Cristina Loza y sus nostalgias

Cristina Loza, autora de la obra «La hora del lobo», regresa a las librerías con «El oso de Karantania». Se trata de una historia romántica, embadurnada de memoria, de costumbrismos y comprometida con las raíces. Cristina asegura que es esta su obra «más ambiciosa y comprometida».

«El oso de Karantania» relata la historia de jóvenes inmigrantes habitando en medio de las sierras de Argentina y que añoran un país al que regresar. La escritora asegura que es maravilloso saber que existe un lugar hacia donde se puede volver, pese a estar seguro de que nunca se regresará.

La historia está inspirada en la historia de sus antepasados. Cinco de sus siete tíos abuelos fallecieron durante la Segunda Guerra Mundial y en ella puede descubrirse la historia de una familia marcada por el desarraigo, por la memoria de un jardín perdido pero llenos de esperanza y construyendo esperanzas para las generaciones futuras. En esta obra, Cristina, reconstruye la vida de los inmigrantes y sus descendientes a lo largo de los años. «Son todas las personas que se amaron y se odiaron antes de nosotros».

Esta obra es muy identitaria, y podría resultar sumamente cercana para cualquier persona nacida en territorio argentino. Todos los argentinos provenimos de familias europeas y buscamos nuestra identidad en las historias de los barcos y de nuestros ancestros; con esta obra podemos recuperar un poco ese bagaje que con el correr de las generaciones parecen haberse diluido en nuestra historia familiar.

Viaje a Eslovenia

Desde niña Cristina escuchó los relatos de su madre acerca de aquella tierra, Eslovenia, que era como el País de Nunca Jamás o cualquier espacio construido en la memoria a través de las leyendas y los relatos que su madre le contaba. Creció añorando una tierra que no conocía, sintiendo cosas por un espacio que jamás había pisado, hasta que un día se decidió a viajar al país del que su madre hablaba maravillas. Y respiró su aroma, pisó esas mismas calles y realizó las visitas que su madre le había recomendado.

En ese viaje de retorno a sus raíces, Cristina debió comprender algo que fue vital para ella; su presencia en las tierras de sus antepasados la hacía desprenderse de todo cuanto ella era. En ese lugar, ya no se trataba de Cristina Loza, sino de la hija de Gloria y la nieta de Marija (madre y abuela eslovenias). Asegura que este detalle la marcó profundamente.

¿Por qué osos?

El nombre del título está dado por estos animales. Antiguamente Eslovenia exportaba osos a Francia, donde les preparaban un espacio muy natural, un hábitat similar al que tenían en su tierra; sin embargo, los animales no se acostumbraban y buscaban la forma de volver a su país.

La autora afirma que su madre, su tío y sus abuelos fueron esos osos. Y ella, al igual que Luka, el narrador de la novela, pudo volver, y tuvo que hacerlo porque también sus antepasados le pusieron el chip de la nostalgia para que vuelva, para que cuente, para que esas historias se sepan. Fue la primera de su familia en regresar a Eslovenia y al desconocer el lenguaje materno, se sintió desarmada, igual que hubieron de sentirse sus antepasados al llegar a Argentina. Le faltaba la seducción de la palabra escrita y oral. Y eso le permitió sentirse aún más como se sintieron sus abuelos.«volvía como quien era.»

Dentro de la historia se van hilvanando otras realidades, otras vidas, varias generaciones de eslovenios en Eslovenia, de eslovenios en Argentina y de argentinos en Eslovenia. Es una obra donde se trabaja sobre el proceso de reconstrucción de las identidades, para conseguir entender el presente de sus protagonistas, de los descendientes de aquellos inmigrantes de vestidos largos y precoces tecnologías.

Historias de inmigrantes

La idea de traducir todas las historias familiares en una novela al principio no le pareció adecuada a Cristina, sin embargo, luego se dio cuenta, de que era éste el único modo de traer de vuelta a esas personas que ya no estaban en este mundo, y que habían hecho posible que ella existiera. Comprendió que «Nunca iban a estar más vivos. Aunque yo me muera, ellos van a seguir», dice. Y asegura que todos los personajes presentes en la novela son extraídos de la realidad, los mismos nombres, los mismos grados de parentezcos, las mismas historias, por supuesto con un toque de ficción, necesario para crear una historia con sentido, consecuente y que atraiga a los lectores.

Dos de las historias más fantásticas de esta obra son la de Gordana y Peter, un par de enamorados jóvenes, separados por la guerra, y por los barcos. Es espeluznante, llegar a sentir como pueden haber sentido ellos, arrancados de su cuna, de su tierra, de sus amores; y sin contar, como sí contamos los actuales inmigrantes, con la tecnología que permite una cercanía virtual que medianamente puede hacer olvidar las distancias. Cristina lo expresa de la siguiente forma: «En aquel momento América era un hueco que se tragaba a los seres. Para ellos era nunca más, quizás. No se sabía, las cartas tardaban meses en llegar.»

Otro concepto a destacar de la historia es la convicción con la que aquellas personas vivían, con la esperanza a flor de piel, pese a haber tenido que soportar sufrimientos aberrantes y realidades que no se esperaban. Cristina dice que investigando acerca de las historias de la Segunda Guerra Mundial, y las vidas de tantas personas que habían padecido sus consecuencias, comprendió el significado de la palabra conformar, que no es otra que tomar la forma de. Todas esas personas, iban tomando la forma de la vida como la vida iba viniendo, la única manera de subsistir era entender la guerra como algo que se escapaba de sus posibilidades, como algo que no podían cambiar e intentar hacer lo posible para no ser tan desgraciados… Construir nuevas existencias en remotos territorios.

Para Cristina, como lo es para muchos escritores, la literatura es lo que le permite salvarse de la locura. Inventar historias, crear mundos y dar rienda suelta a la imaginación, son herramientas preciosas para huir de la depresión y de la decepción. Cristina dice que las palabras son un refugio, su refugio; un lugar amable, un lugar donde nada puede herirla, donde puede sentirse a salvo. Y agrega que el escritor no sigue siendo el mismo luego de plasmar historias en una hoja, como los lectores no son los mismos, y ahi reside el secreto, en la posibilidad de crecer a partir de las palabras.

Con «El oso de Karantania» Cristina dice que se ensució las manos con sangre y se embarró completamente. «Sentí la vida y la muerte muy cerca, como hacen los campesinos que tienen la muerte ahí muy cerquita cuando trabajan la tierra. Fue la huerta junto al cementerio.»



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