«El tiempo de la convalecencia» de Alberto Giordano (Kriller 71 Ediciones)

 

¿Qué es un diario? ¿Para quién se escribe? ¿Qué estética debe seguir? En el libro «El tiempo de la convalecencia» Alberto Giordano (Kriller ) nos ofrece buenas líneas interpretativas para responder a estas preguntas y nos acoge en un espacio de intimidad donde el yo se proyecta sobre el nosotros. Un libro fascinante que renueva nuestro interés por el diario, pensándolo desde nuestros tiempos de intimidad diversa, donde la espectacularidad juega un papel crucial. Giordano nos da una vuelta por el patio del desánimo, donde lo que nos salva son los buenos libros, y no los psicaonalistas.

 

Cómo escribir de lo que duele

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Éste es el punto de partida de «El tiempo de la convalecencia» de Alberto Giordano. Escribir sobre la herida para desentrañar el nudo que la fija al espíritu, usando una herramienta popular, es decir, saliéndose de los terrenos comunes de la escritura personal. Lo que a simple vista puede parecer un ejercicio de interés íntimo adquiere magnitudes más amplias, porque conduce a reflexiones interesantísimas en torno a la escritura, a la enfermedad, y a la mirada sobre el mundo, que resultan sumamente enriquecedoras para aquellos que estamos del otro lado. En este sentido, entonces, estamos ante un diario que más se parece a una biblioteca de ideas y sensaciones vitales que de tormentos individuales, como en cierta forma podría llegar a anunciarnos el título.

La ironía se aparece desde el punto cero. El título, que como decía podría conducirnos a un tono pesaroso, en pocos instantes da un giro para narrarnos vivencias cotidianas, que se parecen a las nuestras, conflictos emocionales que seguramente todos hemos enfrentado alguna vez, y se aferra a lecturas sobre las que probablemente muchos hemos transitado.

Uno de los aspectos interesantes dentro de la reflexión de Giordano es la indagación en torno a lo confesional. ¿Qué matices adquiere lo íntimo, el discurso personal, cuando se expone en los medios modernos? En Facebook la voz varía. Se pone en pie un personaje que se dirige a un otro que no necesariamente es lector; por lo que se vuelve necesario un lenguaje apropiado. Sobre todo ello también tenemos aquí interesantes reflexiones.

Pero no es este libro el registro de la enfermedad propiamente dicha, sino de la lucha contra la tristeza o las obsesiones. La búsqueda de la luz, y se usan para ello mecanismos como el humor o la frontalidad. El recuerdo del pasado, sí, pero también la idea de que lo que tenemos no es para siempre, y que hay algo de alivio en esa idea.

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Un diario en la época de Facebook

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Entre las cosas más interesantes de este libro merece una mención especial el tono. No es un diario al uso. Se apoya en el lenguaje de los tiempos que corren. La espontaneidad. La contundencia de la instantáneo.

Quien recuerda lo hace desde la costumbre de mirarnos en estos tiempos donde la intimidad nunca es tan intima; donde somos productos de un discurso específico. Donde quien está del otro lado, siempre es alguien que habla otro lenguaje. En ese sentido caben muchísimas ideas en torno a la relación con la lectura, con la literatura en general y sobre todo, es un libro que nos ofrece una gran variedad de títulos que van desde diarios hasta peculiares trabajos de campo, resultando en un amplio diario de lecturas heterodoxo y fascinante.

El rescate de la imaginación ocupa también un lugar importante. Y en definitiva es un libro que intenta asirse a la idea de que para sobrevivir a nuestras propias obsesiones quizá no nos ayude demasiado el psicoanálisis, pero sí la ruptura: con el pasado y con nosotros mismos. Me molestan los escritores que se toman demasiado en serio, dice Giordano, y da la sensación de que a través de la construcción de un yo por momentos extravagante consigue recuperar la luz. La vida es corta y el lenguaje, que es lo único que tenemos, ni siquiera nos pertenece.

Sin duda es un libro lleno de puntos interesantes, de búsquedas ambiciosas y a la vez tiernas, donde la relación entre un escritor y su hija, entre ese hombre y su padre, el recuerdo de «la chata» (¡y qué bonito encontrarme después de tantos años con este nombre!) y las conversaciones con lectores que tienen bibliotecas imposibles, como David Fiel, son los postes que apuntalan un discurso entrañable, cercano, lejos de la erudición aunque no de la brillantez. Un diario inolvidable y a la vez regado de ternura que les deseo a todos.

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EL TIEMPO DE LA CONVALECENCIA
Alberto Giordano
Colección Mula Plateada
Kriller 71
978-84-121380-2-3
14,00 €



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