Carlos de la Rica

El movimiento conocido como postismo ha tenido entre sus integrantes al español Carlos de la Rica, quien además de dedicarse a la creación poética fue sacerdote y editor. Asimismo, se animó a probar suerte con la narrativa, tuvo acercamientos al ámbito teatral, dejó al descubierto su perfil de ensayista y experimentó el arte mediante la pintura, el dibujo y los grabados.

Carlos de la RicaEste hombre que dejó una gran huella cultural en su patria nació en 1929 en el concejo asturiano de Pravia, donde circunstancialmente estaban sus padres a raíz de las obligaciones laborales de su progenitor, un militar que se identificaba con la corriente republicana. Dos temporadas más tarde, sin embargo, se instaló con su familia en Cuenca y allí transcurrió prácticamente toda su vida.

En 1956, tras completar su formación en el Seminario de San Julián que lo tuvo como alumno a lo largo de una década, fue ordenado sacerdote y asumió como párroco en Carboneras de Guadazaón.

“Ciudadela” y “La Casa” fueron las obras que dieron inicio a su actividad como escritor. Por ese entonces, aportó textos a revistas como “El Pájaro de Paja” y “Deucalión”, marcando el inicio de su carrera.

Con el tiempo, la producción de este autor que, de la mano de la agrupación poética La Camama promovió la esencia del neopostismo, se amplió con “Edipo el rey”, “Poemas junto a un pueblo”, “Poemas de amar y pasar”, “Oficio de alquimista” y “Juegos del Mediterráneo”.

Al repasar su trayectoria se advierte, además, que el también responsable de “El hallazgo de Simuel (y otros cuentos de Contrebia)”, «Yad Vashem”, “Loa y elogio de las cosas de Cuenca” y “Piedras, rostros y paisaje” fundó el sello editorial El Toro de Barro.

El 3 de septiembre de 1997, Carlos de la Rica, cuya novela titulada “Los dioses de Rosas” no ha sido editada aún, encontró la muerte en la Casa Sacerdotal situada en Cuenca.



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