Cien sonetos de amor
Y esta palabra, este papel escrito 
por las mil manos de una sola mano, 
no queda en ti, no sirve para sueños, 
cae a la tierra: allí se continúa. 
No importa que la luz o la alabanza 
se derramen y salgan de la copa 
si fueron un tenaz temblor del vino, 
si se tiñó tu boca de amaranto. 
No quiere más la sílaba tardía, 
lo que trae y retrae el arrecife 
de mis recuerdos, la irritada espuma, 
no quiere más sino escribir tu nombre. 
Y aunque lo calle mi sombrío amor 
más tarde lo dirá la primavera.
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