Esta tierra que piso 
es la sábana amante de mis muertos. 
Aquí, aquí vivieron y, como yo, decían: 
Mi corazón no es mi corazón, 
es la casa del fuego. 
Y lanzaban su sangre como un potro vehemente 
a que mordiera el viento 
y alrededor de un árbol danzaban y bebían 
canciones como un vino poderoso y eterno. 
Ahora estoy yo aquí. Que nadie me salude 
como a un recién llegado. Si camino así, torpe, 
es porque voy palpando y voy reconociendo. 
No llevo entre las manos más que una breve brasa 
y un día para arder. 
                                   ¡Alegría! ¡Bailemos! 
Quiero jurarlo aquí, amigos: otra vez 
como la primavera 
volveremos.
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