Arte y límite

Recuerdo al pintor Vincent van Gogh (1853-1890), posimpresionista holandés, quien se quitó la vida y no vendió sino un cuadro en toda su existencia. Luego habría de ser famoso, y su arte inspiraría y apasionaría no solamente a las generaciones de pintores que vinieron, sino también a los no instruidos en materia de pintura, pues cómo no admirar aquella pintura de los viejos y gastados zapatos, o aquellos girasoles.

Vivió siempre en el límite, tocado por la genialidad y la locura. Ese estado de permanente oscilación habría de generar en él una personalidad autodestructiva.

Estuvo internado durante un tiempo en un hospital de Arles y un año en el manicomio de Saint-Rémy. Quién lo diría, aun despojado de la cordura en tantas oportunidades, su talento se levantó contra toda ola y sobrevivió al naufragio mental, pues continuó pintando.

Y cómo no recordar a la querida Alejandra Pizarnik (1936-1972), que era lesbiana, asmática y tartamuda, y no encontraba momentos de paz para su alma, pues el mundo le pesaba. Sus nervios, en estado de fragilidad, se hicieron añicos tantas veces, aunque dentro de ese desajuste anímico que la iba deshilando escribió poemas muy inquietantes y bellos.

A esta poetisa argentina, que tanta admiración, con su magistral obra, despertó en su época y que tanta ascendencia habría de tener sobre las nuevas generaciones de poetas, le tocó vivir al límite. Hay tantas cosas terribles en la vida. ¡Y yo no sé!

Noche

Tal vez esta noche no es noche,
debe ser un sol horrendo, o
lo otro, o cualquier cosa.
¡Qué sé yo! Faltan palabras,
falta candor, falta poesía
cuando la sangre llora y llora.
¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Si solo me fuera dado palpar
las sombras, oír pasos,
decir “buenas noches” a cualquiera
que pasease a su perro,
miraría la Luna, dijera su
extraña lactescencia tropezaría
con piedras al azar, como se hace.
Pero hay algo que rompe la piel,
una ciega furia
que corre por mis venas.
¡Quiero salir! Cancerbero del alma.
¡Deja, déjame traspasar tu sonrisa!
¡Pudiera ser tan feliz esta noche!
Aún quedan ensueños rezagados.
¡Y tantos libros! ¡Y tantas luces
¡Y mis pocos años! ¿Por qué no?
La muerte está lejana. No me mira.
¡Tanta vida, Señor!
¿Para qué tanta vida?

Alejandra Pizarnik



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