«El juguete rabioso» de Roberto Arlt

Mañana se cumple el 75 aniversario del fallecimiento de Roberto Arlt, uno de los narradores argentinos más auténticos de la historia. Nacido a principios del siglo XIX supo transformar la estética de la narrativa argentina dotando a sus obras de un realismo afincado a mitad de camino entre lo grotesco y lo fantástico.

Mi fascinación por su estética y mi interés en común por aquellos temas que supo tratar con tanto acierto me han incentivado a hacerle un pequeño homenaje a través de su obra máxima: «El juguete rabioso», que viene a sumarse a nuestras lecturas recomendadas en el desván de los libros perdidos.

La traición y el fracaso

«El juguete rabioso» no sólo fue su primera novela sino que gracias a ella, Arlt consiguió demostrar sus cualidades como narrador. Es además, su obra más autobiográfica y comprometida y una novela que marcó un antes y un después en la literatura argentina.

La historia se sitúa en una Buenos Aires humilde en la que tienen lugar situaciones peculiares, algunas más crueles que otras. El protagonista (la novela está narrada en primera persona) es un hombre que siente que ha fracasado en todo lo que se ha propuesto; cada vez que se ilusiona con algo nuevo, las cosas se truncan y termina decepcionado.

Una de las cosas a destacar de esta historia es su estructura. Se divide en cuatro partes y cada una de ellas nos permite acercarnos a una parte de la historia, como si se abrieran ventanitas que nos permitieran acceder a otra dimensión.

Así en «Los ladrones» narra los comienzos del protagonista en un gremio de adolescentes que se dedican a robos de poca monta por la noche. Emprendimiento que fracasa. En «Los trabajos y los días» nos encontramos con la siguiente etapa de la vida de Silvio, el personaje; trabaja como dependiente en una librería y el mal trato por parte del dueño le lleva a intentar quemar el establecimiento. Otro emprendimiento que fracasa. «El juguete rabioso» nos adentra en las sombras más difíciles de aceptar por parte del protagonista, el rechazo por tener una inteligencia y una curiosidad superior a la media y sus conflictos con su sexualidad. Otro capítulo de emprendimientos fallidos. En «Judas Iscariote» la historia da un vuelco; tenemos a Silvio dedicado a una profesión que no le gusta que se reencuentra con uno de los jóvenes con el que montó el Club de los Caballeros de la Media Noche (los ladronzuelos adolescentes). Intentará una última empresa donde la traición será el elemento fundamental, ¿fracasará también en ella?

Ilustración: Oscar Grillo

Una obra que abrió nuevos caminos en la literatura

«El juguete rabioso» es un libro escrito con absoluta frescura y una pasión por la narración que resulta muy revitalizante para quienes disfrutamos de las historias bien contadas. Señalaba en la sección anterior el gran acierto de su estructura, ahora me centraré en otro elemento interesante de ella, la forma en la que Arlt trabaja los personajes. Ya que, a diferencia de aquello a lo que estamos acostumbrados, el autor no los caracteriza ni psicológica ni físicamente, todo esto podemos comprenderlo si nos centramos en los hechos y somos lectores detallistas, porque sus características como individuo se encuentran incoporadas a su comportamiento y a las cosas que dice. Ciertamente, fue un arriesgado método el que escogió, aunque fue gracias a ese riesgo que quiso asumir que pudo lograr componer una de las novelas más importantes de la literatura argentina del siglo pasado.

Otra cosa que no quiero dejarme fuera es un rasgo muy característico de toda la obra de Roberto Arlt, su peculiar forma de plasmar el silencio que atraviesa los escenarios tétricos que tanto le atrajeron y en los que ambientó la mayoría de sus obras. En «El juguete rabioso» este silencio se ve muy bien presentado en la mirada que el protagonista otorga a lo que ve, es un silencio pegajoso que se desprende de las diversas imágenes que van conformando el entramado de la historia.

Sin duda «El juguete rabioso» es una lectura que ninguno de ustedes deberían perderse. ¡Lean a Roberto Arlt, por favor!



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