Miguel Albero: «La esperanza es un psicotrópico que nos dan los dioses»

Entrevista Miguel Albero (Segunda Parte)«Godot sigue sin venir. Vedemécum de la espera» (Páginas de Espuma) es la obra que le ha dado a Miguel Albero el VII Premio Málaga de Ensayo; un texto que escarba en las simientes de las diversas tipologías de la espera e intenta acercarnos algunas herramientas para desmembrar nuestra tendencia obligándonos a tener esperanza pero evitar la ansiedad del porvenir. Un libro surgido de sus obsesiones, nos decía Albero en la primera parte de nuestra entrevista. Continuamos.

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P—Dices que sueles obsesionarte y me pregunto por qué obsesionarte con la espera.

R—Bueno, aunque al final aparecieron estas cosas que te contaba, en principio por el hecho de que nos pasamos la vida esperando. Nuestra vida diaria está hecha de esperas y me di cuenta que no estaba estudiado eso, digamos. Hay literatura de tantas cosas y sin embargo de la espera, no. Nadie se ha puesto a estudiar la espera. Y dices: por qué cuando tu realidad diaria es que llegas aquí, hemos pedido una caña y hasta que nos la han traído hemos esperado, luego vas a pedir la cuenta, esperas… te pasas el día esperando. Y es importante pensarla en este tiempo loco en que vivimos ahora. Es cuando esperamos cuando pensamos. Sólo pensamos cuando esperamos. Nos organizamos para que todo el día esté ocupado y no tengamos tiempo libre, y de repente vamos a buscar a alguien al aeropuerto y tenemos que esperar, y ahí es cuando pensamos. Pero nunca pensamos en la espera. Esa es la reflexión inicial del libro.


P—Y propones además no sé si soluciones pero sí posibles formas de darle la vuelta.
R—Sí, la primera es muy obvia y tiene que ver con lo que hablábamos recién: esa confusión entre esperar de aguardar y de esperar. Si puedes, evita la espera, ve a por eso. No esperes a que tu vida cambie, ve a por ello. Y cuando no puedes evitar la espera trasládala. Me gustó mucho algo que encontré en un ensayo que se llama «El luthier de Delft» de Ramón Andrés; dice que Spinoza contaba que los sabios judíos le decían que lo que tenía que hacer era dedicarse a algo práctico, y él hacía lentes. La idea es hacer algo concreto que empiezas y terminas, que es el telar de Penélope, y me he dado cuenta de que por eso escribo, porque cuando empiezas a hacer, la lente en Spinoza, el telar en penélope, el libro en mi caso, trasladas la espera. En el minuto en que empiezas, cuando has escrito la primera frase del libro, el libro te espera a ti.


P—¿Y qué hay de los que no pueden evitarla ni enfrentarla, como es el caso de los refugiados o de una persona con una enfermedad terminal?

R—Este libro es una recomendación para aquellos que sí pueden. Porque en el caso de los refugiados es la espera de una vida, porque les han secuestrado la vida y no tiene forma de cambiar eso. Así que, las recomendaciones de la espera son para el que puede.


P—Dices también «No pongas plazos para guardar ausencia«. ¿No merece la pena esperar por el recuentro?

R—Sí, esa es la cosa de Penélope. Hay un escritor que se llama Miguel Barnet que dice «pero no vuelvas porque yo lo que quiero es esperarte«. Y esa espera amorosa es la de Penélope y es la espera del ser idealizado. Pero lo de Penélope que nos parece una cosa muy antigua (que tiene, por cierto, un componente muy machista porque a la mujer se le presupone espera y el hombre es cazador, va… amor en cada puerto y demás), ese Ulises y Penélope, digo, que nos parece una cosa muy antigua no lo es. Hace poco hubo en Honduras, donde vivo, una exposición de un Mexicano preciosa que se llamó «Penélopes» y que eran historias de mujeres de Centroamérica que sus maridos emigran a Estados Unidos y a ellas se les impone la espera, mientras que ellos tienen dos tres familias en la nueva tierra.

Entrevista Miguel Albero (Segunda Parte)


P—¿Se trata de que no sea una espera forzosa sino que uno pueda escogerla?

R—Eso es.


P—Algo que me pareció muy interesante es que dices que las zonas de tránsito de los aeropuertos son no lugares y te pregunto ¿por qué a la sala de espera de un hospital o la marquesina para esperar un autobús no las consideras no lugares?

R—Eso lo menciono cuando hablo de los aperos de labranza; es decir, de los instrumentos de la espera. Tienes los instrumentos para medir la espera, que sería el reloj de arena por ejemplo, y para albergarla. En los aeropuertos estás como en medio de la nada. Me gustó mucho un texto de Andrés Neuman en el que él habla de su abuela que viene de Argentina a España y cuando vuelve se queda parada (en el sentido peninsular: quieta) y pierde todos los vuelos. Se queda allí mirando, y es una escena como tan bonita. La imaginas ahí con los vuelos, las horas y ella ahí, esperando.


P—¿Y hay esperanza en el futuro?

R—Sí. Al final hago una reflexión sobre el mito de la caja de Pandora. Nos han contado que en la caja estaba lo malo, ¿no? Los males se desparramaron y sólo quedó la esperanza. Y cuando tú lo lees te preguntas: primero, pero ¿la esperanza es un mal?; segundo, ¿y no salió de la caja? Y al final he hecho mi propia lectura. La esperanza es un psicotrópico que nos dan los dioses (soy más politeista que monoteísta o más pagano que cristiano) para resolver los males y entonces la idea es que a Zeus le dan dos jarras.


P—¿Y no era una caja?

R—Lo de la caja es un anacronismo; ahora le llamaríamos el iPAD de Pandora. Entonces, hay dos jarras: una tiene los males y otra tiene los bienes. Y es mucho más bonito de pensar que lo que estaba en la jarra de los males era la esperanza. ¿Por qué? Pues porque si se liberaran todos los males… ¿cómo puedo soportar yo todo esto? Y dices: tu realidad es horrible pero mejorará. Ahí está, la esperanza. No te preocupes que mejorará. Y los bienes… imagínate que se hubieran liberado sólo los bienes… ¿Y cómo haces para que la gente valore los bienes?, con la espera. Entonces, mi idea es que al final en la caja de los males estaba la esperanza y en la jarra de los bienes, la espera. Porque cuando esperas valoras las cosas.


P—¿Y qué esperas tú de este libro?
R—Bueno, eso ya es espera esperanzada. No espero mucho más. La verdad es que lo que uno quiere cuando escribe es que se publique. Borges dijo esa cosa fantástica que dice que uno escribe los libros sobre todo para liberarse de ellos. Y en este caso, yo me obsesiono con un tema y una vez que lo termino ya está. Y que me hayan dado un premio… es la primera vez en mi vida que alguien me paga un billete de avión y no es para trabajar.


P—¿Y, por cierto, cómo compaginas la escritura con el trabajo de embajador que imagino será un poco agotador?

R—Yo, por esa naturaleza obsesiva que tengo, necesito tener siempre algo en la cabeza. La escritura me libera de la parte de mi trabajo, aunque ya de por sí estoy obsesionado con mi trabajo porque me gusta mucho mi trabajo. La diplomacia es un oficio precioso, complicado pero muy bonito. Y le dedico mucho tiempo y no es que le reste tiempo a mi trabajo para escribir, pero yo siempre pienso que para escribir no necesitas tiempo, necesitas ganas. Y además de trabajar y escribir, juego al golf, hago muchas cosas, porque tengo ganas.

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Comentarios1

  • Rapsodico

    Me encanta el titular. "La esperanza es un psicotrópico que nos dan los dioses"". Tengo un poema titulado "Calle deseo" que también lo dice de forma parecedida ;). Bonita entrevista, Tes. Un abrazo.

    • Tes Nehuén

      Gracias, Rapsódico. Al final todos estamos obsesionados con lo mismo, ¿no? Un abrazote.



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