Duerma la virgen su pasión secreta. 
Sueñe con su preñez la joven desposada. 
Tal para cual, en el espejo, 
el cornudo se adorne de laureles.
Tres veces ha cantado el gallo 
para el amigo tránsfuga.
Dueños de la verdad, los conjurados 
repinten en las bardas su anatema.
Oiga pasos de amor sobre el tejado 
la viuda insatisfecha 
que se extingue en su propia calentura, 
en su veneno arácnido y nostálgico.
El agua se edifica,
se eleva del aljibe
y desciende doméstica.
Ya encuentran acomodo
 los antiguos dolores, 
se clavan, se difunden, aletean 
en la jaula de huesos.
Para los desterrados
de rangos y fortuna
no haya sino descanso a medias;
sal en los ojos que en la madrugada
dejan el sueño;
no haya sino placer apresurado,
alcohólico jadeo,
hojas de té para empezar el día.
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