Wolfgang Borchert

El escritor alemán Wolfgang Borchert, único hijo del matrimonio compuesto por una escritora llamada Herta y un profesor de nombre Fritz, nació en Hamburgo el 20 de mayo de 1921.

Por la actividad de sus padres, el autor creció en un hogar donde tenía gran relevancia la cultura. Aunque él por voluntad propia empezó a elaborar relatos durante su adolescencia (algunos de los cuales aparecerían en «Hamburger Anzeigen»), fueron sus progenitores quienes lo impulsaron a especializarse en una labor relacionada a los libros.

Mientras se desempeñaba como aprendiz de librero, Wolfgang descubrió su pasión por la actuación y decidió tomar clases con Helmut Gmelin para formarse como actor. Tiempo después, sería aceptado en el teatro Landesbühne Osthannover, pero su flamante carrera artística se vio interrumpida por tener que servir en el ejército.

Tras ser instruido durante varios meses como soldado de unidad blindada, Borchert fue destinado al frente oriental. En ese contexto resultó herido en una mano y debió ser trasladado a un hospital militar, pero las autoridades sospecharon que él mismo se había disparado para evitar sus deberes como soldado, motivo por el cual lo arrestaron y lo mantuvieron aislado por tres meses.

A fines de 1942 regresó a los combates, pero un congelamiento obligó a hospitalizarlo de nuevo. Allí contrajo tifus e ictericia y las evidencias de daño hepático no dejaron de multiplicarse.

Autorizado por sus superiores, volvió por unos meses a Hamburgo y retomó su faceta de actor en varios espectáculos de Cabaret, una decisión que más tarde le costaría otro periodo en prisión por parodiar a un ministro.

Una vez más, cuando la condena llegó a su fin volvieron a enviarlo al Ejército, pero mientras el grupo que integraba era trasladado a un campo de prisioneros, Borchert burló a los guardias y consiguió escapar. Su arriesgada aventura concluyó en mayo de 1945, cuando por fin pudo llegar a la casa de sus padres.

Ya con la guerra terminada, el alemán intentó consolidarse como actor, pero su frágil salud le impidió cumplir sus sueños artísticos, pese a que llegó a ser ayudante de dirección en una obra, creador de varios textos teatrales y hasta cofundador de un teatro.

Su debilidad y el empeoramiento de su estado lo llevaron a estar postrado en una cama durante dos años, tiempo que aprovechó para lanzarse como escritor. Aunque la muerte lo acechaba, él, pese a los contratiempos, consiguió inmortalizarse a través de una obra literaria breve pero intensa. Dejó una colección de relatos, poemas y hasta un drama, y, el 20 de noviembre de 1947 partió de este mundo con la tranquilidad de haber dejado un interesante legado.



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