Patricia Almarcegui: «La memoria del cuerpo es lo último que se pierde»

El paso del tiempo, que se paraliza cuando leemos, nos avisa del final cuando volvemos nuestros ojos sobre nuestros pasos. Asumir las nuevas formas que adquiere nuestro cuerpo no resulta una tarea sencilla. En «La memoria del cuerpo» (Fórcola Ediciones) Patricia Almarcegui reflexiona sobre el peso de la vejez en la vida de una bailarina. La soledad, las presiones, los logros, todo parece evaporarse cuando el cuerpo ya no responde. Con el deseo de iluminar ese gris panorama surge esta novela maravillosa, sobre la que he conversado con Patricia, ¡y qué ganas de que se hubiera alargado más este intercambio! No se pierdan la lucidez de su voz y lean esta belleza de libro.


P«La luz de San Petersburgo no es la misma» se plantea el personaje de «La memoria del cuerpo». ¿En qué ha cambiado tu mirada, desde aquella niña que bailaba a esa mujer que hoy escribe sus memorias?

R—Pues, sobre todo en la melancolía de todo lo pasado y todo lo perdido, desde el cuerpo hasta los primeros ballets. Estoy hablando por supuesto de la protagonista. Toda su vida es la que ha pasado, y en el último capítulo, lo intenté al menos, quise que se sintiera pues esa especie de nostalgia de lo pasado. Una nueva vida pero también vivir con lo que fue, ¿no? Entonces pues, le arropa esa luz de San Petersburgo, pero está claro que ya no puede ser la misma por todo lo que ha pasado, lo que ha perdido y también porque va avanzando con la edad, y el cuerpo le ha ido envejeciendo. Eso sería un poco.

P—Escoges un título que por un lado habla de cómo los músculos del cuerpo recuerdan ciertos movimientos metódicos o mecánicos y que, por otro lado, te sirve para simbolizar lo que es el ocaso biológico.

R—Sí, efectivamente. Dice el gran director de teatro Bob Wilson que se ha encontrado con alguna ex bailarina viejecita viejecita con alzhéimer y que ha sido capaz de recordar la coreografía al escuchar la música. Ya sabemos que la música a los enfermos de alzhéimer les ayuda a recuperar parte de la melodía y de la letra, pero claro que una de las cosas que tardes más en olvidar sea una coreografía, sean los gestos, los movimientos del cuerpo… es muy significativo. Es que es en definitiva lo más físico que hay que seas capaz de recordar gracias al cuerpo los movimientos del cuerpo. Y, bueno, de ahí parte un poco ese título, que si no me equivoco sale dos veces en la novela, «La memoria del cuerpo», porque la memoria del cuerpo es lo último que se pierde.

P—Y dice la protagonista que quiere «Buscar una pieza que extraiga de la vejez un movimiento diferente». Teniendo en cuenta que para una bailarina el cuerpo es no sólo la forma en la que experimenta la vida sino además su instrumento de trabajo, ¿cuánto de lo que aquí nos cuentas tiene estrictamente que ver con el declive biológico que se vive en el mundo de la danza?

R—Muchísimo muchísimo, porque claro hay cosas que no puedes, es decir, que dejas de poder hacer. Yo quería transmitir las sensaciones físicamente, y que fuera el declive del cuerpo de una bailarina para poner un poco en alza el tema; demostrar que, bueno, si para una mujer la vejez es algo que puede llegar a ser trágico, en el sentido de que ya sabemos que la juventud está siempre asociada a la belleza, pues, esa pérdida de la belleza en una bailarina muchísimo más. Porque siendo su cuerpo el instrumento de trabajo pues va a dejar de bailar. Es como si se le fuera a ver más rápido la vejez, porque vive de su cuerpo, y los movimientos son el cuerpo, entonces sí dice eso que ojalá pudiera extraer un nuevo movimiento de esa vejez. Además yo creo en ello; creo que se puede conseguir una belleza en el movimiento que vaya más allá de la pérdida de equilibrio y de la pérdida de fuerza y elasticidad, que es un poco lo que pierde una bailarina. Entonces como yo eso también lo he visto cuando he visto coreografías, pues es lo que le pido a esa protagonista, que busque y que intente conseguir, para seguir pues dentro del mundo del movimiento, pero adecuándose a la vida. Quizás es el paso más difícil que hay: adecuarse a la vida también con tu profesión ¿no? Y entonces pues, por eso quería: que ella lo intentara.

P—Hablabas recién de cómo nos hacen creer que la belleza está vinculada a la juventud. ¿Por qué crees que nos resulta tan difícil envejecer?

R—Bueno pues para empezar porque por un lado en el envejecimiento cada paso es un paso hacia el final. Y luego quizás porque Occidente el tema de la vejez y de la decadencia física pues no lo lleva tan bien como lo pueden llevar Oriente o en algunas cultura orientales. O sea, Occidente, sobre todo en un primer mundo de Occidente, está vinculada la vejez a la decadencia y sobre todo a la fealdad, ¿no?

P—¿Y por qué crees que tenemos eso?

R—Pues, no lo sé. A veces la belleza representa cánones estéticos y cánones que se van configurando también en el cerebro, son culturales pero van haciendo un poco que queramos ver aquello. De todas formas, eso puede modificarse, y es un poco lo que le pido a esa bailarina, encontrando esa belleza en el movimiento de un cuerpo en decadencia. Yo creo que son hechos culturales y que se han ido construyendo y que seguimos pensando en eso, pero creo que deben de cambiar. Hace poco, por salirme un poco del tema, fíjate esa publicidad que empezó a hacer esa marca Dove de desodorantes y jabones, en la que empezaron a utilizar cuerpos de personas mayores para hablar de la higiene y de la belleza. Y yo creo que está cambiando. Y es que, desde luego el paso del tiempo también da cosa hermosas, sin ninguna duda. Mi utopía sería que pudiéramos ver en el movimiento de un cuerpo mayor una belleza. Y además la gente que ha tenido un movimiento bello, lo puedes ver todavía en la vejez. Pero yo quería como ir un paso más allá.

P—Hablas de ver cosas hermosas en el movimiento de una bailarina y justamente cuando ella se redescubre en esa madurez consigue sacar de su interior cosas que de joven no podía hacer, por el peso de la experiencia.

R—Claro, tú lo estás explicando. Estás contestando muy bien a la pregunta que me has hecho antes. Es verdad, es la experiencia. Y eso lo he trabajado también en el capítulo del amor. Cada cambio que se produce en ella con cada una de las relaciones quería que se viera reflejada esa experiencia de la vida desde el punto de vista del corazón pero que también se modificara su manera de interpretar la danza. Y eso se ve pues en la relación que tiene con el director de cine que no deja de ser un poco dramática, porque es como que ella lo quiere más que él a ella y eso le provoca unas cóleras infinitas que le hacen bailar de otra manera. La semana pasada en la presentación en Madrid Andrés Ibañez me presentó y me preguntaba, con eso que digo en una parte sobre el alma, que la danza tiene que expresar los movimientos del alma, pues me preguntaba ¿cuándo se extrae el movimiento más bello del cuerpo humano? Pues cuando el alma ha tenido más experiencia y también cuando de esas experiencias negativas, que decimos en Occidente, has sabido extraer la belleza. Que eso ya lo sabemos, que hay una belleza en la nostalgia, la melancolía, y en la decadencia la hay también.

P—También por otro lado planteas una mirada sobre cómo la cultura ha ido decayendo en la última mitad de siglo. ¿Es algo que te hayas propuesto o igual es una interpretación demasiado libre?

R—No, no, no, pero cuéntamelo porque tienes una mirada muy inteligente. Cuéntame.

P—Me refiero a que ella cuando llega a Leningrado todo es muy luminoso, hay mucho brillo (quizás porque llega con la mirada de la ilusión) y a medida que va avanzando en su historia y ya se conoce cada rincón de la ciudad todo empieza a volverse un poco más gris y menos colorido. Y eso a mí me llevó a pensar, extrapolando esa imagen, en cómo en la última mitad de siglo la cultura ha perdido color y relevancia, como que importa menos. Bueno, igual es una interpretación muy aleatoria…

R—Yo no he pensado en eso pero bueno sí que puedo hablar de ello; es verdad que está ocurriendo y es verdad que parece que cada vez la alta cultura, donde exista, pues hay que ir a por ella, hay que encontrarla, porque los espacios han cambiado, que allí donde encontrábamos antes cultura pues ahora hay algo mucho más mediático mucho más comercial, quizás, y entonces hoy hay que buscar más los lugares. Yo creo que los lugares donde antes buscábamos cosas, íbamos a ver cosas, no son los mismos, hay que encontrarlos. Yo creo que acierta el que encuentra, el que dice ¡jo’ esta revista online es maravillosa! este pequeño espacio de teatro es maravilloso, y es verdad que al menos la historia nos demuestra que en época de crisis ya sabemos que surgen cosas interesantes. Ahí estamos. Yo no me lo he planteado como dices tú pero me gusta saber que hay ese cambio de luz, ese cambio de mirada y lo hay pues porque sí que quería que la protagonista se encontrara con ese cambio de «lo he hecho todo. ¿Y ahora qué?» Yo he hablado de esta bailarina como de alguien que pertenece a la alta competición también, porque estamos hablando de una primera bailarina o de un primer violinista ¿sabes? son personas que cuando muy rápidamente tienen un gran éxito, el envejecer desde el punto de vista profesional es difícil y yo creo que también le pasa a un escritor y a un pintor, y a un cineasta ni te cuento. O sea, el madurar y el envejecer es difícil. Y entonces ahí está la protagonista, que a veces se pone melancólica por lo que tuvo y sin saber como continuar hacia adelante siendo una primera bailarina, que hay que evolucionar. Y eso yo creo que es difícil y es uno de los alardes de los artistas, como vas cambiando modificando y modificando al fin y al cabo.

P—La memoria del cuerpo y el cuerpo como protagonista. Es esta una novela absolutamente física. Una cuando lee está sintiendo en su cuerpo las cosas que a ella le pasan de una forma brutal. A mí me sorprendió mucho desde ese punto de vista, realmente me fascinó esa forma de narrar que tienes. Y esto me lleva a preguntarme si tú crees que podrías haber escrito esta novela si no hubieras bailado.

R—Buena pregunta. Pues… ay, no lo sé. Quizás, porque todo se puede hacer, pero con mayor dificultad, con una enorme dificultad. Porque desde luego lo que es … O sea, yo creo que las sensaciones del cuerpo las puedes transmitir, también del movimiento y de los gestos aunque no hayas bailado, pero claro, pero si has bailado pues tienes un vocabulario que se queda grabado, como dice la protagonista. Y sí es cierto que cuando bailas acabas teniendo una relación, no sé cómo llamarla, un diálogo tan constante con tu cuerpo que hay cosas que las sabes hacer más rápido que los demás y que otras. Yo todavía tengo esa sensación, porque yo bailé muchos años, y la primera vez que me monté en un caballo y cuando tuve que trotar pues sabía como hacerlo porque te dicen «haz esto, esto y esto» e inmediatamente lo interiorizas. Es muy bonito interiorizar el gesto y el movimiento y lo reproduces, ¿no? Entonces desde ese punto de vista pues igual una persona que no tiene el vocabulario ni esa especie de ejercicio asimilado pues sería más difícil. Sin ninguna duda yo me alegro que hayas visto tú eso y lo está viendo la gente que lo lee. Para mí era muy importante eso, era la gran intención de la novela, el poder transmitir a la persona que lo lee pues algo de lo que significa bailar, utilizar el cuerpo bailando danza clásica y contemporánea. Y eso pues me ha costado ahí, he estado luchando con el lenguaje mucho y sintiéndolo yo, traspasándolo, cambiando los sintagmas, porque dijo, ¡ojalá! Uno de los objetivos de esa novela es que la gente pueda sentir lo que es bailar, porque me parece otra gran arte, tampoco tenemos tantas artes. Yo lo he intentado.

Lee aquí la segunda parte de la entrevista.



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