La búsqueda de la felicidad en la filosofía

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Como ya lo hemos hablado en otras ocasiones, todos tenemos razones que nos llevan a escribir; a embarcarnos en un a tarea ardua cuyo fin último es compartir con otras personas aquellas experiencias que nos han marcado o simplemente aquello que creemos.

Dice el filósofo francés André Comte-Sponville que uno estudia filosofía porque no es feliz. Y supongo que también valdría para la literatura, la mayoría de nosotros nos sentimos huérfanos, heridos, sin techo, incapaces de poner los pies sobre este mundo sin sufrir tremendas sacudidas; en definitiva, infelices.

Y aunque no a todos ha debido marcarnos el suicidio de nuestra madre y la certeza de que Dios no existe como a André, seguramente sí hemos sentido el desarraigo y el desencantamiento en más de una ocasión, situación de la cual no hemos sabido salir impolutos… más bien, sólo hemos sido capaces de hacerlo a través de la escritura.

Cuando la intimidad deja de ser íntima

André Comte-Sponville ha dedicado su carrera filosófica para estudiar aquellas cosas cotidianas que para otros especialistas del campo quedan  a un costado. Ha enfocado su inteligencia a comprender cómo hilvanamos nuestras relaciones íntimas y de qué forma le hacemos frente a nuestra cotidianidad desde los lazos que entablamos.

En su último libro «Ni el sexo ni la muerte», compuesto por tres ensayos sobre la sexualidad y el amor, donde se plasman conversaciones que el especialista ha mantenido con diferentes personas, analiza estos temas tan importantes para la historia de la humanidad.

Escribir filosofía no es narrarse a sí mismo o contar nuestras memorias, sino expresar lo que hemos entendido o creemos haber entendido a lo largo de la vida. No hace falta caer en temas íntimos para hacer filosofía, salvo que así lo requiriera el texto, sino explayarse sobre aquello que se ha razonado a partir de determinadas experiencias y crear un método que cualquiera pueda entender, aún si desconoce nuestra historia.

André dice que vive angustiado e infeliz y que eso es lo que lo motivó a dedicarse a la filosofía. Y la infelicidad está sumamente ligada a la intimidad. Asegura que a él le gusta mucho la intimidad, de hecho cuando se reúne con sus amigos prefiere intercambiar experiencias intimas que hablar sobre filosofía; sin embargo, al escribir intenta alejarse de lo íntimo particular para hablar de una intimidad que puede albergar a todos.

Quien lee no debe conocer a quién corresponde la experiencia narrada en el libro, sino sentir que se está hablando de su propia experiencia, en ese punto tiene sentido la lectura; porque permite que el lector se identifique con otra historia como si fuera la propia.

La intimidad, dice André, no existe para ser expuesta públicamente, pero sí puede hablarse de ella para englobar las experiencias de todos los lectores; entonces pierde su cuota de intimidad al ser escrita, pero nuevamente la recupera en la lectura. Porque cada lector puede entenderla como propia. Posiblemente porque no existe un acto más íntimo que el de la lectura.

¿Por qué la filosofía?

André sufrió la muerte de su madre (el suicidio, mejor dicho) cuando era todavía muy pequeño, este hecho lo marcó profundamente, pero previo a él lo que seguramente lo perfiló a desarrollar la profesión fue la angustia y la depresión con la que su progenitora vivió.

Él cuenta que su infancia fue infeliz porque su madre no era feliz;  y que, cuando más tarde descubrió la filosofía, sintió que otra vida era posible, donde pudiera aplacarse tanta infelicidad.

De niño tenía la sensación de que lo verdadero era el estado de infelicidad, porque cuando su madre salía de sus grandes depresiones e intentaba mostrarse bien lo hacía por una cuestión de apariencia y él entendía que en esos momentos no era verdadera, y en los otros, ésos en los que se hallaba realmente hundida y lejos, sí lo era.

Pero cuando leyó a los filósofos griegos y se dio cuenta de que en realidad era al revés y que la ilusión era lo que hacía que fuera infeliz, y la verdad, lo que hacía que fuera feliz, su vida cambió rotundamente. Comprendió que podía entenderse la vida de una forma diferente y que esa forma era a través de la filosofía.

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Entiende que un filósofo es alguien dividido entre dos amores: la razón y la felicidad. Que debe vivir con ambos en armonía pero siempre privilegiando la verdad. Y en ese camino es necesario aceptar las verdades por desagradables que sean antes que darle una mayor importancia a la ilusión, porque es la única forma de alcanzar la verdadera felicidad. Y Concluye diciendo:

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André analiza cuestiones de la vida cotidiana pero no olvida las preguntas básicas de la filosofía, sobre todo aquellas relacionadas con la existencia de dios. Dice que está convencido de que es un invento del ser humana para convencerse de que las cosas pueden durar más que la vida, para tranquilizarse, sin embargo objeta:

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Seguramente es uno de los filósofos franceses más renombrados del momento, alguien que ha sabido hacer de las rupturas y la tristeza de la infancia algo positivo, volcarlos en libros que nos hablan de la vida y de la búsqueda de la felicidad.

Comentarios5

  • spiedra

    Buen aporte, muchas gracias.

  • Elsy Alpire Vaca

    Excelente artículo que nos ayuda a crecer a través del conocimiento y la información. Mil gracias.

  • Caracola

    Que reseña mas interesante Textil, estarè pendiente de comprar alguna obra de este filósofo francés. Gracias, abrazos

  • Junior Rafael Velazquez Leon

    Textil, gracias por el regalo.

  • Ramon33

    Un ensayo que lo convence a uno de lo importante y necesario que es filosofar para tener la mayor claridad sobre los misterios de la vida...y de la muerte.



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