafortunados tenemos la suerte de poder aprender y trabajar.

Sin duda es esta una de las obras indispensables de cualquier aficionado a la buena literatura. Por mi parte, he llegado bastante tarde: fue uno de esos libros que dices «tengo que leer» y que estuvo durante años en mi lista de lecturas futuras. Finalmente me lo he zampado, y el resultado ha sido realmente gratificante. No dejen de leerlo y releerlo porque de él nacen muchas de las buenas preguntas que nos hacemos los humanos ante la vida y la muerte.

Por cierto, la película «Víctor Frankenstein» protagonizada por el inmenso James McAvoy, es otra joya que no deberían perderse. No obstante, no es la novela de Mary Shelley llevada a la pantalla grande sino una mirada a ella desde otra historia, y presenta interesantes puntos de vista para revisar-releer la obra de la escritora inglesa.



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