Verónica Sukaczer, respuestas en 280 caracteres

Hace mucho tiempo que Verónica Sukaczer enriquece a la literatura con libros destinados al público joven. Gracias a sus historias originales y seductoras, chicos y adolescentes tienen a disposición una amplia variedad de incentivos para disfrutar el saludable hábito de la lectura. Claro que los adultos también pueden sentirse cautivados por su prosa.

Verónica SukaczerDe su ingenio y habilidad narrativa han surgido, por ejemplo, “La cena del dinosaurio”, “Hay que ser animal”, “El inventor de puertas”, “Nunca confíes en una computadora”, “Lindo día para volar” y “Shemaparin, la lengua perdida”. “La última palabra” y “Los nombres prestados” son otras publicaciones de esta experimentada escritora y periodista de nacionalidad argentina que, recientemente, fue distinguida con el Premio Fundación Cuatrogatos en reconocimiento a “Siempre nos estamos yendo”.

Si uno indaga en Internet, advertirá que abundan las apreciaciones positivas respecto al desempeño de Sukaczer en el campo de la ficción. Vale la pena, por lo tanto, acercarse a su figura a través de este artículo que concluye con una entrevista breve a Verónica, darle una oportunidad a sus relatos y hasta hacerle llegar comentarios de sus obras vía redes sociales.

Al iniciar un relato de ficción, ¿qué miedos, fantasmas o incertidumbres te atraviesan y qué herramientas o recursos te ayudan a superar esa instancia?
– Me cuesta muchísimo la primera línea, le tengo mucha fe a ese comienzo, luego espero que la historia no se caiga por la mitad, poder mantener argumento y personajes con fuerza. Confío en el proceso, en el tiempo, la reescritura y me sostengo con otras lecturas.
¿Cuáles fueron las sensaciones que experimentaste al completar la escritura de “Siempre nos estamos yendo”? ¿Qué te provoca este libro?
– Terminar un libro siempre es mucho de felicidad y alivio y algo de pena. Son muchos meses conviviendo con esos personajes a los que toca soltar. ¿Hice lo mejor por ellos? ¿Conté la historia que quería contar? Los cierres están llenos de preguntas más que de certezas.
¿Cómo te las ingeniás, a qué estrategias apelás, para atraer a lectores jóvenes y no subestimarlos?
– No hay estrategias, hay un deseo por contar una historia y hacer una búsqueda estilística, y casualmente el modo en que me gusta escribir coincide con lo que llamamos literatura juvenil. Nunca disfruté tanto de leer como en mi adolescencia, tal vez tiene que ver con eso.
Entre las obras que llevás publicadas, ¿cuál es la que más te marcó o conmovió? ¿Razones?
– Cada libro surgió de algo que me motivaba en ese momento, no puedo elegir. Pero sí reconozco cambios en mi escritura: empecé bordeando la ciencia ficción, luego me volqué al humor y finalmente giré al drama (siempre con el humor latente). ¿Razones? Supongo que la vida.
¿Qué es lo más gratificante de dedicarte a la literatura infantil y juvenil? ¿Y lo más complejo?
– Hay chicos (y adultos) que me cuentan que se iniciaron en la lectura con un libro mío. O que un libro los marcó de algún modo. No necesito más. Es complejo el mercado, las crisis que lo atraviesan, el prejuicio de que la LIJ no es «tan» literatura. Pero se sigue escribiendo.



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